La fruticultura tuvo en la década de 2000 una nueva estrella: la producción de berries, en particular arándanos. Se trató inicialmente de un proyecto de diversificación exitosa orientado a abastecer los mercados de contraestación del Hemisferio Norte, en particular de Estados Unidos, donde existe una importante demanda. La producción se realiza desde el sur de Tucumán pasando por el sur de la Mesopotamia hasta el norte de la provincia de Buenos Aires. Las diferencias climáticas en estas regiones determinan que más al norte se coseche antes, lo que permite arribar a los mercados del norte en la categoría “primicia”, lo que significa acceder a muy altos precios, llegando antes que Chile, aunque contrarrestando con fletes aéreos.

Cualquiera sea el caso, se trata de un nicho de altísima rentabilidad al que no acceden los productores de más al sur. En el norte de Buenos Aires, por ejemplo, se comenzaron a cultivar arándanos en zonas antes dedicadas a los cultivos tradicionales. Los productores acostumbrados a la menor atención de los granos descubrieron las complejidades de un cultivo intensivo, con mucha demanda de mano de obra, altísimo riesgo climático y, lo que quizá sea peor, sujeto a condiciones de oligopsonio en la primera venta. Luego de los primeros años, no tardaron en descubrir que los resultados económicos no estaban a la altura de las expectativas y, sobre todo, de las inversiones realizadas.

Según detalló a Cash la consultora Betina Ernst, directora de la firma Top Info Marketing, la apuesta de principios de 2000 se transformó en una gran decepción en los últimos tres años. “Por un lado hubo una sucesión de problemas climáticos, como heladas, granizos, constantes lluvias, que diezmaron la cantidad y calidad a cosechar. Por otro, el fuerte incremento de la producción trajo problemas en la cosecha y logística. No es nada fácil manejar la gran cantidad de personal que requiere este cultivo. Por otro lado, la insuficiente disponibilidad de cámaras y medios de transporte tiene efectos nefastos en un producto tan perecedero”, describió.

A los problemas por el lado de la oferta se sumaron los de la demanda. No está claro quién cometió el error, pero los mercados de destino resultaron sobreabastecidos. La fruta se acumuló en los puertos, la calidad se deterioró y, en consecuencia, los precios se desmoronaron.

En los campos, la contrapartida de tres años malos llevó a que muchos productores abandonaran los cultivos. Así, luego de la fuerte expansión de la superficie cultivada en la primera parte de la década, hoy el crecimiento está frenado y, según Ernst, se observa un retroceso, con campos abandonados.

Frente a este panorama en principio desolador, preocupadas por la oferta, las cinco principales comercializadoras del país, Berries del Plata, Sunbelle, Tecnovital, Hortifrut y Agroberries formaron el “Argentinean Blueberry Comité”. De acuerdo con una presentación realizada a fines de agosto en Buenos Aires, los objetivos serán la unificación de la información sobre la oferta, la promoción de la investigación y del desarrollo, impulsar un programa nacional de calidad, con su posterior sello y, por supuesto, trabajar en el lobby sectorial y en la promoción.

En cuanto a la temporada 2010/11, se espera un retraso de cosecha por las bajas temperaturas, aunque menos marcado que en la temporada pasada. Para Tucumán se estima un incremento productivo del 30 por ciento, dado que hay muchas plantaciones nuevas y otras que están llegando a producción plena. En Entre Ríos y Buenos Aires se espera una producción muy similar a la del año pasado. Lo que aquí se observa es que las mayores producciones de los cultivos que llegan a plena producción compensan la pérdida que se sufrió por abandono de lotes. En la temporada que pasó se exportaron 12.400 toneladas. Esto significó un 7 por ciento más que en el 2008/09, pero mucho menos que lo pronosticado

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