Lunes, 17 de julio de 2006 | Hoy
TEATRO › HUGO MIDON Y CARLOS GIANNI
El nuevo espectáculo de la dupla está dirigido al público adulto. Dicen que quisieron mostrar “otros aspectos de la realidad”.
Por Cecilia Hopkins
Contra todo lo esperado en virtud de la trayectoria del autor, Graves y agudos, el nuevo espectáculo de Hugo Midón que acaba de estrenarse en el Teatro La Comedia, tiene la particularidad de estar dirigido al público adulto. Estructurado en 15 escenas musicalizadas por Carlos Gianni e interpretadas por el grupo Vocal 5, el montaje transcurre en una sala de primeros auxilios donde se cruzan pacientes con heridas de muy diverso origen, las cuales hacen referencia a situaciones de culpa, hipocresía y conformismo. Entre los accidentados (el título de la obra alude a la seriedad de cada caso, además de tener una clara connotación musical) revistan aquellos que adolecen de intolerancia, los que sufren por celos, por culpas o por vivir fantaseando lo inconfesable. Definido por el propio autor a modo de “placebo musical”, el espectáculo promete ser, según bromea Midón, “un producto inocuo que recetamos para sugestionar al espectador y para complacer su imaginaria necesidad de encontrar algún remedio reconfortante”. A modo de flashes, cada cuadro desarrolla un tema diferente, lo que obliga a los cinco intérpretes –Patricia Vázquez, Hugo Lasa, Jorge Vázquez, Horacio Pomer y Raúl Oliveira– a cambiar de roles en pocos minutos. Las coreografías pertenecen a Ricky Pashkus, Carlos Trunsky, Marta Monteagudo, Gabi Goldberg y Silvina Sznajder.
Desde 1970, año de estreno de la paradigmática La vuelta manzana, que Midón y Gianni trabajan juntos. Desde entonces han concretado una veintena de espectáculos: “Somos una sociedad que se rearma con cada nuevo proyecto”, aseguran en una entrevista con Página/12. Ambos coinciden en que, al trabajar desde hace tantos años en la docencia y el teatro junto a niños y adolescentes, constatan un desfasaje respecto de la gente de su propia generación: “Tenemos otra perspectiva de ver la realidad, otras posibilidades de juego y vinculación, además de estar predispuestos a generar otras lógicas más cercanas a lo fantástico que a lo real”, subraya Gianni, en tanto explica que su modo de trabajar la música en función del libreto también consiste en potenciar “el pensamiento divergente, porque así aparecen las asociaciones libres”. Desde Hotel Oasis, la dupla no había vuelto a producir otro espectáculo destinado al público adulto. “O a adolescentes que nos han visto desde que son chicos. Con esta obra, les podemos brindar la posibilidad de continuar como espectadores nuestros”, asegura Midón.
–¿Cuál fue el germen de los comentarios críticos que exponen las letras de las canciones?
Hugo Midón: –El espectáculo es el producto de mis caminatas matinales por el Parque Rivadavia. Voy atento a todo lo que pasa alrededor y así van apareciendo los temas. Miro las palomas levantar vuelo por un estruendo cercano y pienso en la guerra, veo una revista en un quiosco y algún título me sugiere un tema afín a los medios de comunicación.
Carlos Gianni: –Mi participación es posterior al armado del proyecto total, siempre fue de esa manera. Luego vamos ajustando o modificando en forma conjunta.
–¿Qué es lo que define la utilización de un género musical determinado?
C.G: –La música siempre está en relación con lo que se está contando. Cada propuesta de escena tiene un género diferente. Esta es una obra compleja porque pone en juego muchas variantes: lírico, folklórico, pop, un gospel y hasta un rap que luego se entremezcla con una canción francesa de principios del siglo XX. Cada situación dramática tiene un estilo musical que se complementa con un registro de actuación determinado.
–¿Cómo se ordena un material que proviene de la observación casual del entorno?
C.G: –La música también surge de asociaciones libres. Y esto influye en el coreógrafo para gestar la situación escénica.
H.M.: –Esas mezclas de asociaciones de ideas surgen aparentemente porque sí, pero luego uno reflexiona y descubre las razones profundas de cada elección, porque cada una de esas situaciones me pega en algún lugar mío. Como el tema de los barrios privados, donde se genera, especialmente para los chicos que crecen allí, una distorsión muy grande de la realidad y una violencia que no es menor de la que existe fuera de un country. El fanatismo religioso y los matrimonios que incesantemente se exigen explicaciones también me inspiraron letras y situaciones.
–¿Cuál es la diferencia esencial que ustedes, como creadores, encuentran al trabajar para niños o para adultos?
H.M.: –Cuando trabajo para chicos busco impulsarlos a que se otorguen permisos para jugar y fantasear, y que todos sientan que las diferentes generaciones se enriquecen mutuamente. En definitiva, trato de encontrar una vuelta esperanzada, aunque, como pasa en Derechos torcidos, no quedan afuera aspectos tremendos de la realidad, como la discriminación y el hambre. Pero esta vez, al trabajar pensando en adultos, quise tener la oportunidad de mostrar en forma cruda, irónica o de soslayo, otros aspectos de la realidad. Aunque el disfrute nunca queda de lado...
C.G.: –Sí, porque en Graves y agudos el objetivo final consiste en subrayar que, aun en la desesperación de vivir, el arte –la música, la danza, el teatro– es capaz de curar las heridas de la vida.
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