Domingo, 10 de junio de 2007 | Hoy
CONTADO
Por Marcelo Zlotogwiazda
Hace un año el dólar cotizaba a 2511 pesos colombianos. El 2006 cerró con un dólar que había caído a 2240, alrededor de un 11 por ciento. Siguió derrumbándose hasta llegar esta semana a 1877 pesos, es decir un 25 por ciento menos que en junio de 2006. El superpeso colombiano causó, por ejemplo, que en el primer trimestre del año la balanza comercial haya arrojado un déficit de 812 millones de dólares, revirtiendo un superávit de cerca de 200 millones en igual período de 2006, y eso que las exportaciones aumentaron bastante gracias a mejores precios de las materias primas. En Colombia ya no saben qué más hacer para frenar la apreciación del peso. La semana pasada la Tesorería salió agresivamente y compró reservas por 750 millones de dólares (en lo que va del año acumularon más de 5000 millones de dólares en reservas), pero la tendencia continuó. Pagaron anticipadamente 500 millones de dólares de deuda externa, y tampoco sirvió. Establecieron un encaje para desestimular el ingreso de capitales, que resultó inocuo. Finalmente, como dándose por vencido, el gobierno de Alvaro Uribe anunció el lunes pasado líneas de crédito subsidiadas por algo más de 100 millones de dólares, y no para dar batalla sino directamente para compensar los efectos negativos del dólar barato sobre el agro, el comercio y la industria. Ese día el sitio de economía www.Portafolio.com.co tituló una nota de análisis sobre el tema “Colombia, campeón mundial de la revaluación”.
Habría que ver el mundo entero para corroborar si es exactamente así, considerando que el dólar está pasando uno de sus momentos de mayor debilidad histórica. Pero al menos comparado con los dos grandes de la región, el peso colombiano gana por escándalo. Observando a Brasil, el dólar pasó de 2,27 reales hace un año, a 2,13 a fines de 2006, y hoy se mueve en torno de 1,95 real. Una caída en los últimos doce meses de 14 por ciento, bien por debajo de la depreciación en Colombia.
En cuanto a la Argentina, la revaluación colombiana le gana por goleada. Evoca en lo futbolístico aquel tristísimo 5 a 0 que en las eliminatorias para el Mundial 1994 el equipo de Maturana, con el Pibe Valderrama y el Tino Asprilla, le propinaron a la selección de Basile. El superpeso colombiano contrasta con un peso argentino que se apreció nada. Cero. Lejos de lamentarse, el gobierno argentino y la mayoría de los empresarios festejan la situación como un gran triunfo. No pasa semana sin que algún funcionario importante reivindique la política cambiaria. Pero pocas veces con tanta intensidad como la que pasó. Felisa Miceli lo hizo en un par de oportunidades. “Tener un tipo de cambio competitivo es un eje clave de este modelo”, dijo el martes ante financistas reunidos en su congreso anual. Y agregó que “es decisión del Gobierno sostener el tipo de cambio, ya que esto es lo que nos va a garantizar tener la posibilidad de una economía abierta, que gane competitividad en distintos sectores que todavía están caminando muy lentamente, después de haber sufrido durante más de 30 años políticas contrarias a consolidar la eficiencia de la industria”. Ese mismo día también salió Martín Redrado, aunque algo más elíptico, en defensa del dólar alto, diciendo que “sería un error dejar expuesta la política cambiaria a las tendencias transitorias de los mercados”.
El combo de la ministra y el presidente del Banco Central no es casual, sino reflejo de la proliferación de voces que en los últimos tiempos se pronunciaron a favor de que se siga el camino de Brasil o Colombia. Entre tantos, se escuchó al ex titular del Central y hoy próximo al ARI, Alfonso Prat Gay, señalar su preocupación por “la obsesión del Gobierno por acumular reservas”, que como se sabe es el principal instrumento para evitar la apreciación nominal del peso, y desaconsejó “insistir en un ritmo de crecimiento que es absolutamente insostenible”. Pero incluso alguien que desde un principio apoya los fundamentos básicos de la política oficial como el premio Nobel Joseph Stiglitz se manifestó en tono parecido. En esta nueva visita al país, dijo que “el ajuste en el tipo de cambio puede ser parte de una respuesta efectiva al exceso de demanda, porque baja el precio de las importaciones y reduce las presiones inflacionarias. El cambio de producción doméstica por importaciones y la reducción de las exportaciones disminuyen la demanda agregada”.
Es evidente que al Gobierno le resulta más difícil que antes sostener el tipo de cambio debido a la creciente abundancia de dólares y al contexto de tensión inflacionaria en el que se ejecuta el mecanismo compra de divisas con emisión y esterilización de la emisión con deuda. Pero las alternativas de enfriar la economía o comprar dólares con superávit fiscal en lugar de emisión no parecen superadoras o viables. Ni qué hablar de dejar caer el dólar como en Brasil y Colombia. En ese triangular, el campeón es la Argentina.
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