Domingo, 2 de octubre de 2016 | Hoy
INFORMES DEL FMI
Por Andrés Pizarro *
Los economistas son pésimos matemáticos. La matemática detrás de los modelos econométricos es poco elegante y simplista, en comparación a la de otras disciplinas. Las premisas de los modelos se alejan tanto de la realidad que bordean en lo absurdo y las posibilidades de contrastar estos ejercicios matemáticos es inexistente. Lo que contradice las prácticas más básicas de las ciencias exactas.
Paradójicamente, desde los años 70, fecha en la que triunfa el monetarismo en la academia como teoría económica oficial del mundo en vías de globalización, los economistas se pretenden más y más científicos. Además se termina de imponer la matemática como instrumento básico de la económica, a tal punto que los cursos de microeconomía consisten fundamentalmente en resolver una serie de problemas matemáticos, alejados a la economía real o del comportamiento humano.
En este contexto es que el economista en jefe del FMI anunció en un documento oficial de la institución, con el título de Errores en el Pronóstico de Crecimiento y Multiplicadores Fiscales, que se habían equivocado. Antes de leer el documento, se puede pensar que la institución estaba haciendo un mea culpa. Se había dado cuenta que las medidas de austeridad que había impuesto a Europa a cambio del salvataje financiero de los bancos europeos, no había funcionado. Se había dado cuenta que justamente las medidas de austeridad habían provocado que el desempleo haya alcanzado un récord histórico en España, que Grecia haya vivido la crisis más profunda de su historia, que Irlanda esté sumergida en una introspección depresiva, que la Unión Europea esté a punto de la implosión, y que los europeos les esté quedando elegir entre la emigración y el suicidio. Además que el FMI se había arrepentido de las políticas económicas que había ayudado a idear para América Latina, y que habían sido impuestas a sangre y fuego por las dictaduras cívico–militares del continente; políticas económicas neoliberales amparadas por el mal llamado Consenso de Washington, aplicadas bajo el chantaje de un tratamiento amigable de la deuda externa. Políticas que produjeron las más grandes transferencias de renta del trabajo al capital, de las pymes a los grupos económicos concentrados, del sector público al privado, en procesos de privatizaciones corruptos, y que disminuyeron el poder regulador del Estado. Políticas económicas que contribuyeron a que la década del 80 se denomine “la década perdida” en América Latina, y que en la década del 90 provocaron la exacerbación de las desigualdades, y el aumento la pobreza. Políticas económicas, que acabaron provocando trágicas crisis económicas y sociales en Argentina, Brasil, Ecuador, Bolivia, Venezuela y Uruguay. Mientras tanto el FMI halagaba a los gobiernos que aplicaban estas políticas y no preveía el advenimiento de ninguna de las crisis.
Pero en ese informe, Olivier Blanchard, economista en jefe del FMI, señala que en los pronósticos del FMI utilizaron multiplicadores fiscales de 0,5, cuando en realidad la cifra sería de 1,5, lo que significa que por un dólar que recorta el Ejecutivo de su presupuesto cuesta a la economía del país 1,5 dólares. Es decir, un error matemático de 1 a 3, en el modelo econométrico que predice el efecto de la reducción del gasto fiscal. Ver los estragos de las reducciones de gasto fiscal impuestos a Grecia, no hizo que se inmutara Blanchard, los suicidios españoles tampoco. Las tragedias humanas que se multiplicaban no le dieron ninguna pista sobre el efecto que causaban sus recomendaciones. La destrucción de la economía y de la vida de cientos de miles de personas, no fueron indicio suficiente para que alguien en el FMI reconsideraran las políticas recomendadas.
Los economistas del FMI además de ser pésimos en matemáticas son sordos y ciegos.
* CEPA. Licenciado en Administración (UBA), maestrando en Economía Política (Flacso), doctorando en Desarrollo Económico (Unqui).
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