Viernes, 28 de noviembre de 2008 | Hoy
MUSICA › EL BAJISTA DANIEL CASTRO, AHORA SOLISTA
Compartió discos y escenario con David Lebon, Skay, Fricción y Vicentico, entre otros. Con Milagro de pueblo demuestra que también puede solo: “Simplemente dejé salir lo que venía”.
Por Cristian Vitale
Uno de los laderos más consecuentes de Astor Piazzolla, Horacio Malvicino, gustaba darle una vuelta a la máxima de Alberto Williams. La música, para él, era el arte de combinar los horarios. Viene al caso: Daniel Castro, experimentado bajista de sesión, tuvo que esperar tres años para sintonizar agendas y tener, en su disco debut, a los músicos que quería tener. “Fue lo más estresante –confiesa–, el mayor problema era que los músicos pudieran venir al estudio en los momentos en que el estudio estaba disponible.” Castro, en cuyo background se rastrean trabajos con Skay, David Lebon, Fricción, La Chilinga, Javier Calamaro y, en especial, Vicentico, usufructuó el retorno de Los Fabulosos Cadillacs –y la disponibilidad del resto– para cortarse solo y ultimar los detalles que dieron vida a un exquisito trabajo instrumental: Milagro de pueblo. Un combo de diez temas propios –en composición y arreglos–, en el que bossa nova, folklore y funk se fusionan para dar lugar a la libertad.
“Siempre laburé atrás de personajes, y ahora tengo que poner la jeta yo”, se ríe, a punto de mostrar sus canciones el 10 de diciembre en la sucursal Saavedra de la escuela de percusión de La Chilinga (Ruiz Huidobro 4212). El título del disco corresponde a la vieja canción del disco Brumas, de Aquelarre (1973). Entonces, Castro andaba por los 15 años y ya se interesaba por los entramados sonoros que proponían Del Guercio y compañía. “Me pegó cuando aún era un aficionado al bajo. Me interesó que sea un tema con dos solos de guitarra, que cambie de ritmo varias veces... es como una especie de aventura musical. En el fondo, creo que mi disco también pasa por un montón de estadios. De ritmos, timbres y formas distintas”, señala.
–Sin embargo, también denota una unidad conceptual frente a esas variaciones: un tratamiento despojado en cada tema, una búsqueda de la transparencia musical más que de las formas.
–Es lo que me pasó cuando lo compuse. En ningún momento quise forzar nada... incluso, muchas veces les saqué a los temas cosas que estaban grabadas en lugar de grabarles más. Me gusta que los instrumentos suenen naturales y que la interpretación de cada músico se pueda disfrutar. Para que ocurra, no hay que llenar el espacio de sonidos, notas y golpes. Los tipos que tocan transmiten emociones, y yo quería que se escuchara eso: la respiración de la composición, los matices de cada uno.
–¿Por qué instrumental?
–A medida que componía los temas, sentía que las voces líderes estaban en el disco: hay momentos en que muchas melodías son tocadas por el bajo, otras por las guitarras... sentí todo el tiempo que ésas eran las voces que cantaban. Nunca me planteé otra cosa. Todo obedece a la estética que me salió de adentro, y en ningún momento quise forzar algo como poner un cantante o una trompeta. Simplemente dejé salir lo que venía y lo ordené un poco.
Castro fue autodidacta. Se hizo tocando en bandas de rock de su barrio, San Fernando, hasta que David Lebon lo eligió –audición mediante– para integrar la banda que grabaría Si de algo sirve y 7 x 7. Mediaban los ochenta. “Cuando el Ruso me eligió, me di cuenta de que me faltaba estudio: compré un piano y me puse a estudiar armonía. La experiencia con él no sólo fue tocar con un tipo grosso... se me revelaron un montón de cosas en la cabeza. Por suerte, lo hice a tiempo”, cuenta. Después le llovieron propuestas, hasta que anidó en la plataforma latina de Vicentico. Grabó con él tres discos (Vicentico, Los rayos y Los pájaros) y es el bajista que aparece, exacto y concentrado, en el DVD que el Fabuloso grabó en el Luna Park. “Vicentico me permite ser yo cuando toco, nunca estuve obligado a hacer algo que no me gustara. El solo pone ciertas pautas y los músicos, después, vamos componiendo lo que hay que tocar. Otorga una libertad interesante que te enriquece a nivel expresivo... por eso, al momento de grabar mi disco y de dirigir los arreglos, aproveché una posición similar de dejar hacer al músico.”
–¿Con Skay fue lo mismo?
–Fue una experiencia muy corta, porque sólo grabé las canciones del primer disco (A través del mar de los Sargazos). Los bajos ya estaban demeados y lo que hice no fue tocar igual sobre eso, sino hacer una interpretación bastante justa y amalgamar con el baterista. En ese caso, los tres encontramos los puntos más rendidores. Sí, fue distinto.
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