Viernes, 12 de diciembre de 2008 | Hoy
TEATRO › ROMAN CARACCIOLO Y EXPEDIENTES, EN EL ENCUENTRO TEATRO DEL PAIS
La adaptación de la obra de Marco Denevi, que se presenta esta noche en el Teatro Cervantes, pone el foco en un individuo atrapado “en la ilusión de seguridad que da tener un empleo dentro de ese sistema”, dice el director.
Por Hilda Cabrera
¿Cómo escenificar un texto sobre la burocracia sin perder el humor ni bajar línea? Lo intenta el director Román Caracciolo en Expedientes, una de las dieciocho obras incluidas en el encuentro Teatro del País que puede verse hoy, a las 21.30, en el Teatro Nacional Cervantes, en Libertad 815. El encuentro forma parte del plan de coproducción federal del que participan elencos provinciales y directores que habitualmente desarrollan su actividad en Buenos Aires. La puesta de Caracciolo es adaptación de Los expedientes, título original (y estreno de 1956, en el Cervantes) de la pieza escrita por el novelista Marco Denevi (fallecido en 1998), recordado autor de Rosaura a las diez, Ceremonia secreta y el ensayo La república de Tapalanda (1989), de quien se conocen escasos textos para teatro: El emperador de la China, Cuando el perro del ángel no ladra y El cuarto de la noche. Para que la burocracia no reste humor ni raciocinio, Caracciolo decidió no poner el acento en esa máquina generadora de obstáculos sino en la peripecia de un individuo atrapado, “en la ilusión de seguridad que da tener un empleo dentro de ese sistema y –aclara– en cuánto se está dispuesto a entregar para mantener esa ilusión”.
–¿Algo así como meterse con el miedo a perder que –se dice– hace perder?
–No desconozco la realidad ni la falta de trabajo, pero mi pregunta tiene sentido, porque tener un trabajo dentro del orden burocrático no es garantía.
–Alguna vez se pensó que sí, y era común aspirar a un empleo público o trabajar en un banco, por ejemplo.
–Se pensaba que era para toda la vida y sólo quedaba esperar a jubilarse. Este es un mal que nos viene de siglos, de modelos del imperio español con sus aduanas interiores... ¿Qué mejor empleo para aquellos españoles que el de una aduana? En Expedientes me interesó ver hasta dónde la burocracia nos marca la vida de todos los días, porque mientras no tomemos conciencia de esa intromisión no habrá cambio. Por eso también la síntesis: quise centrar la obra en las vivencias del protagonista, de modo que de los veinticinco personajes del texto original dejé sólo cinco, y la versión no pasa de los 50 minutos. Mi propósito es indagar en el grado de responsabilidad que nos cabe a cada uno en esto de alimentar o debilitar ese sistema.
–¿La burocracia es básicamente producto de una cultura?
–Es inherente al humano y no a una cultura determinada. Buscamos la seguridad y, si no la tenemos, nos esperanzamos con alcanzarla de alguna manera. La anécdota de Expedientes se refiere a la falsa ilusión de seguridad y felicidad que sentimos al lograr algo. A uno seguramente le pasan muchas cosas negativas en la vida, pero las soporta imaginando que en algún momento será feliz.
–¿Cuál es el equivalente escénico de esa actitud?
–En el plano estético me decidí por la caricatura, porque la burocracia es un tema muy conocido y no hay mucho para inventar. Exageré algunos rasgos trabajando con las luces. En esto me acompaña el iluminador Ricardo Ramón Guzmán. Las escenas se nos aparecían a la manera de viñetas de una historieta.
–¿Cómo fue su experiencia con el elenco?
–Organizamos el casting en Catamarca. María Pessacq y Aldo Rubén Zamora son actores; Pablo “Polo” Robledo es locutor en una FM de Catamarca y Julio Ariel Larcher y Angel Omar Varela tienen otras profesiones: camarógrafo y maestro. Los actores no son profesionales, pero demuestran talento e interés por el trabajo. Se nota la casi imposibilidad de crecer profesionalmente en la provincia: hacer teatro queda para los fines de semana; los otros días se trabaja en otra cosa. Esto sucede en casi todo el interior.
–¿Y en Buenos Aires?
–Se da en algunos casos. Es diferente cuando uno empieza su carrera, pero cuando llega el momento de decidir qué hacer en la vida, se pone difícil. La frecuentación del material es lo que le da a uno categoría de profesional. Por eso este encuentro es una oportunidad para los actores, y para mí también, porque uno, como director, va con lo que sabe, pero encuentra otra realidad y debe adaptarse rápidamente.
–¿Qué encontró en Catamarca?
–Un elenco que se brindó totalmente. Estrenamos en una sala distinta a la del Cervantes. Una primera diferencia es que la caja de la sala Ezequiel Soria es blanca y la Caviglia negra, y que en aquella sala en declive el espectador ve el escenario desde abajo y aquí desde arriba, porque se lo ubica en gradas. Otra vez la ilusión de seguridad puesta a prueba. En este caso, la mía.
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