Martes, 4 de octubre de 2011 | Hoy
TEATRO › FEDERICO OLIVERA, DRAMATURGO, DIRECTOR Y PROTAGONISTA DE VOLVERTE A VER
El autor de Matar el pensamiento vuelve a hacer foco en un matrimonio en crisis, en este caso compuesto por una artista plástica que no logra vender sus obras y un escritor que no consigue encontrar argumento para una nueva novela.
Por Cecilia Hopkins
Con el reciente estreno de Volverte a ver, Federico Olivera vuelve a dirigir un texto propio, luego de su participación como actor en Conversaciones después de un entierro, de Yasmina Reza, y en Hamlet, bajo la dirección de Manuel Iedvabni. La primera experiencia de Olivera como director de una obra de su autoría fue en 2004, cuando estrenó Matar el pensamiento, sobre los deseos y frustraciones de una pareja que, jaqueada por las deudas, sobrevive tomando ansiolíticos. La nueva propuesta también gira alrededor de un matrimonio en crisis, en este caso compuesto por una artista plástica que no logra vender sus obras y un escritor que no consigue encontrar argumento para una nueva novela, a pesar de haber cobrado parte de sus honorarios por adelantado. Mientras que ambos sufren las presiones de su entorno (la marchand de Ana y el editor de Rafael entran y salen de la casa de ambos), la aparición de un vendedor de seguros dinamiza la situación: en tanto ella retoma el contacto con su pasado y refuerza su imaginación creativa, el escritor sale de su parálisis inspirándose en ciertos detalles de la vida del intruso. La obra está presentándose los sábados a las 23 en El Portón de Sánchez (Sánchez de Bustamante 1034), con un elenco integrado por Valeria Lois, Marcos Ferrante, Claudio Martínez Bel, David Masajnik y Paz Guerrero.
Olivera, quien realiza las puestas en escena de las presentaciones en gira de su pareja, la actriz y cantante Soledad Villamil, asegura tener gestos de director permanentemente. A pesar de esto, no le resulta tan fácil dejar de actuar para generar sus propios proyectos en la dirección. “Si el hecho de actuar me resulta inevitable, para dirigir tengo que crear un espacio y un tiempo para hacerlo, para lo cual me es indispensable rechazar otros trabajos. Es un gran esfuerzo e implica una inversión importante de energía y de recursos”, explica.
El punto de arranque de la escritura de Volverte... surgió hace varios años de la contemplación de un objeto. Su amigo Mariano Cornejo, prestigioso artista plástico salteño, le había regalado una pequeña escultura que había hecho con su hijo. Así, un gallito de alambre fue el inspirador del personaje de Ana, “una artista neurótica y explosiva que no vende sus obras y que, por ese motivo, siente que no existe”, según describe el propio autor. A pesar de que la obra gira en torno de dos artistas, Olivera sostiene que sus desvelos pueden ser compartidos por toda persona que atraviesa una crisis en la actividad que desarrolla, sea cual fuere: “Todos buscamos la aprobación y el reconocimiento, de modo que pienso que este personaje puede generar identificación en cualquier persona”, asegura.
Un detalle de la puesta a destacar es que las esculturas que Ana no puede venderle a nadie son obra del propio Cornejo.
Hay otra reflexión que posibilita el patético estado de inacción de este escritor, quien recibe diariamente las presiones de una editorial multinacional que intenta imponerle los temas que más se venden: “Me gustó mostrar a un escritor que no es dueño de su obra porque todo lo deciden por él”, subraya el autor. “En el mundo de las ideas también impera un mercado dirigido desde afuera.” Olivera, quien comenzó a vincularse con la escritura cuando cursaba estudios de cine y pensaba en términos de imágenes y de guiones, analiza su forma de trabajar: “Empiezo a escribir en forma caótica. Pero después de ese momento libre y divertido arranca una etapa de mucha rigurosidad en la que empiezo a quitar, casi con crueldad, todo aquello que no me parece imprescindible”. Una vez terminado el texto, ya en los ensayos, Olivera toma ideas que el actor aporta. “Me dejo impregnar por la poética del actor cuando comienza a hacer propio lo que está contando”, afirma.
–¿Tiene otras obras escritas aparte de las dos ya estrenadas?
–Tengo una especie de archivo abierto, con mucho material. Si siento que alguno de esos textos está expresando algo que me interesa lo tomo de allí y comienzo a desarrollarlo.
–¿Buscó realizar una parodia del artista contemporáneo?
–Hay algo de eso, pero no es todo. Para un artista plástico, el hecho de no vender significa no existir para nadie. Si este estado de insatisfacción es llevado al extremo, al capricho y la obsesión, entonces aparece la parodia. De todas formas, no quise solamente referirme al arte sino a cualquier otra actividad en la cual las personas puedan sentirse presionadas. Bajo esas circunstancias, Ana exacerba sus comportamientos explosivos. En cambio, a él lo vuelven lánguido y apagado.
–¿Qué objetivos se pone cuando escribe?
–No creo en los mensajes morales y es por eso que no me gustan las obras que intentan enseñarme a vivir. Me interesa que mis obras entretengan, que activen emociones en el espectador.
–Al igual que otros directores y actores, usted va y viene del circuito comercial al independiente, y viceversa. ¿Por qué lo hace?
–El teatro comercial tiene pocas opciones para arriesgar y buscar singularidad, porque lo económico siempre está en juego y siempre va a lo seguro. Aunque hay excepciones. No me imagino hacer Volverte... en el ámbito del teatro comercial.
–¿Por qué cree que hay tanta producción teatral en Buenos Aires?
–Es cierto, hay mucho teatro en esta ciudad. Esto habla de nuestra idiosincrasia, de nuestro amor propio y de la necesidad que tenemos de juntarnos para autogestionar nuestros proyectos.
–Algo que desde el exterior se ve con mucha extrañeza...
–Sí, afuera lo ven descabellado, porque allí nadie trabaja sobre lo que no va a generar una ganancia. Aquí, el teatro independiente produce experiencias muy válidas. Aunque ahora no hay una actitud colectiva y militante, como pasaba en otra época, sino que se produce en grupos individuales.
–¿Piensa que el teatro independiente debería recibir mayor atención por parte de las autoridades?
–Aunque sé que el teatro independiente existiría igualmente sin subsidios del Estado, yo estoy a favor de que las industrias culturales sean subsidiadas.
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