Domingo, 8 de julio de 2012 | Hoy
DEBATE › FORTALEZA DE LA ECONOMíA
Por Ramiro Castiñeira *
En diciembre del 1983 Argentina arranca un nuevo ciclo democrático arrastrando la pesada carga de la deuda pública. En un mundo donde no se cortaba el crédito internacional a gobiernos de facto, Latinoamérica tomaba generosos préstamos a nombre del Estado. Argentina lideró ese frenético endeudamiento hasta llegar a estatizar la deuda externa privada en 1982. Cuando Raúl Alfonsín asume la presidencia en diciembre de 1983, la deuda pública era del 46,6 por ciento del PBI, contra el 13,8 que había alcanzado previamente al golpe de Estado de 1976.
Sobreendeudados, la suba de tasas de interés en Estados Unidos y menores precios de los commodities derivó en el default de México en 1982 y luego de los demás países de Latinoamérica. Si bien en la década de los 80 se negoció parte de la deuda externa, recién con el plan Brady, a principios de los ’90 retornó el crédito externo a la región. El plan Brady consistió en convertir los préstamos en default en nuevos bonos, que luego los bancos norteamericanos lograron vender al mercado y limpiar sus balances del riesgo latinoamericano. Dado que la operación se realizaba con gobiernos democráticos, se terminó por legitimar así la deuda externa contraída por dictaduras.
A la par, con las privatizaciones que en Argentina culminaron con la venta de YPF por cerca de 15 mil millones de dólares en diversas etapas, en los ’90 arrancó un nuevo ciclo de endeudamiento del Estado nacional. Entre 1993 y 2001, la deuda pública aumenta en 128 por ciento, al pasar de 63 a 144 mil millones de dólares, previamente al anuncio del default. El “corralón” y la necesidad de compensar a bancos por pesificación asimétrica lleva la deuda a un record de 191 mil millones de dólares para 2004.
En 2005 arranca un ciclo de desendeudamiento que todavía perdura. La exitosa renegociación de 2005 y 2010, sumada a la estatización de las AFJP y el pago de deuda, primero con superávit y luego con reservas, llevó la deuda pública en manos de acreedores privados y organismos internacionales a 82.694 millones de dólares a fin de 2011, equivalente al 19,3 por ciento del PBI.
De ese monto, según datos oficiales, 24.904 millones de dólares se adeudan a organismos internacionales, incluyendo el Club de París, a un costo que no supera el 3 por ciento anual. El resto alcanza los 57.790 millones de dólares, equivalente a 13,5 por ciento del PBI a fin del año pasado. De la deuda pública con privados, 9,6 por ciento del PBI está nominado en moneda extranjera (41.088 millones de dólares) y sólo 3,9 por ciento del PBI en moneda local (equivalente a 16.702 millones de dólares).
El Gobierno hoy dispone de reservas en el BCRA por encima de lo que adeuda a privados en moneda extranjera. Más aún, dado que difícilmente este año gatille un nuevo pago del Cupón PBI, el año entrante con 3600 millones de dólares el Gobierno logrará cubrir todo el servicio de la deuda en moneda extranjera, y en 2014 sólo necesitará 1600 millones de dólares si nuevamente no gatilla el cupón.
Si Europa finalmente “patea el tablero”, el impacto de la crisis internacional sobre las economías emergentes se magnificará en aquellos países que tengan un elevado nivel de endeudamiento en moneda extranjera, dado el posible estrangulamiento del crédito externo, junto con el derrumbe de las exportaciones. Argentina no evitaría la crisis, pero sí el colapso.
En suma, Argentina ya no dispone de las fortalezas de unos años atrás, pero tampoco tiene la debilidad estructural de décadas previas. La deuda externa fue una mochila que nació con la democracia y empeoró con la convertibilidad. Recién estos años pasó a ser un bolso de mano. El desendeudamiento ya es una realidad y transformó lo que antes era una debilidad, en una fortaleza
* Economista jefe de Econométrica.
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