Sábado, 31 de diciembre de 2011 | Hoy
OPINIóN
Por Mariana Vázquez *
El 20 de diciembre, Argentina asumió la presidencia protémpore del Mercosur, con el desafío de profundizar el proceso de transformación que comenzara, en el bloque, en 2003. El cambio de época, que nacía en aquel año con la llegada al gobierno de Lula da Silva y Néstor Kirchner, en Brasil y Argentina, respectivamente, no podía sino verse reflejado en un nuevo Mercosur.
El proceso de integración había tenido su génesis a la luz del Consenso de Washington y de las reformas estructurales que su implementación implicaba en cada uno de los Estados parte. Una agenda centrada principalmente en la liberalización comercial y una institucionalidad funcional a aquel objetivo fueron las expresiones más visibles de aquella etapa. Lula da Silva y Kirchner retomarían los objetivos de los proyectos más nobles de la historia del pensamiento latinoamericano de la unidad: autonomía y desarrollo, objetivos plasmados en el Consenso de Buenos Aires, firmado por ambos en 2003. A ello se sumaría el objetivo de la inclusión. Durante los años siguientes, lo nuevo se abriría camino entre lo viejo en el Mercosur, a veces transformándolo, a veces conviviendo con él.
Este cambio se manifestaría de cuatro formas diferentes:
1. La incorporación de nuevas agendas en el proceso de integración.
2. La transformación de viejas agendas a partir de nuevos objetivos políticos.
3. La creación de instituciones acordes a estos últimos.
4. La definición de nuevos posicionamientos en el escenario hemisférico.
Veamos ejemplos concretos de cada una de ellas.
La agenda cuya incorporación, en 2004, expresa el momento bisagra que se vivía es la que, en la jerga del bloque, se denomina “Mercosur social”. A partir de aquel año se ha avanzado sin pausa en la concreción de acuerdos políticos y acciones conjuntas en temas clave para los cuatro Estados parte, vinculados a la cuestión de la inclusión: economía social, explotación sexual comercial infantil, seguridad alimentaria y nutricional, entre otros. En 2011, está acumulación de casi ocho años se plasmó en el Plan Estratégico de Acción Social del Mercosur, que tiene un alcance mucho más ambicioso y debería comenzar a implementarse en 2012.
La transformación de agendas preexistentes tiene como ejemplo más notorio la dimensión sociolaboral. A partir de 2004, desde una previa concepción de mercado se avanzó hacia una perspectiva de derechos, que caracteriza de manera transversal esta nueva etapa. Vale destacar la aprobación del Plan Regional de Inspección del Trabajo o los acuerdos en seguridad social, que permiten la acumulación de los haberes jubilatorios de los trabajadores migrantes, garantizándoles un retiro digno antes improbable.
La creación de nueva institucionalidad tiene como protagonista al Parlamento del Mercosur, espacio regional como pocos para el fortalecimiento del diálogo político y la construcción de visiones y políticas comunes, a partir de afinidades políticas entre los/as parlamentarios/as del bloque que trascienden las fronteras nacionales.
Finalmente, el “NO al ALCA”. En relación con esta negociación, el Mercosur cambia su estrategia, siendo la Cumbre de Mar del Plata de noviembre de 2005 la expresión política de un nuevo proyecto de desarrollo, que presupone la autonomía que un acuerdo de libre comercio hubiera negado a los países de la región. Se trata a su vez del inicio de un proceso que daría lugar a nuevos avances en la construcción de la integración latinoamericana y caribeña, expresados en la creación de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).
Tal vez sea el momento de una sintonía fina en el Mercosur que garantice la irreversibilidad de estos cambios. Es importante que el bloque avance en la extensión de la perspectiva de derechos, de manera transversal, a todas las agendas de la integración. Esto se vería sumamente favorecido por una implementación ambiciosa del Plan de Acción Social. También es clave avanzar en los proyectos de integración productiva, que promueven un comercio equilibrado y alejan el fantasma del comercio de tipo centroperiferia en la región. Ahora bien, estos avances, como otros pendientes, requieren una institucionalidad diferente a la diseñada en la década del ’90, para otro proyecto de integración. La arquitectura institucional actual es un obstáculo para el desarrollo de los objetivos políticos que se ha dado el bloque en 2003: es la herencia de lo viejo cuya reforma se ha visto trabada en múltiples ocasiones en estos años.
Por último, una mayor legitimidad de la dimensión política del bloque, nacida de la elección directa de los Parlamentarios del Mercosur, aún pendiente en tres países, complementaría de manera virtuosa el hecho de que la política conduce ahora el proceso de integración, a partir de la acción de los/as presidentes.
El Mercosur ha de poder convertirse en uno de los propulsores centrales, a partir de su importante acervo, de la integración sudamericana y latinoamericana y caribeña expresada en todos los esfuerzos integracionistas que tienen lugar en la región en esta etapa
* Profesora de la Universidad de Buenos Aires.
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