Domingo, 1 de agosto de 2010 | Hoy
EL CAMINO PARA ENFRENTAR LA CRISIS ALIMENTARIA
Por F. B.
En su libro Colonos y Cuestión Agraria en Australia, McMichael señaló: “La llave al desarrollo del capitalismo industrial en la Australia colonial se dio con la resolución política de la cuestión agraria a favor del capitalismo urbano. La ausencia de una resolución como ésta en muchos de los países del Tercer Mundo ha derivado en la ausencia de un mercado interno desarrollado e integrado.”
¿La situación que usted describe se ajusta al caso argentino?
–Es una buena pregunta. A ver, a diferencia de Australia, la Argentina fue colonizada originalmente durante el período de la España feudal, dando origen así a una oligarquía reaccionaria de tipo exportadora. Por el contrario, Australia fue colonizada durante el período del liberalismo británico, cuando la política económica que guiaba los parámetros de la ocupación de la tierra por parte de los colonos no favoreció a las oligarquías terratenientes de entonces. En Australia esto fue vital para que la cuestión agraria se resolviera en el siglo XIX, y lo hizo a través de la construcción de un Estado nacional liberal. Hecha esta observación, y llegado a este punto del siglo XXI, la resolución política de la cuestión agraria en países como la Argentina requiere de la eliminación o el debilitamiento del poder de las clases agroexportadoras, clases que por cierto combinan sectores terratenientes reaccionarios con corporaciones globales de los agronegocios.
En su libro explica el conflicto que se libró en Australia en el siglo XIX entre los productores de lana de la oligarquía pastoril orientados al mercado de exportación y al monocultivo, y las fuerzas sociales que buscaban la construcción de un Estado-nación capitalista autónomo y moderno. ¿Ese conflicto tiene semejanzas con el que se desató en 2008 en la Argentina?
–En efecto, me recuerda la lucha de aquella Australia. No obstante, hay una diferencia en los orígenes de las oligarquías y en los patrones de poblamiento y entrega de tierras entre los dos países que quisiera remarcar. En el caso australiano, se dio durante el ascenso de la hegemonía británica en su forma liberal, ascenso que imprimió rasgos característicos a la colonización. El tipo de ocupación de tierras permitió desde un comienzo la conversión de los colonos en mano de obra y no en propietarios.
–¿Este fue el motivo por el cual la oligarquía agraria de Australia fue menos reaccionaria y poderosa que su par de la Argentina?
–Sí. Esta sería con toda seguridad una explicación y tiene que ver con el análisis de Marx en lo referente a la “colonización sistemática” (como la ocurrida en Australia). La otra explicación se relaciona con la composición específica de la denominada “oligarquía pastoril” australiana, la cual incluía a los squatters, o colonos ilegales, quienes si bien ocupaban las posesiones de la Corona (más allá de las fronteras), en realidad no eran dueños de la tierra. En fin, ambas cuestiones hicieron que la oligarquía pastoril en Australia fuera absolutamente más endeble que las oligarquías beneficiadas con las leyes semifeudales de entrega de tierras en la Argentina durante la colonización española. En otras palabras, las fuerzas reaccionarias que participaron del conflicto vinculado a la cuestión agraria en la Australia colonial fueron más débiles que las oligarquías latinoamericanas y, específicamente, que las de las regiones húmedas de la América del Sur.
¿Qué hay de las materias primas que producían? Es decir, que los productos de exportación fueran lana, algodón o trigo, ¿acaso no determinó también el poder relativo de las oligarquías en Australia y la Argentina?
–En gran parte sí. Visto como commodity planetario, la lana no fue tan significativa como el algodón u otros cultivos para los antiguos regímenes en América en general y en América del Sur en particular.
¿Cómo se lucha por la soberanía alimentaria con la presencia de estas oligarquías vinculadas al agro?
–Derrotar el poder comercial y político de las clases agrarias oligárquicas implica movilizar a la sociedad civil para transformar la política estatal hacia el sector, de tal manera de sostener y ampliar los derechos de la tierra y los subsidios a los pequeños y medianos productores. Implica también desarrollar políticas alimentarias netamente populares –incluyendo la creación de reservas nacionales de alimentos– que favorezcan a los agricultores familiares y permita redirigir la producción alimentaria desde una visión focalizada a alimentar a consumidores distantes, por otra focalizada a proveer de nutrientes y alimentos a la población local
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