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Domingo, 19 de octubre de 2003

TESTIMONIOS: VIVIR SIN JUBILACION

Luis Mafud 78 años
“No pude aportar”
“Trabajé como vendedor ambulante hasta los 75 años. Me gané la vida vendiendo desde pulóveres hasta verduras, pero nunca pude aportar para la jubilación. Estoy en el PAMI y el médico me da las recetas para los remedios con descuento, pero no tengo plata para comprarlos. Vivo con mi señora Inés en un departamento que es nuestro, pero debemos cuatro meses de expensas. Tampoco pudimos pagar el gas y ahora tenemos miedo de que corten el servicio. Tengo un sobrino que cuando puede nos ayuda, pero no está pasando un buen momento. También nos da una mano una ex vecina, pero viene cada tanto y no la quiero llamar porque me da vergüenza. Apenas nos alcanza para comer arroz, fideos y papa. Estoy esperando la pensión por vejez. Me dijeron que va a salir, pero que tengo que tener un poquito de paciencia porque hay mucha gente como yo”.
Pedro Roldan 76 años
“Aporté 10 años”
“Comencé a pedir la pensión por vejez en septiembre de 1997. Hice todos los trámites y nunca pasó nada. Hace unos meses fui por última vez al Ministerio de Desarrollo Social y me dijeron que en cualquier momento salía porque ya estaba todo firmado, pero todavía sigo esperando. Por suerte mi señora trabaja cuidando ancianos y con lo que cobra vamos tirando. Yo aporté durante diez años porque trabajé en la fábrica de productos químicos Anilinas Alemanas y en la empresa de ascensores Otis, pero no pude completar los años para jubilarme. Después trabajé como taxista y en un puesto de la costanera. Ahora salgo seguido a buscar trabajo. Me ofrecí para acomodar coches en un garaje y como peón de cocina en restaurantes. Lo que quiero es ayudar a mi señora porque ella trabajó cuarenta años en una casa de familia y ahora debería poder descansar”.
Clemira Frias 77 años
“No se acostumbraba”
“Soy tucumana y durante muchos años trabajé en Villa Quinteros pelando cañas y cargándolas en los carros que iban para el Ingenio San Ramón. En el año ‘58 me vine a Buenos Aires porque acá se ganaba mejor. Me tomaron en una casa de familia como empleada doméstica. Trabajé hasta los 60 años, pero nunca me hicieron los aportes porque no se acostumbraba. Ahora, vivo en una casilla en el fondo de la casa de mi hijo en Barrio Sarmiento, pero él no me puede ayudar porque tiene una incapacidad y no puede trabajar. Quisiera poder cobrar una pensión porque tengo muchas necesidades. Hace siete años inicié el trámite. Iba todos los meses a preguntar y me decían ‘quédese tranquila abuela que ya está’, pero son todos cuentos porque nunca me llegó nada. Mi nieto fue a preguntar hace poco y le dijeron que tenía que esperar, pero no tengo tiempo para esperar.”

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