Domingo, 10 de junio de 2007 | Hoy
E-CASH DE LECTORES
Habiéndolos seguido como lector de Página/12 por décadas ya, me pareció que podría ser de su interés (y el de los lectores) un artículo publicado el lunes 14 de mayo, 2007 en el Washington Post (página principal, “Defense Skirts State in Reviving Iraqui Industry”, por Rajiv Chandrasekaran). En forma breve, se refiere a lo que puede describirse como una guerra paralela, en el plano de lo ideológico-económico, entre neoconservadores del Departamento de Estado, por un lado, y Paul Brinkley, un subsecretario del Pentágono, encargado casi por cuenta propia, de acuerdo al artículo, de reflotar parte de la industria iraquí, por otro. Es importante recordar que la invasión norteamericana no sólo ha arrasado con cientos de miles de vidas iraquíes, sino con industrias estatales que estaban, con mayor o menor grado de eficiencia, funcionando y dando empleo masivo hasta marzo del 2001. Contrariamente a consejos de los genios del tipo de los que asesoraron, y más que eso, a nuestros tecnócratas por décadas, y que son parte tanto del staff del Departamento de Estado como de la Embajada de EE.UU. en Irak (economistas de la Rand Corporation contratados para asesorar en privatizaciones postinvasión, por ejemplo), Brinkley piensa que la única forma de sacar Irak adelante es reflotando las empresas del Estado para dar trabajo –y esperanza– a los iraquíes. Hay una frase dicha por Brinkley, a propósito de su experiencia de negocios industriales con China en el pasado y la actual en Irak y cuya importancia me parece que es imposible de exagerar: “... empresas estatales pueden dar trabajo, dar ganancias y sacar a cientos de millones de personas de la pobreza”. (“... State owned enterprises can provide jobs, and turn a profit and lift hundreds of millions of people out of poverty”, Washington Post 14/5/07, página A11). Brinkley, quizá muy ingenuo, piensa que aún “nos queda una oportunidad, pero tenemos que entender que no vamos a ver mejoras en la seguridad o compromisos políticos sin un grado de desarrollo económico significativo” (WP, 14/5/07, misma página). Es un ya un cliché muy conocido elogiar a los norteamericanos por su grado de pragmatismo y desprecio por discusiones ideológicas. Sea esto verdad o no, creo que es de sumo interés para nosotros en Latinoamérica seguir el desarrollo de esta puja entre diferentes concepciones económicas en el centro del imperio y con efectos que repercutirán más allá de la terriblemente sufrida Irak.
Dr. Pablo Grigera
Charlottesville, VA, USA
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