AGRO › SUBIBAJA DEL PRECIO DE LA HACIENDA EN EL MERCADO DE LINIERS
La amenaza de retenciones fue suficiente
Por Susana Díaz
Las relaciones entre los empresarios del campo y el Gobierno volvieron a tensarse al máximo esta semana. El ministro de Economía, Roberto Lavagna, desairó a las cuatro cámaras del sector. Luego de concederles una cita largamente postergada, la reunión fue finalmente levantada. Fuentes del Palacio de Hacienda informaron que la cancelación se debió a “problemas de agenda” del ministro. El motivo verdadero, sin embargo, no fue desconocido por ninguna de las partes. Después de leer los informes que señalaban a los aumentos en carnes y lácteos como los responsables del 40 por ciento de la inflación de febrero, Lavagna no estaba de humor para escuchar los sempiternos reclamos del sector por pagar menos impuestos “distorsivos”. El presidente Néstor Kirchner asumió personalmente la tarea de transmitir el mensaje gubernamental: “Muchas veces vienen a reclamar esto o aquello”, dijo en directa referencia a los empresarios del campo, “pero cuando tienen un poco de rentabilidad les importa muy poco (el resto de) la sociedad argentina”. Esta vez, el Presidente no se refería a los productores primarios, cuyas exportaciones tienen retenciones en torno del 20 por ciento del valor declarado, sino a los empresarios de la carne y la leche, que cuando venden al exterior sólo pagan el 5 por ciento, por tratarse de productos “industriales”.
Las declaraciones presidenciales fueron hechas horas después de que una maniobra de retención, en la entrada de hacienda al Mercado de Liniers, hiciera subir los precios el 8 por ciento en un solo día. Fue entonces cuando desde el Gobierno se dejó trascender que en el Ministerio de Economía evaluaban una suba de las retenciones para las ventas al exterior de carnes y lácteos. De esta manera se pondría en marcha una de las potencialidades “extra-recaudatorias” de las retenciones: la de regular los precios del mercado interno frente a las alzas de los precios internacionales, una potencialidad que ya había sido utilizada parcialmente con los hidrocarburos, y que también se contó entre los argumentos para la imposición original del tributo.
Algo estaba saliendo mal. Unos días antes los empresarios pensaban reunirse con Lavagna para exigirle la eliminación de las retenciones y ahora escuchaban que, para dos de los sectores que más se recuperaron en el último año, el tributo podía subir. En Liniers, en sólo 24 horas se pasó de la retención en el ingreso de hacienda a un aluvión de entradas que retrotrajo los precios a los de 48 horas antes. Fuentes de este mercado adujeron que la volatilidad no respondió a maniobras especulativas sino a “razones estacionales y climáticas”. Para los mal pensados, en cambio, la baja posterior a la suba fue una muestra del poder de la palabra oficial cuando traducen la clara voluntad del Estado por intervenir en mercados oligopólicos.
Pero dejando de lado la complejidad de las situaciones de diferencia de poder de los actores, el funcionamiento de los mercados de lácteos y carnes, como suele suceder en los mercados de commodities, parece de manual. Se trata de dos subsectores que gozan de una doble recuperación: de los precios internacionales, por razones que ya fueron explicadas desde esta columna, y de la demanda interna, por la recuperación del consumo tras la crisis. En materia de precios pagados por los consumidores, la combinación resulta explosiva. Dado que va contra la naturaleza del funcionamiento de los mercados pretender que un producto tenga un doble precio, uno en el mercado interno y otro para la exportación (si así fuese, los empresarios sólo venderían en el mercado donde el precio es más alto) la única solución es uniformar los precios “desde afuera”, por ejemplo a través de una suba de las retenciones que deprima el precio que reciben los exportadores.