espectaculos

Sábado, 24 de enero de 2009

TEATRO › ENTREVISTA A LA ACTRIZ CLAUDIA LAPACO

“No me gusta hacer la fácil”

Estrenó en el Maipo Club Tres viejas plumas, de Claudia Piñeiro, donde encarna al espíritu de una madre muerta. En 50 años de carrera, recorrió todos los géneros. “Pasé de una cosa a la otra con mucha naturalidad porque siempre me gustó probar cosas nuevas”, dice.

 Por Cecilia Hopkins

“En el imaginario de la gente quedé como vedette porque me vieron bailar en Sábados circulares o con Gasalla, pero hice mucho teatro”, afirma Claudia Lapacó, que acaba de estrenar en el Maipo Club (Esmeralda 443) Tres viejas plumas, obra de Claudia Piñeiro (ver recuadro) bajo la dirección de Marcelo Moncarz, junto a Adrián Navarro, Marcos Montes y Julio López. En realidad, a lo largo de los 50 años de carrera que acredita, Lapacó pasó por todos los géneros y medios: hizo cine, televisión (desde El amor tiene cara de mujer hasta Resistiré), comedia musical, café concert y teatro, a secas. “Pasé de una cosa a la otra con mucha naturalidad porque siempre me gustó probar cosas nuevas. Además siempre pensé que el actor debía saber cantar y bailar”, resume en una entrevista con Página/12. Y si bien en algún período tuvo menos ofrecimientos de trabajo, hoy festeja contar con más tiempo “para darme el lujo de hacer teatro muy seguido”. Lo último que estrenó fue Los monstruos sagrados, de Jean Cocteau, bajo la dirección de Rubén Szuchmacher. En Tres viejas plumas subió a escena con un personaje completamente distinto.

Hija de una francesa y de un ingeniero químico que vivió 20 años en París, Lapacó nació en Buenos Aires a poco de que la familia se trasladara al país. Su interés por el teatro se despertó muy pronto, a los 5 años. De adolescente decidió ser bailarina clásica, pero no consiguió entrar en la escuela del Teatro Colón: “Pienso que me hicieron un favor –acepta hoy–, porque toda la vida bailé y canté, pero actuando”. Así, su formación teatral comenzó con Sarah Bianchi y siguió con Hedy Crilla antes de que la maestra austríaca se pusiera de moda entre los más renombrados actores y directores de fines de los ’60. Antes de los 18 años ya hacía teatro independiente, ámbito que sólo abandonó por una obra que ella misma luego determinó que no era lo que deseaba hacer. Hizo teatro en francés con el Teatro Universitario Franco-Argentino y hasta actuó en la mítica Carpa de Petrone, en el barrio de Once, en Un guapo del 900, de Eichelbaum.

En Tres viejas plumas, Lapacó interpreta a la madre –ya fallecida– de una familia compuesta por un bicicletero cascarrabias y dos hijos, uno de los cuales se fue de adolescente de la casa y regresa apenas comienza la obra. “El hijo vuelve y este hecho es el detonante de la obra”, señala la actriz, que destaca el hecho de que la pieza se estrene en un ámbito reducido, como el Maipo Club: “Es el lugar ideal –se entusiasma Lapacó–, porque esto es teatro puro, con cuatro actuaciones distintas que tienen el mismo peso. Y en una sala grande hubiese sido otra cosa”, concluye.

–¿Qué personajes prefiere interpretar? Hizo muchos papeles de madre comprensiva...

–En Resistiré, todos a mi alrededor tenían personajes muy jugosos y a mí en la calle sólo me decían: “Ay, yo querría tener una madre así de buena”. Así que me dije: “¡Basta de madres buenas!”. Por suerte, en Doble vida tuve el mejor de mis roles en televisión: nadie se imaginaba que yo podía hacer de una mujer vulgar y violenta.

–¿Le interesa más interpretar personajes opuestos a su modo de ser en la realidad?

–Hacer lo que a uno le sale fácil no es algo que me gusta. Creo que lo perverso y siniestro tienen un costado muy interesante para que lo encarne una persona humanamente noble, como yo creo que soy. De todas formas, esta madre es diferente a las otras madres buenas que hice anteriormente.

–¿Por qué lo dice?

–Por empezar, porque está muerta. Y esto ya le da al personaje una pátina diferente ante los demás. Ella está ahí, pero no la oyen ni la ven. Y ella no puede involucrarse en una pelea, así que está distante, aunque muy presente. Está escuchando casi todo el tiempo, y esto no es fácil de hacer. En los últimos años hice roles extraordinarios, en los que llevaba la voz cantante. Como en Los monstruos sagrados, donde no paraba de hablar. Acá soy un espíritu y hacerlo exige mucha concentración: no puedo arreglarme ni el pelo ni el vestido, porque ese personaje está más allá de todo. Tampoco puedo emocionarme, porque se puede notar. Es muy difícil, aunque todos los roles lo son hasta que el actor no sabe cómo lo va a transitar.

–¿Es su costado poético lo que más le entusiasma de Tres viejas plumas?

–Lo que me gusta de esta obra es la filosofía de vida que tiene la madre, una mujer muy simple que no perdió nunca la alegría, a pesar de haberse casado con un hombre que podría haber sido más bueno. Habla de las bicicletas con mucho cariño, porque extraña imaginar las historias de vida que cada una encierra. A mí me gusta transmitir cómo es este personaje: hay mucha gente que se aferra al dolor, al rencor, al pasado, en lugar de disfrutar de la vida. La muerte es un hecho irreversible, por eso hay que aprovechar con alegría todos los momentos y aceptar lo que es irreversible. Ella sabe que las personas no son como las bicicletas que pueden rodar eternamente: “Nadie sabe cuántas vueltas tenemos en el reparto”.

Compartir: 

Twitter

“Un día me dije: ‘¡Basta de madres buenas!’”, señala Claudia Lapacó.
Imagen: Pablo Piovano
SUBNOTAS
 
CULTURA Y ESPECTáCULOS
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.