INTERNACIONALES › EL EXTRAÑO CASO DE LA RECUPERACION DESOCUPADA
Ajústense los cinturones
Después de la tempestad de cancelaciones de vuelos por alertas, el empleo es la variable que rehúsa despegar en EE.UU.
Por Claudio Uriarte
2004 empezó con signos desalentadores para la campaña de reelección de George W. Bush. Y también para la economía mundial, cabe decir. Mientras el presidente recorre todos los escenarios, desde la legalización parcial de hispanos indocumentados hasta la colonización permanente de la Luna, los datos de la primera economía mundial permanecen firmemente en tierra, tanto como los aviones de línea que la administración retuvo en las pistas aéreas de Londres, París y Ciudad de México durante las fiestas por temor a nuevos ataques terroristas. En este caso, el índice de desempleo es el equivalente del famoso vuelo 223 de British Airways con destino a Washington, tantas veces anunciado y tantas veces postergado; es cierto que aún faltan los datos globales del cuarto trimestre, que pueden mostrar –o no– una continuación más o menos moderada de la espectacular suba del 8,3 por ciento del PBI exhibida en el tercer trimestre, pero la variable clave, tanto para la política como para la economía, es el empleo, y en esto los datos de diciembre mostraron una muy pálida mejora de dos décimas de punto porcentual de la desocupación (que cayó del 5,9 al 5,7 por ciento) y una creación nacional de sólo 1000 nuevos puestos de trabajo contra los 148.000 que esperaban algunos economistas.
Los comentarios de los especialistas fueron lapidarios. Sung Won Sohn, del Wells Fargo Bank, dijo sin rodeos que el desempleo cayó al nivel más bajo en 14 meses “fundamentalmente porque las personas que buscan trabajo dejaron de hacerlo”. Agregó que “las empresas se mantienen muy prudentes en sus contrataciones, se concentran en la productividad y postergan las contrataciones tanto como pueden. Por lo que globalmente es bastante decepcionante. Debo decir que ésta sigue siendo una recuperación sin empleos. Hemos sumado unos pocos empleos, pero nada que podamos celebrar”. Brian Williamson, de Boston Company Asset Management, coincidió: “Las cifras fueron muy desalentadoras. Básicamente muestran un estancamiento de las contrataciones, y esto no aporta mucha confianza sobre el estado de nuestra economía”. En cierto modo, todo esto significaría que hay un aumento de la productividad sin que las compañías se animen a ampliar sus planteles de trabajadores, o que el aumento de la productividad conspira contra el aumento del empleo. En cualquier caso, la serpiente estará próxima a morderse la cola: la debilidad del aumento del empleo afectará el sentimiento y los gastos de los consumidores, lo que inevitablemente empujará a la baja el ritmo de crecimiento. Eso, a menos que, como afirma David Littman, de Comerica Bank en Detroit, haya “una recuperación más adelante”.
La desconfianza en la economía sigue potenciando entretanto al euro, pero al costo de la pérdida de competitividad de las economías europeas, y por lo tanto, indirectamente, de su poder de compra. El boom exportador que el euro alto podría significar para Estados Unidos aún no se ha verificado. Y Bush tiene pocos meses para demostrar que la estrategia elegida es, después de todo, correcta.