Domingo, 26 de septiembre de 2010 | Hoy
INGENIERO OSVALDO OTTAVIANO
Director ejecutivo de la Fundación Metas Siglo XXI
“Este tipo de obras son una forma óptima para combatir la pobreza estructural, en tanto ofrecen oportunidad de trabajo sostenido para personas con dificultades para la inserción laboral. Dado el crecimiento sostenido que viene teniendo la economía, lo óptimo sería un programa de largo plazo como para construir en diez años 13.000 kilómetros e integrar así una red de 15.000 kilómetros, que conecte todo el país con una infraestructura segura y eficiente. El avance de los últimos años es auspicioso, ya que era un tema congelado. Ahora el sistema se está aceitando y comienza a tomar un ritmo interesante. Por ejemplo, al fin se está terminando la autopista Rosario-Córdoba, de más de 400 kilómetros, que lleva diez años de construcción. Este tipo de obras son complejas de desarrollar. Un ejemplo es el caso de la autopista Pilar-Pergamino, que tuvo que volver a licitarse porque la empresa no cumplía con el contrato. Así se perdieron cinco años. Encima esa empresa comenzó a cobrar peaje antes de realizar la obra, una locura. No estoy de acuerdo con los que afirman que hay que dedicar ese dinero al ferrocarril. Son dos transportes complementarios. La complementación de las redes ferroviarias y las autopistas hay que pensarlas más allá del mapa, en relación con la función que cumplen. El ferrocarril es excelente para el transporte de larga distancia de cereales a granel y para el transporte de pasajeros; especialmente en los grandes centros urbanos, pero no así para el transporte de mercaderías a menos de 200 kilómetros ni en el caso de los insumos para empresas que trabajan con el sistema just in time y mucho menos para el caso de las mercaderías que requieran su traslado puerta a puerta, como los lácteos y todos los demás productos perecederos que no admiten ser estacionados en su proceso de transporte.”
INGENIERO ROBERTO AGOSTA
Director del Departamento Transporte de la Facultad de Ingeniería de la UBA
“En general, mi opinión respecto de estas obras es positiva, ya que la Argentina posee un retraso notable en materia de infraestructura de transporte que es necesario revertir si queremos que nuestra economía sea competitiva. La situación de atraso en materia de infraestructura de transporte requiere la construcción de autopistas con urgencia si queremos lograr que nuestra economía sea competitiva. Y éste es el primer gobierno que toma nota de la importancia del tema, dándole el presupuesto que merece y gestionándolo con eficacia. Aunque los objetivos de seguridad se pueden conseguir con obras más baratas y rápidas que la construcción de autopistas, como la pavimentación de banquinas. Las autopistas no se construyen con criterios de integración o conectividad, sino de demanda, donde el tráfico sea mayor, donde la ecuación costo-beneficio y el análisis específico justifiquen su construcción. Por eso se centran en las rutas 7, 9 y 14. Mientras que la pavimentación de caminos de tierra sí busca garantizar la accesibilidad, las autopistas cumplen otra función: reducir la congestión. Actualmente hay cerca de 4000 kilómetros de caminos en la Argentina con un tránsito superior a los 4500 vehículos diarios que justifican la duplicación de la calzada. Además, en los próximos años otros 2000 a 3000 kilómetros de caminos van a estar en la misma situación. Por lo cual es necesario armar un esquema de prioridades. El transporte automotor y el tranviario no son sustitutos, sino complementarios. El ferrocarril de trocha ancha, con excepción del Belgrano, transporta en la actualidad más que en los últimos 50 años. Su uso es excelente para el transporte de granos, no obstante, el tren puede cumplir más roles y tiene que hacerlo.”
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