Lunes, 17 de julio de 2006 | Hoy
ENTREVISTA CON LA ACTRIZ VIRGINIA LAGO
Al margen de los estereotipos, en teatro y en TV interpreta personajes con distinto peso dramático, cruzados por la obra de Alejandro Dumas: es más light sobre el escenario de Las mosqueteras... del rey y asume un perfil más comprometido en “Montecristo”.
Por Emanuel Respighi
Lo que le ocurre a Virginia Lago en este momento es una rareza. Tanto para su trayectoria actoral, como para el teatro y la televisión. Es que acostumbrada a comprometerse con la realidad social, política y cultural a través de los personajes que interpretó sobre el escenario (desde Frida Kahlo hasta Violeta Parra, pasando por Edith Piaf), y a tomar papeles más light en la TV, en esta temporada la actriz tiene los roles extrañamente invertidos. En la pantalla chica, la actriz forma parte del elenco de “Montecristo” (lunes a jueves a las 22.30, por Telefé), la novela que teje una historia de amor utilizando como marco los años de plomo, con un fuerte discurso sobre el derecho a la identidad y la memoria colectiva. Mientras que en el Teatro del Nudo, desde el fin de semana pasado, la actriz se viste de mosquetera al frente de Las mosqueteras... del rey, la comedia llena de gags que protagoniza junto a María Leal, Emilia Mazer y María Valenzuela. “Es verdad, es algo poco común, pero hay que darle la bienvenida a esta yuxtaposición de roles históricos”, celebra la actriz.
De reconocida trayectoria teatral, televisiva y cinematográfica, Lago dice llevarse bien con estos dos personajes antagónicos que interpreta al mismo tiempo en uno y otro papel. Dos papeles que, aunque opuestos, están cruzados por al obra de Alejandro Dumas. En Las mosqueteras... hace de una de las cuatro actrices que en la víspera del estreno de una versión de Los tres mosqueteros, la novela de Dumas, todo les sale mal, en un juego de enredos y papelones propios del vodevil. En “Montecristo” (la adaptación de Telefé Contenidos de El conde de Montecristo, un clásico de la literatura universal), en tanto, Lago se pone en la piel de Elena, una mujer sensible, turbada y dominada por la brutal presencia de Lisandro (Roberto Carnaghi), su marido y represor en la dictadura militar. “Las mosqueteras... es un juego muy divertido, que elegí hacer por propia voluntad y para seguir actuando con María Valenzuela, con quien trabajé en los últimos tres años en Porteñas. Pero está claro que no es lo mismo que hacer de Violeta Parra o de Elena en “Montecristo”: la responsabilidad profesional es la misma, pero la social es muy diferente”, analiza en la entrevista con Página/12.
–En Las mosqueteras... se hacen realidad, en clave humorística, las peores pesadillas de los actores.
–A estas actrices les sale todo mal por los nervios que están pasando, por el miedo lógico, previo al debut, que tiene todo actor de olvidarse la letra. En ese momento uno piensa que se quiere ir a casa y no subir al escenario.
–¿Aun con su experiencia sigue estando esa sensación previa al estreno?
–Yo tengo la misma sensación de miedo que tuve cuando debuté. Tal vez a otros se les va con el tiempo, no sé. Yo soy una actriz muy rigurosa, a veces demasiado exigente... No sé si es una virtud o un defecto. Soy así y ya está. A mí me encanta ensayar, lo disfruto mucho. Pero a la hora del estreno la sensación de soledad es abrumadora, porque además por lo general se trata de funciones en las que hay amigos, familiares, conocidos, críticos... Uno se siente muy observado y exigido. Sería feliz si empezáramos las obras en la segunda función, saltando los estrenos. Aun cuando el público se renueva función tras función, y con ellos la exigencia.
–¿Le ha pasado alguna vez ese tipo de dificultades previas a un estreno que les ocurren a los personajes de Las mosqueteras...?
–He tenido papelones previos y posteriores a un debut. Los papelones y las equivocaciones son parte de la actuación. Olvidarse la letra es un lugar común en la vida del actor. Me acuerdo que una vez estábamos haciendo Bertolt Brecht en cámara, donde entre escena y escena recitábamos poesías de Brecht, y en una función me adelanté para recitar y quedé en blanco totalmente... Y lo único que se me ocurrió decir fue pedir perdón e irme. Pero creo que el máximo papelón que hice fue en Se armó la murga, en donde yo interpretaba a una cantante, de vestido rojo y pelo rubio. Mesentía Marilyn Monroe, una vede-tte en el Maipo. Y en medio de la función, entusiasmada por el papel, no sé cómo me caí arriba de un espectador. Y para evitar el papelón, ¡me tuve que hacer la desmayada! Era demasiado bochornoso. Suspendimos la función pero, en realidad, no había pasado nada.
