Domingo, 30 de enero de 2005 | Hoy
ROBERTO FRENKEL, DIRECTOR DEL CEDES.
En los últimos tiempos hay cada vez más economistas preocupados por los supuestos efectos inflacionarios de la expansión monetaria que resulta de las compras de dólares por parte del Banco Central. Pero, ¿cuál es la relación entre dinero y precios? En los primeros años de la convertibilidad, entre 1991 y 1994, la cantidad de dinero se expandió 6 veces, con la inflación cayendo.
Si el mayor dinero circulante no es el resultado de un déficit fiscal –un gasto público excesivo– no veo cuál es el problema. Pensar que porque hay más dinero habrá más inflación es pensar que los papeles cambian la realidad. Eso es pura sanata monetarista.
¿Usted conoce a alguien que esté comprando bienes a futuro porque cree que los precios van a subir? ¿O que esté comprando dólares a futuro?
Los que están preocupados por la inflación deberían describir el mecanismo de transmisión que explica que más dinero provoca inflación, si no es metafísica.
En estas economías el mecanismo de transmisión principal de dinero a precios es el tipo de cambio: una disparada del dólar, por ejemplo. Pero hoy, al contrario, todo el mundo cree que el dólar va a caer, por eso venden dólares. Hoy no se crea dinero para financiar un exceso de demanda del sector público o de crédito, sino porque la gente vende dólares para comprar pesos, o saca los dólares del colchón para comprar ciertas cosas, como departamentos o campos.
Eso significa que puede haber ciertos aumentos de precios puntuales, como el valor de los departamentos o de los campos, pero no tiene nada que ver con la cantidad de dinero en circulación. Es un tema de expectativas de mercado sobre ciertos activos de la economía.
Por otro lado, no veo un problema de demanda generalizada, con cuellos de botella productivos. Distinto sería si hubiera un boom de crédito y presionara sobre sectores trabajando al máximo de sus posibilidades y que no hubieran expandido su capacidad instalada.
Tampoco se percibe presiones inflacionarias provenientes del mercado de trabajo. Entre 2004/2003, los salarios subieron 10 por ciento en términos reales, y el aumento de la productividad por hombre fue apenas menor. Todavía hay mucho margen para aumentar salarios.
Podrá haber sí un problema sectorial de empleo: los empresarios textiles, o de la confección, por ejemplo, se quejan de que no encuentran trabajadores especializados, pero tampoco ofrecen pagarles más.
Otro factor que podría reimpulsar la inflación sería un shock internacional, con la suba de los precios de los productos básicos de exportación, pero la tendencia apunta en sentido contrario.
Presas de una discusión como la que se quiere instalar acá, los brasileños están locos con la inflación y se equivocan. Con las tasas de interés altas sólo se benefician los acreedores y los rentistas, mientras se les apreció fuertemente el tipo de cambio.
En mi opinión, lo sensato sería mantener el tipo de cambio real competitivo, como hasta ahora. El Central podría seguir utilizando algunos mecanismos de absorción monetaria y se podría aplicar controles a la entrada de capitales a la chilena. Hay metas de expansión monetarias comprometidas con el FMI, pero nadie sabe cuál es la cantidad de dinero que debe tener esta economía. Ahora, si todos dicen hay mucho dinero dando vuelta, los empresarios van a aprovechar para empezar a remarcar. Lo esencial es no perder de vista el objetivo principal: mantener el tipo de cambio real.
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