La semana que pasó marcó un record de aparición de nuevos casos de gripe aviaria en Europa, fuera de la zona de resurgimiento de la enfermedad en el Lejano Oriente. Algunos especialistas en sanidad animal temen que se trate de la antesala de una epizootia global, una predicción considerada excesiva por otros analistas. Cualquiera sea el caso, los efectos del virus llegaron a los mercados, en particular al consumo. Si la existencia del virus en Asia había restringido parcialmente la demanda mundial durante todo 2005, la aparición de los focos europeos amenaza con un verdadero derrumbe.

Los sanitaristas insisten en que es imposible que la cepa se transmita al hombre a través del consumo de carne. El peligro, explican, es fundamentalmente para quienes están en contacto con los animales vivos. Pero estas razones no alcanzan la psiquis de los consumidores. Las agencias de noticias consignaron esta semana que el consumo de pollo cayó en Italia el 70 por ciento desde que se conocieron los primeros casos europeos, apenas una muestra de lo que puede ocurrir si continúa la expansión de la enfermedad.

En la Argentina, donde la preocupación primera es la inflación, algunos creen que los problemas sanitarios en tierras lejanas pueden ser una buena noticia de este lado de la frontera. Comparando con la realidad del mercado vacuno se concentran en la tensión entre consumo interno de bienes salario y exportaciones para estimar que la caída del consumo mundial significará menores exportaciones, mayor oferta interna y, consecuentemente, precios en baja o, al menos, controlados.

La evolución de los precios durante el 2005 parece dar la razón a esta argumentación. Según el Indec, el valor del pollo no registró mayores variaciones el último año. Además, contra lo que indica la evolución de los precios, el crecimiento de las exportaciones fue mayor en pollos que en carnes. Mientras las ventas al exterior de carne vacuna crecieron el 22,5 por ciento el último año, las avícolas lo hicieron el 49,9 por ciento (entre enero de 2006 y el mismo mes de 2005, según la Sagpya). Pero la diferencia fundamental entre ambos mercados está en otra parte. Mientras la producción de carne bovina creció el 3,6 por ciento, la de pollos lo hizo el 30,2. Esta diferencia fue la que permitió no sólo el citado aumento del 50 por ciento en las exportaciones (medidas en dólares FOB), sino también la suba de casi el 30 por ciento en el consumo interno. Dato que permite intuir que la población reemplazó carne por pollo. En este contexto, la brecha entre el kilo de asado y el kilo de pollo continuó aumentando y pasó de 1,6 veces en diciembre de 2004 a 2,1 en el mismo mes de 2005, básicamente por el aumento de la carne.

¿El precio interno del pollo pudo mantenerse por la caída de los precios internacionales? Los números indican que no. Mientras en 2004 se obtuvieron casi 1176 dólares por tonelada de carne aviaria exportada, en 2005 esa cantidad fue de 1242. Quienes creen que los aumentos de precios se solucionan aumentando la producción encontrarán aquí un poderoso ejemplo. La producción creció, aumentaron el consumo interno y las exportaciones, y los precios locales, aun en el contexto de precios internacionales en alza, apenas crecieron.

La conclusión preliminar es que comparar los mercados bovinos y aviarios para extrapolar conclusiones similares puede conducir a error. También que la temida gripe aviaria, al menos hasta ahora, ha tenido un efecto nulo sobre el mercado local. A pesar de que efectivamente puedan producirse caídas circunstanciales de la demanda mundial a causa de la psicosis provocada por la enfermedad, desde la Argentina seguirán pesando algunas tendencias de largo plazo más consistentes. Entre ellas, el continuo crecimiento de la población mundial y el aumento de la calidad de la demanda alimentaria en los países centrales y en desarrollo.