Domingo, 12 de septiembre de 2010 | Hoy
ENFOQUE
Por Mark Weisbrot *
La recuperación económica de Alemania ha cobrado fuerza últimamente y está siendo utilizada –en la prensa europea y estadounidense– para promover la perspectiva de que ese país “tenía la fórmula correcta” e “hizo los sacrificios de corto plazo para garantizar un éxito de largo plazo”. Se argumenta que esta fórmula es una en la que se incluyen las políticas de austeridad que se están metiendo en países como España y Grecia.
Ciertamente Alemania sí ha hecho algunas cosas bien. Sin embargo, en su fórmula no se han incluido las políticas procíclicas –endurecimiento fiscal cuando la economía se contrae o apenas crece– como las autoridades europeas y el FMI están requiriendo de España. De hecho, las últimas cifras del presupuesto, dadas a conocer en las últimas semanas, demuestran que el déficit del presupuesto alemán en la primera mitad de este año se ha duplicado en comparación con el año anterior. Aumentó a un nivel del 3,5 por ciento del PIB, porcentaje que aún está por debajo de la cifra de muchos de los demás países europeos. De todos modos, es cierto que los alemanes no disminuyeron su déficit presupuestario en tiempos de recesión, como lo está haciendo España.
La política alemana más correcta es la que ha mantenido su nivel de desempleo en el orden de 7,0 por ciento, umbral igual o más bajo que el existente en el período de pre-recesión, a pesar de una declinación aún más importante en la producción (4,6 por ciento) en 2009 de la que experimentaron los Estados Unidos. Esta es la política de subvencionar a las empresas para que mantengan a sus empleados trabajando con horas reducidas, en lugar de despedirlos. Esta estrategia ha salvado a cientos de miles de empleos en Alemania, y podría salvar millones en los Estados Unidos, si solamente existiera el liderazgo político con el valor para tomar estos pasos modestos, pero obvios.
Sin embargo, e irónicamente, las reformas que presionan para que adopte España van en dirección opuesta: las autoridades europeas desean que España haga aún más fácil que las empresas despidan a sus empleados.
Existe otro defecto en el razonamiento dominante de la corriente conservadora: el crecimiento del segundo trimestre de 2,2 por ciento por encima del período anterior, lo que implica una tasa anualizada del 9,0 por ciento, fue motorizado especialmente por las exportaciones. Estas crecieron 8,2 por ciento más que en el trimestre anterior, que significa un avance del 37 por ciento anualizado. Como ha señalado el South Centre, para el lapso 2002-2007, las exportaciones aportaron un 143 por ciento del crecimiento alemán, lo cual significa que, de hecho, la economía alemana se habría contraído durante estos años si no fuera por el aumento en las exportaciones.
Como la mayoría de las ventas al exterior alemanas van a la Zona Euro, queda claro que no todos los países pueden seguir el modelo de Alemania, aunque tuvieran la habilidad competitiva para hacerlo.
Esta realidad nos lleva al otro asunto que se plantea contra España, y las promovidas políticas de austeridad: que España necesita salarios más bajos para competir con la productividad superior de la fabricación alemana. Es cierto que la productividad de fabricación alemana es más alta que la de España, y la brecha ha crecido desde la adopción del euro, en 2002. Además, la brecha en los costos por unidad de la mano de obra ha crecido aún más puesto que los salarios en España aumentaron mas rápido que en Alemania durante este período, al tiempo que la productividad alemana estaba creciendo más rápido que la de España.
Sin embargo, como un asunto práctico, esto no es más que un razonamiento para la perspectiva de que España no formase parte de la Zona Euro con Alemania. Si España tuviera su propia moneda, podría aumentar su competitividad relativa frente a Alemania con una devaluación para hacer más baratas sus exportaciones. La moneda común hace imposible la opción de una devaluación.
Esto deja la opción de una “devaluación interna” o la restauración de la competitividad de exportación por salarios más bajos. Para hacerlo se requiere una recesión profunda y prolongada, con el desempleo elevado durante bastante tiempo para generar una presión a la baja de los salarios. Lituania, un país que mantiene un tipo de cambio fijo al euro, no ha logrado mucho con esta estrategia, a pesar de una pérdida sin precedentes de más del 25 por ciento del PIB en apenas dos años. Estonia intentó una estrategia parecida, perdiendo casi un 20 por ciento del PIB y aumentando la cifra del desempleo del 2 al 16 por ciento. Pese a ese castigo colectivo masivo, ese plan ha tenido poco impacto sobre el tipo de cambio real de cada uno de esos países.
Los problemas relacionados con tener una moneda común entre países con niveles de productividad extensivamente variables tendrán que ser resueltos en la zona europea en un futuro. No serán resueltos imponiendo políticas procíclicas a España ni a ningún otro país de la zona. Y la recuperación económica de Alemania no brinda evidencia a favor de dichas políticas autodestructivas
* Codirector del Centro de Investigación Económica y de Políticas (Center for Economic and Policy Research), en Washington, D.C.
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