Dom 17.03.2013
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ENFOQUE

No todo Vale

› Por Claudio Scaletta

“A partir de mediados de 2013”, según datos estimados al comienzo de la inversión por la propia minera Vale, del yacimiento de cloruro de potasio de la zona de Malargüe, en Mendoza, comenzarían a extraerse 2,4 millones de toneladas de mineral por año, los que llegaría rápidamente a los 4,3 millones de toneladas, también anuales. Siempre según la empresa, las reservas del yacimiento alcanzarían, al citado ritmo de extracción, para no menos cincuenta años, lo que significa una reserva de potasio de al menos 200 millones de toneladas.

Aunque los estudios de factibilidad de la megaempresa brasileña comenzaron mucho antes, la decisión de iniciar el proyecto coincidió con el pico especulativo de las commodities de fines de la década pasada. Hace diez años, este mineral costaba poco más de 110 dólares la tonelada. Recién en 2007 pasó los 200 dólares y en febrero de 2009 alcanzó un techo de 872,5 dólares. Pasado el pico especulativo, el precio comenzó a descender: 2009 terminó a 400 dólares y 2010 a 350. En 2011 se produjo una nueva recuperación y el año cerró a 475. Hoy la tonelada se encuentra en torno de los 400 dólares, pero con tendencia a la baja. A valor presente se trata de un negocio para extraer del subsuelo mendocino unos 80.000 millones de dólares. Frente a estos números, la inversión, calculada inicialmente en 4500 millones de dólares, parece más que razonable, más si se agregan los componentes del comportamiento estimado de la demanda.

El potasio es un fertilizante esencial para el crecimiento de todos los cultivos, desde cereales y oleaginosas a frutas y verduras. Junto al nitrógeno y el fósforo es un nutriente esencial. Ello significa que su demanda será creciente y, al margen de las potentes fluctuaciones registradas en los últimos años, también lo será su precio de largo plazo. De todas maneras, no debe olvidarse que la inversión significa recursos ex ante para obtener ingresos durante un ex post de medio siglo. Por el lado de los costos los hay de varios tipos:

- Primero está la inversión propiamente dicha. Los 4500 millones de dólares iniciales que se destinarían a tres fines: la construcción de la mina en el yacimiento, 360 kilómetros de vías de ferrocarril entre el yacimiento y el Alto Valle de Río Negro, donde empalmaría con el ramal Zapala-Bahía Blanca, con el reacondicionamiento del tramo de este ramal hasta la última ciudad, y la construcción allí de una terminal portuaria, pues se planeaba exportar a Brasil la totalidad del mineral. En suma, una mina, vías, trenes y puerto para una actividad extractiva, pero generadora de divisas y con un fuerte impacto multiplicador para cuatro provincias, aunque concentrado en el tiempo de construcción de la infraestructura.

- Luego siguen los costos que fuentes de Vale denominaron en su momento “peajes”. Frente a una gran empresa que planea una inversión multimillonaria puede esperarse que gobernadores e intendentes, por ejemplo, demanden beneficios de distinto tipo para sus comunidades, lo que lleva a la firma a convenios con los municipios y los Estados, a gastos en publicidad y a desembolsos del tipo “responsabilidad social empresaria”. Otra demanda conexa fue la contratación de mano de obra local, lo que dio lugar a disputas entre los trabajadores de las distintas provincias involucradas.

- Finalmente están los costos que la empresa no paga, esos que la economía convencional denomina “externalidades negativas”, en este caso de la actividad minera. El tema es delicado porque, en caso de atenerse a los reclamos ambientalistas, a veces provenientes de ONG multinacionales y/o de dudoso financiamiento, directamente no se podría hacer minería. Pero el caso de Potasio Río Colorado, como se denominó al proyecto de Vale, es especialmente complejo. Sucede que el subproducto de la explotación del cloruro de potasio es el cloruro de sodio. Estudios realizados por la Universidad Nacional de Cuyo mostraron que la mina generaría un depósito de sal de 210 hectáreas y 50 metros de alto, el que pensaba ubicarse a 150 metros por sobre la cota de las nacientes del río Colorado, una situación de alto riesgo potencial. Adicionalmente, el sistema de producción por disolución demandaría alrededor de un m3/segundo de agua.

Hasta aquí el cuadro de situación hasta fines de 2012. Se trata de detalles que no vuelven a la inversión de Vale, al margen de su magnitud, muy diferente de cualquier otra del rubro minero. El punto de inflexión se produjo con la paralización del proyecto desde comienzos de año, formalizado la semana que pasó, y con el apriete al Gobierno intentado por la empresa. El argumento esgrimido fue el cambio de las condiciones macroeconómicas argentinas en materia cambiaria y de inflación, lo que según la firma habría disparado los costos. Vale pretendía exenciones que sumaban 3000 millones de dólares entre eliminación de retenciones, pago de impuestos con bonos de deuda a valor nominal, devolución anticipada de IVA y dispensas de obras de infraestructura asociadas. Sobre la mesa de negociación, el principal activo de la empresa con sede en Río de Janeiro fueron los, dicen, 6000 empleos vinculados con el proyecto. La reacción del Gobierno frente al apriete fue activa y a dos puntas. Por un lado, adelantar que la empresa podría perder la concesión del yacimiento y, con ello, las inversiones ya realizadas, que rondarían cerca del 50 por ciento del total, y afirmar, para tranquilizar a los trabajadores, que el proyecto podría seguir aun sin los brasileños.

De acuerdo con el índice Global 500, que reúne a las 500 firmas más grandes del planeta, en 2012 Vale tuvo ingresos por 58.990 millones de dólares y ganancias por 22.885 millones. Sólo dos años antes había facturado 23.311 millones y ganado “sólo” 5349 millones. Esta diferencia le permitió pasar del puesto 363 del top mundial al 159. Sus empleados pasaron de 60.000 a casi 80.000. Sin embargo, en los últimos doce meses su acción en la Bolsa de Nueva York perdió el 15,9 por ciento y la empresa informó en Brasil una caída de sus ganancias netas durante el último año. Las razones de estas bajas de última hora también hay que buscarlas en las cotizaciones. Vale es la empresa número uno del mundo en producción de hierro. La cotización del mineral de hierro cayó desde un pico de 187 dólares la tonelada en febrero de 2011 a un piso de 99,5 dólares en septiembre pasado, aunque desde entonces no dejó de subir y ya se encuentra en más de 150 dólares. Vale, según declaró en febrero su presidente, Murilo Ferreira, al anunciar las menores ganancias, confía en dos elementos para su recuperación en 2013: la suba del mineral de hierro y la “eliminación de inversiones periféricas”, es decir por fuera de la siderurgia. Quizá los analistas que se subieron al apriete de Vale para criticar la evolución de la política económica local debieran considerar algunos de estos números

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