Marcelo Lombardero presentó su primera puesta en escena en el Teatro Colón en 1995. Una década después, fue nombrado director artístico de ese teatro, cargo que ocupó hasta la asunción de las nuevas autoridades de la ciudad. El actual director del Colón, Horacio Sanguinetti, recientemente cargó las culpas de la situación actual del teatro –demora en las obras de restauración, falta de programación, parálisis de parte de los cuerpos estables– al hecho de haber recibido “un teatro destruido”. Lombardero dice: “No querría contestar argumentos de mala fe y dar entidad a aseveraciones sin fundamento. Lo único que puedo decir al respecto es que entregamos el teatro el 12 de diciembre de 2007 y que hasta ese momento las obras de remodelación continuaban. Sobre todo, puedo responder en cuanto a lo artístico, dado que ése era mi papel en la dirección. Realizamos una temporada 2007 que, más allá de no contar con la sala, fue cumplida en tiempo y forma, salvo un tramo final que se vio afectado por las incertidumbres administrativas causadas por la transición. Habíamos dejado armada y presupuestada una temporada 2008 donde figuraban, entre otras cosas, dos coproducciones internacionales, y las cuentas del teatro estaban al día, sin deudas de contratación y con un respiro presupuestario infrecuente. Entregamos el teatro habiendo recuperado la confianza interna, de sus trabajadores, y externa, con una gira internacional realizada y convenios en puerta. Durante la transición, hicimos esfuerzos por comunicarnos con las nuevas autoridades pero no tuvimos éxito; nos hubiera gustado colaborar pero sólo recibimos como respuesta las declaraciones públicas de desprecio por lo que habíamos hecho. En cuanto a las supuestas autoprogramaciones que yo habría realizado, contestar y tener que justificarme en algo tan obvio hasta me da vergüenza. Cuando se contrata un artista para dirigir un teatro, se espera de él que realice su obra dentro de la casa y no fuera de ella. Sin establecer comparaciones, sería absurdo que Béjart, Muti o Pina Bausch no hubieran hecho sus obras en los teatros que dirigieron. No veo por qué yo podría dirigir en cualquier teatro del mundo menos en el de la ciudad en que nací, donde, por otra parte, varias de mis puestas fueron ad honorem”.