Domingo, 27 de agosto de 2006 | Hoy
EL BAúL DE MANUEL › EL BAUL DE MANUEL
Por Manuel Fernández López
Determinados conceptos integran la “caja de herramientas” con que trabaja el economista. Tales conceptos nacieron de profundos autores en distintas épocas. Por ejemplo, que la actividad económica consiste en asignar recursos escasos, utilizables para fines alternativos (Robbins). Que en el corto plazo la provisión de bienes consiste en las cantidades ya existentes y producidas (Marshall). Que en una economía sin producción –llamada “economía de cambio pura”– hay infinitas formas de redistribuir entre dos participantes un conjunto de bienes, y a cada una corresponde un nivel de bienestar (Pareto). ¿Se aplica esto a la realidad? El antiguo virreinato del Plata vivió bajo el signo de la escasez, en particular de conocimientos utilizables para salir del status colonial, y de armamento y municiones para asegurar la defensa de la patria en caso de un proyecto independentista. Después del 25 de mayo no tardó en presentarse una situación de ataque exterior. De pronto las armas de fuego y blancas, la pólvora, los pertrechos, etc. se convirtieron en recursos escasísimos. Se ensayó producirlos, con dudosos resultados. En las victorias patriotas, se recogía con avidez el armamento abandonado en el campo. En julio de 1812 en Jujuy, el general Belgrano mandaba un escuálido ejército de poco más de un millar de soldados; y se acercaba desde el norte, con ánimo de destruir al “caudillo revolucionario”, un ejército realista que le duplicaba el número. Quedarse en la tacita de plata era ir a una derrota segura, con matanza de efectivos y habitantes, e incautación de animales de transporte y de alimento. Sin tiempo para recibir auxilio, en su mente de antiguo economista se dibujó un plan económico: trasladar en el espacio todos los recursos que pudieran moverse, y a los que debían dejarse, destruirlos. El 29 del citado mes dispuso la evacuación de pobladores y bienes, y el 23 de agosto se completó la operación. Desde luego, la racionalidad económica no obra por sí sola, sin tener detrás una decisión política enérgica. Belgrano debió amenazar a los varios estamentos (hacendados, labradores, comerciantes) con pasar por las armas al que se negase a salir y acarrear sus bienes. Aquel episodio quedó como la máxima gesta popular jujeña, y motiva que los 23 de agosto San Salvador de Jujuy infunda patriotismo entre todos y sea Capital Honorífica de la Nación Argentina.
El nombre nos identifica y diferencia, y aun puede revelar qué deseaban para nosotros nuestros progenitores. Algo similar ocurre con las ciencias. La ciencia económica fue designada “economía” (de los términos griegos “oikos”, casa, y “nomos”, ley) para designar al arte de administrar el hogar. Cuando ese marco se ampliaba, hasta incluir todo el recinto que habita una nación, a “economía” se añadió “política” (del griego “polis”, ciudad-Estado). En 1615 se publicó el libro Economía política, de Antonio Montchrétien, que significativamente dedicaba sus páginas a la economía financiera del sector público. Cuando la disciplina empieza a enseñarse en las universidades se sigue llamando Economía Política: ése fue el nombre con que designó la nueva cátedra de la UBA don Bernardino Rivadavia, en un decreto del 28 de noviembre de 1823. Fue asignatura de la carrera de Derecho, pero no carrera ella misma. Recién en 1910 se creó una carrera de “Licenciado en Economía” en un Instituto de Altos Estudios Económicos, fundado en la UBA, que consiguió reunir profesores pero no llegó a funcionar. La Facultad de Ciencias Económicas, creada en 1913, no volvió a abrir una carrera de Licenciado en Economía, sino hasta 1953, y ello meramente como un posgrado dirigido a incrementar las incumbencias del contador público. Recién en 1958 –año en que se establecen carreras de economía en la Universidad Nacional del Sur, impulsada por el decano Saveanu, y en la Universidad Católica Argentina, impulsada por Valsecchi– en la UBA una comisión especial de profesores y graduados (Cusminsky, Chapman, De Cesare, Díaz, García Vázquez, O’Connell, Reig y Wencelblatt) propone para la Facultad de Ciencias Económicas una carrera con todas las de la ley, aprobada por el Consejo Superior el 13 de noviembre de ese año. Se la llamó Licenciatura en Economía Política, y entre otras materias contenía: Principios de Economía Política, Historia Económica y Social, Teoría Política y Problemas Filosóficos. A los pocos años, luego de instalarse la dictadura del Gral. Onganía, alguien encontró que había demasiada política en este orden de estudios, y suprimió las dos últimas materias citadas, y las otras y la carrera misma pasaron a designarse Principios de Economía, Historia Económica y Licenciatura en Economía. Uno no cree en brujas, pero que las hay, las hay.
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