Con “Montecristo”, Lago regresó este año a la TV, después de un largo período fuera de la pantalla chica. Hacía 8 años que no trabajaba en televisión, tras formar parte durante los ’90 de ciclos como “Cosecharás tu siembra”, “Más allá del horizonte”, “Mujercitas” y “Alta comedia”, entre otros. “Tuve algunos llamados, pero la mayoría de las propuestas no me interesaron y las que sí, como “Locas de amor”, no las pude hacer porque me enfermé”, cuenta la actriz. “Pero –cuenta– cuando me llamaron para “Montecristo” no dudé. Me interesó muchísimo la idea de hacer una adaptación de El conde de Montecristo. Y el hecho de que la adaptación se realice sobre los años de nuestra barbarie, me pareció sorprendente para una novela popular. Que un programa de ficción que es visto por millones de personas trate la problemática de la memoria, de la Justicia, de contar quiénes eran y cómo operaban los asesinos de la dictadura, de la búsqueda de los desaparecidos, es muy saludable para la TV argentina.”
–Además, el personaje de Elena que interpreta en “Montecristo” le permitió hacer un riguroso trabajo de composición.
–Es un personaje sometido, delicado, inteligente, con cierta cultura, hija de militar, con una educación muy rígida, casada con este hombre, Lisandro, que tiene cierta relación con los servicios, que la golpea... Es una mujer llena de miedo, que la paraliza cuando empieza a ver qué es lo que pasa, a darse cuenta de la realidad de su entorno cercano.
–Es un personaje ambiguo. Por momentos, al espectador se le presenta como una víctima, y a veces parecería ser cómplice del modus operandi de la dictadura.
–Tiene las dos cosas. Los seres humanos no somos de una única manera. Para mí, en algún momento, Elena sospechó algo de lo que hacía Lisandro, pero era tan brutal que no lo pudo creer. Lisandro la golpea y la amenaza constantemente de muerte. Yo, a todos los personajes, para comprenderlos mejor, los abordo imaginándoles un pasado. A Elena, por ejemplo, le inventé que sus padres la fajaban. Entonces, el miedo es algo arraigado a su educación, sobre todo porque también supongo que se casó de joven con Lisandro. Es una mujer de una enorme necesidad de afecto, y por eso lo da de la manera que lo hace. Sufre una enorme soledad, nunca fue valorada y tiene mucha vida interna.
–Elena es una mujer que padece la tortura psicológica y física de su marido. Usted, a lo largo de su carrera, ha interpretado a Frida Kahlo, Violeta Parra, Edith Piaf, todas mujeres de vida sufrida. Es casi una militante feminista...
–Yo no soy feminista. La única militancia que practico es hacia la vida. En efecto, a mí siempre me dicen que soy una gran optimista y que no soy realista. Yo soy realista y optimista: de lo contrario no hubiera tenido hijos, no me hubiera enamorado... Tanto Frida Kahlo como Violeta Parra fueron dos enamoradas de la vida, con ideología, pasión por lo que hacían y mucha creatividad.
–En el momento de actuar, ¿asume la responsabilidad de interpretar a mujeres con vidas difíciles o simplemente realiza la interpretación como con cualquier otro papel?
–La vivo, cómo no voy a vivir esa responsabilidad. El actor no sólo debe ser un gran observador de la realidad, sino también debe tener un compromiso con ella. Aun cuando haya algunos que no lo sientan así, todos los actores cumplen una función social. “Monte-cristo” habla de la memoria, nada más y nada menos, de hechos que estuvieron ocultos durante muchos años en la sociedad y evitados durante tantos otros por la TV. Acabo de regresar de Uruguay, donde también se pasa “Montecristo”, y el fenómeno del programa es tanto o más grande que el de aquí. Porque allá ahora están comenzando a buscar gente de la dictadura uruguaya. Y me decían que no tenía idea de lo que significaba que un hecho popular hablara de aquel pasado que ahora sale a la luz. Una herida abierta en Argentina y Uruguay que sólo se va a cerrar cuando se encuentre al último desaparecido y los culpables paguen por lo que hicieron. El pasado atroz, el aspecto social, corrió el protagonismo de la historia de amor entre los personajes de Pablo Echarri y Paola Krum. Y que eso pase en una novela es maravilloso.
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