Domingo, 4 de noviembre de 2007 | Hoy
CONTADO
Por Marcelo Zlotogwiazda
Es indiscutible que el extraordinario crecimiento económico de los últimos cinco años se debe en medida importante a que el contexto internacional fue y sigue siendo muy favorable. Al enumerar los factores que conformaron esa situación ventajosa se suelen destacar el crecimiento mundial en general, el avance arrollador de China y, como consecuencia de lo anterior, la revalorización de las materias primas y otros productos que exporta el país. Pero hay otro elemento no menos relevante que los anteriores que es injustamente omitido o relegado: se trata del factor Brasil.
Si la economía argentina pudo mantener el tipo de cambio competitivo como pilar fundamental de su modelo básico, fue en parte gracias a la descomunal apreciación de la moneda brasileña. Tras la breve inflexión provocada por las turbulencias financieras que desató la explosión de la burbuja inmobiliaria en los Estados Unidos, el tipo de cambio nominal retomó su tendencia hacia la baja hasta perforar días atrás el piso de 1,75 real por dólar, que es la misma cotización que en marzo de 2000. Cabe recordar que tres años después el real y el peso llegaron a estar en paridad a 3 por dólar.
La revaluación del real fue determinante (junto con la del euro) para que aquí siguiera siendo competitivo el tipo de cambio que más interesa, que no es la relación vis a vis con el dólar, sino la relación de la moneda local con las de aquellos países con los que la Argentina comercia. Es lo que se conoce como tipo de cambio multilateral.
En los primeros nueve meses del año Brasil fue destino del 18 por ciento del total de exportaciones y origen del 33 por ciento de lo que importó el país, lo que arroja una participación en el total del intercambio comercial del 25 por ciento. Los respectivos porcentajes para la eurozona son también significativos aunque no tan elevados.
Lo anterior explica por qué a pesar de que el tipo de cambio unilateral con el dólar se está atrasando (la cotización del dólar sube menos que los precios), el tipo de cambio multilateral siguió ganando competitividad: aumentó algo más del 5 por ciento en los últimos doce meses y se ubica un 120 por ciento arriba del promedio que tuvo durante la convertibilidad.
Por supuesto que la competitividad de una economía no sólo depende del tipo de cambio. La mejor demostración es precisamente lo que sucede en el comercio bilateral con Brasil. Aunque el súper-real hizo que Brasil se encareciera notablemente respecto de la Argentina, el saldo de la balanza comercial no sólo les es favorable sino que incluso es cada vez más superavitario: pasó de 2911 millones de dólares en los primeros nueve meses del año pasado a 3276 millones en igual período de este año.
Es obvio que el rojo para la Argentina sería muchísimo más intenso si el real no se hubiese apreciado tanto. Como el dinero, el tipo de cambio no es todo, pero ayuda bastante. Obrigado, Brasil.
Otra prueba de que la competitividad no se agota en el tipo de cambio surge de los números globales del comercio exterior brasileño, que luego de varios años de constante revaluación luce un excedente anualizado de 43.000 millones de dólares.
Es un superávit gigantesco, pero que ha comenzado a deteriorarse lentamente, lo que empujó a algunos analistas a poner en duda la continuidad del súper-real. El último reporte sobre Brasil del banco de inversión Morgan Stanley concluye así: “La sostenida demanda interna debería causar que las importaciones continúen aumentando rápido, mientras que las perspectivas para las exportaciones es que aumenten más despacio. Si bien la balanza de pagos debería seguir siendo robusta, tememos que la caída en el superávit comercial pueda poner en cuestionamiento la fortaleza del real”.
Al día siguiente de ese informe el economista del BCP Securities, Walter Molano, escribió sobre el mismo tema un artículo titulado ¿Problemas en el Paraíso?, en el que no se muestra tan preocupado por la leve caída del superávit comercial como por el impacto sobre la balanza de pagos de la cuenta servicios (menciona como ejemplo la previsible merma del turismo argentino). El economista advierte que “un pequeño deterioro en las condiciones internacionales podrían detener la economía brasileña o incluso provocar un retroceso”.
Se dice que los economistas pronosticaron nueve de las últimas recesiones. Es una broma con bastante fundamento, especialmente si se refiere a profesionales del mundo de las finanzas que opinan sobre países no desarrollados.
De todas maneras, es tanta la contribución de la súper moneda brasileña a la competitividad del tipo de cambio argentino, que fuera de broma convendría estar atento.
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