Argentina a contramano
Por Julio Nudler
Anne Krüger tiene una teoría: que las crisis en los países emergentes (la Argentina es un caso en el que claramente está pensando) se generan porque los gobiernos no realizan las necesarias reformas estructurales, y seguirán posponiéndolas mientras no se los fuerce a efectuarlas. La actual número dos del Fondo Monetario enunció estas ideas durante una conferencia sobre las crisis financieras y cambiarias en las economías emergentes, donde la discusión giró en torno de un documento base preparado por William Cline.
La señora Krüger dijo algo más: que es preciso tener en claro en qué medida aprovechar los problemas de corto plazo (las urgencias) para resolver los de largo, como los déficit fiscales crónicos y la debilidad de los sistemas bancarios. Y expresó que las reformas (a imponer a través del FMI) deben ser más profundas cuando se trate de países con crisis recurrentes. Es decir: una cosa es Corea, que sufrió un patatús en 1997, y otra la Argentina, que periódicamente se desmorona.
Salvo la eliminación de la convertibilidad y, en gran medida, del tipo de cambio fijo, el resto del programa que intenta aplicar Jorge Remes no seducirá en el Fondo. Lo verán como un retroceso. Para Krüger, “la reforma del sistema bancario (en el sentido que Roque Fernández y Pedro Pou le imprimieron a partir de 1995) y la liberalización comercial (más apertura de la economía) deberían ser parte de la respuesta dada a la crisis”. Es obvio que, para este enfoque, el gobierno duhaldista avanza a contramano y no merecería apoyo.
Jacob Frenkel, el amigo de Domingo Cavallo, a quien éste contrató para que asistiera a la Argentina, sostuvo en el mismo debate que “el programa económico (con las reformas dirigidas a superar una crisis) no tiene por qué ser diseñado en la capital del país en cuestión”. Según él, el plan puede ser preparado por expertos en cualquier parte (Washington sería un buen lugar), pero luego el gobierno del país emergente deberá asumirlo como propio. Lógico.