Domingo, 20 de febrero de 2005 | Hoy
AGRO › DEBATE SOBRE LA RENTABILIDAD EN EL SECTOR AGROPECUARIO
Por Susana Díaz
En los últimos meses se asistió a la baja de muchos precios agrícolas que, en feliz coincidencia con la ya lejana devaluación, habían alcanzado niveles extraordinarios. Previsiblemente estos precios comenzaron a regresar a la media, aunque todavía no la hayan alcanzado. Un estudio sobre la rentabilidad agropecuaria realizado a fines del año pasado, publicado en su momento por Cash, mostró que, aun con los precios actuales, la rentabilidad del campo continúa siendo importante. Sin embargo, cuando se escuchan las voces de los empresarios del sector, la situación parece casi desesperada. Los tradicionales voceros sectoriales refuerzan esta sensación con el bombardeo de cifras negativas: los precios de la tierra caen en algunas regiones, la venta de maquinaria agrícola experimenta una fuerte baja, previsible luego de la renovación del parque de los últimos años, y a pesar de los aumentos del área sembrada, las inversiones amenazan caer. Del contrapunto no estuvieron ausentes algunas demandas extremas; en un país donde la mitad de la población es pobre, un sector de la dirigencia agraria, la FAA, solicitó recursos fiscales para establecer "precios sostén", léase subsidios a los "pequeños productores".
Como lo demuestran los hechos, no cabe duda que uno de los sectores con más "conciencia de clase" a través de la historia argentina es el agropecuario. Su larga tradición en el centro de la escena nacional también se plasmó en una representación articulada y homogénea. No importan las diferencias de discurso entre el gran empresario latifundista representado por la Sociedad Rural y el pequeño productor afiliado a la Federación Agraria. A la hora de las reivindicaciones están todos juntos. El común enemigo de la hora, no es novedad, son las retenciones a las exportaciones. La lógica de los "hombres de campo" es que si los precios internacionales bajan, el ajuste debe recaer sobre los ingresos fiscales vía la baja en las retenciones.
Frente al ímpetu que el poderoso lobby sectorial desplegará en los próximos meses conviene analizar el contenido real de la baja de la rentabilidad agrícola, ya que, por el contrario, la pecuaria, se encuentra en los albores de un período de auge.
En el último año, la soja, el principal cultivo del país, perdió más de un 30 por ciento de su valor, el trigo retrocedió un 37 y el maíz bajó un 29 por ciento. También debe agregarse un alza en los costos, producto de la lenta recuperación de precios medidos en dólares tras la devaluación, lo que refuerza la caída de la tasa de ganancia. No obstante, las caídas de precios están lejos de contrarrestar las subas de los períodos anteriores. A lo que se asiste, entonces, es a una pérdida de la rentabilidad extraordinaria generada por el doble efecto de la devaluación y los altos precios internacionales.
Si la rentabilidad estuviese comprometida no se entenderían algunos de los datos conocidos en los últimos días, como el aumento del 12,2 por ciento en la superficie sembrada de maíz informado por la Bolsa de Cereales. El maíz fue uno de los cultivos en los que la dirigencia agropecuaria había advertido sobre problemas de rentabilidad. Incluso aumentó el área cultivada de soja, cuyo auge parecía haber concluido. En este caso, el aumento fue menor, del 1,2 por ciento.
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