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¿Cómo evalúa la actual fase de la crisis internacional?

–Una vez más los efectos de la crisis comienzan a abrirse. Estados Unidos experimenta recuperación, pero sin empleo. Europa, en cambio, continúa con caída de producción y con baja en el empleo. En Sudamérica, la crisis casi no le pegó. Pegó muy duro en los países que tienen un comercio muy atado al comercio con Estados Unidos, como México y América Central. Acá nos podemos sentir orgullosos porque el país tuvo una política muy autónoma durante esta crisis.

Algunos critican el grado de intervención del Estado.

–El Gobierno tiene muy buen nivel de inserción regional e internacional, en foros internacionales y de apertura de su economía. Sin embargo es un gobierno eminentemente regulacionista y autónomo. Es una combinación novedosa. Si se suman exportaciones e importaciones, la apertura económica es de un tercio del producto.

El financiamiento sigue siendo un condicionante para el crecimiento.

–El Gobierno tuvo dos políticas. Una de consolidación del mercado interno y de expansión fiscal, a partir de la obra pública, la asignación por hijo y el aumento de las jubilaciones. Pero también tuvo políticas ofertistas. La generación de confianza para elevar la inversión supuso el camino de sacar al país del default. Esa es una señal de oferta. En este caso hay una mezcla de heterodoxia y ortodoxia. Está claro que no creemos que el mercado pueda regularse solo.

¿El proyecto de nueva ley de entidades financieras es una buena alternativa?

–La ley de 1977 concibió a la Argentina como un distrito financiero único. Cuando en realidad lo que se hace es absorber fondos del interior para volcarlos a los grandes centros urbanos, en especial en la Capital Federal. Me resulta interesante lo que se presentó. Este es un debate que se viene y hay que llevarlo adelante