Domingo, 13 de marzo de 2016 | Hoy
Por Enrique M. Martínez *
Una persona pública que fallece cerca de los 90 años de vida tiene muchas facetas por las cuales recordarla y, en este caso, elogiarla. Con Aldo Ferrer, en particular, es importante ser preciso, para que sobre todo los jóvenes tengan claras las razones para revisar una y otra vez el legado de su pensamiento, que por suerte quedó volcado en una obra coherente y consistente de muchos volúmenes, a lo largo de décadas.
El centro no está en su larga lista de funciones públicas y académicas. Está en haber fijado las prioridades con entera claridad y haberse ceñido a ellas con firmeza.
Primero: el país y la calidad de vida de sus habitantes. Luego: los vericuetos y condicionantes de la teoría y la práctica económica.
Ese orden de jerarquía le permitió promover –durante un gobierno de facto– la ley de Compre Nacional que ha sido desde entonces, hace más de 40 años, una piedra en el zapato de los intereses multinacionales. Casi nunca se la respetó, ni siquiera en parte. Sin embargo, cuando hay que hacer referencias a acciones estructurales de base para defender la producción nacional, esa ley aparece como el faro intelectual.
Lo mismo pasa con la idea de Vivir con lo Nuestro, bastardeada sin piedad por quienes creen que perseguir el lucro le da sentido a la vida, cuando Aldo demostró al derecho y al revés, sin retroceder ni en solvencia académica ni en soberanía, que la Nación está por encima de los dueños del capital; ni qué decir si esos dueños viven en ignotas playas y ni conocen nuestra geografía.
Nuestros jóvenes economistas o políticos y los que vendrán deberán asumir plenamente esa concepción estructural que este maestro cultivó y perfeccionó toda su vida, en que el destino de la comunidad está ante todo; en que los equilibrios macroeconómicos son una medida de calidad de gestión, pero no un fin superior.
Dolorosamente, Aldo Ferrer no deja una escuela de pensamiento. Deja una sostenida corriente de admiración por su coherencia, pero no es correspondida con las vocaciones de tomar el testimonio, que quedan por ahí. La manipulación mediática, la presión por considerar que la globalización concentrada es el escenario definitivo, que solo queda discutir tasas de interés y porcentajes de déficit o superávit primario, pareciera ser una ola de tsunami, a la cual navegar o debajo de la cual sucumbir.
Sin embargo, tal vez lo anterior sea una mirada demasiado escéptica. Como es cierto que los pueblos no se suicidan, volverán a esgrimirse los argumentos de Aldo, aún sin atribuírselos, o hasta sin conocer su origen en detalle, cada vez que un grupo social quiera marcar el camino de defensa de su condición básica de existencia. Poner la economía al servicio de la vida –ni siquiera de la política– es la síntesis de su tránsito.
* Ex presidente INTI, coordinador del Instituto para la Producción Popular.
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