INTERNACIONALES › COMO ALEMANIA ESTA DESCARRILANDO EL TREN EUROPEO
3 por ciento es igual a 0
Alemania está incumpliendo sus propias metas de ajuste para el euro. El resultado es una explosión de indisciplina continental.
Por Claudio Uriarte
Romano Prodi abandonó por un momento esta semana su vanidoso empaque de professore de la Universidad de Bolonia y dijo sin pelos en la lengua: “El pacto de estabilidad es rígido y estúpido”. Para el viernes ya estaba de vuelta en su solemnidad habitual y afirmó, de modo ovejuno: “Respeto la regla del 3 por ciento”. Parecía un académico que, en una noche de borrachera, hubiera sido pillado negando la segunda ley de la termodinámica, y ahora tratara de reparar la inconcebible blasfemia. En realidad, sus idas y vueltas son sintomáticas de un proceso muy presente en Alemania, Francia, Italia y Portugal, y que pueden corroer desde adentro el poder del logro más excelso de la civilización de Bruselas: el euro, esto es.
Es irónico que la revuelta empiece por el mismo país que instauró el orden: Alemania. En 1998, la Alemania de Helmut Kohl y Theo Waigel insistió en que los países que entraran al euro debían ajustarse a un techo del 3 por ciento del déficit público; en caso de sobrepasar ese techo, serían multados. El objetivo era la estabilidad monetaria; el euro debía ser tan sólido como el Deutsche Mark. Como Alemania era la locomotora económica de la eurización, los demás aceptaron la demanda. Pero en 1999 y 2000, en parte como todo iba bien, la disciplina fiscal se relajó en Alemania y Francia. En los últimos seis meses, ya nadie podía decir que todo andaba bien: Alemania, con un crecimiento estancado, se había convertido en el furgón de cola de Europa, pero precisamente por eso ya era más difícil ajustar las finanzas. A comienzos de este año, los principales institutos económicos alemanes advirtieron al gobierno rosaverde del socialdemócrata Gerhard Schroeder que estaba por sobrepasar el límite. En un año electoral, eso no importó. La laxitud fiscal no fue patrimonio de Schroeder: Edmund Stoiber, el rival socialcristiano de Schroeder, también anunció –casi orgullosamente–, que incumpliría el pacto.
Tampoco el problema se limitó a Alemania. Francia (que también tuvo elecciones cruciales este año), Italia y Portugal fueron rápidos en seguir la tendencia. El razonamiento era que, si Alemania incumplía con el pacto, era piedra libre para todos los compañeros. Si se cumpliera el pacto, la Comisión Europea debería aplicar a Alemania una multa de 10.000 millones de euros (0,5 por ciento de su Producto Bruto) “pero –opina Juergen Donges, director del Instituto de Política Económica de la Universidad de Colonia– no creo que eso ocurra, porque el pacto ya ha perdido credibilidad (...) El programa económico que se propone implementar el gobierno alemán en los próximos años, aumentando la presión fiscal y las cargas sociales, atenta contra el crecimiento. Aumentar la deuda pública no sirve como sustituto de las reformas estructurales detenidas, sobre todo en el mercado laboral. El caso de Japón desde los ‘90 es muy aleccionador al respecto”.
Por lo pronto, el euro parece estar en una carrera al revés con el dólar para ver cuál puede depreciarse más contra el otro. Y no parece haber luz al final del túnel, sino más bien otro túnel.