Viernes, 27 de junio de 2014 | Hoy
TEATRO › LLEVO EN MIS OIDOS, DE SANTIAGO GARRIDO, CON DIRECCION DE DANIEL DI COCCO
La pieza teatral, de contenido político, hurga en la trama de los años ’70 para abrir el debate. En el contexto de una Argentina convulsionada, los dos protagonistas, peronistas de derecha, inician una carrera en la que la muerte será moneda corriente.
“Compañeros: hace hoy veintiún años que en este mismo balcón, y con un día luminoso como el de hoy, hablé por última vez a los trabajadores argentinos. Fue entonces cuando les recomendé que ajustasen sus organizaciones, porque venían días difíciles. No me equivoqué ni en la apreciación de los días que venían ni en la calidad de la organización sindical, que se mantuvo a través de veinte años, pese a estos estúpidos que gritan”, comenzó el general Perón, frente a una Plaza de Mayo colmada. Quienes gritaban eran los miembros de la agrupación Montoneros, que segundos antes interpelaban a su líder con cánticos irreverentes. Era el 1º de Mayo de 1974 y, en la soledad de su cuarto, Pato y Beto escuchaban atentamente el discurso por radio. Conforme avanzaba la encendida alocución, los jóvenes eufóricos coreaban: “Perón, Evita, la patria peronista”, “Mazorca, mazorca, los bolches a la horca”.
Recientemente llegados a la ciudad para integrar las filas del grupo paramilitar conocido como Triple A, y conducidos por un enigmático funcionario del Ministerio de Bienestar Social, “el Viejo”, Pato y Beto inician una carrera en la que la muerte será moneda corriente. Seducido por el dinero uno, y por la fiebre de los ideales peronistas más conservadores el otro, ambos protagonizan Llevo en mis oídos, la obra teatral escrita por Santiago Garrido y dirigida por Daniel Di Cocco, que se puede ver los viernes, a las 21, en el Teatro La Ranchería (México 1152).
El policial, de contenido político, y producto del taller de montaje del teatro, dirigido por Santiago Garrido y Eduardo Meneghelli, se desarrolla en el contexto de una Argentina convulsionada. Con elementos propios del suspenso, la puesta en escena trabaja con las sensaciones del espectador, y tanto es así que la oscuridad total de la sala adquiere, por momentos, una significación importante, para habilitar el uso de juegos sonoros, como pasos, tiros, y frenos de un auto. Este carácter intimista, combinado con la tensión permanente de la acción y del discurso, da forma a esta obra que hurga en la trama de aquella época para abrir el debate.
“La obra revive cosas que uno pareciera tener olvidadas. Hablar de la Triple A es un riesgo que ha asumido Santiago, y en el que yo lo he acompañado. Intentamos, desde la puesta, tratar de buscar qué sentimientos pudieron haber llevado a dos jóvenes a incorporarse a un grupo armado de extrema derecha. Lo interesante del trabajo es que uno de los personajes tiene ideas políticas claras, y eso es lo que hace rico al material, porque muestra que alguien llega a esas acciones por convicción y no por marginalidad”, sostiene Di Cocco.
“Escribí esta obra porque creo que fue en los años ’70 cuando todo comenzó a cambiar. Se vino abajo el cuerpo social. El ‘yo no me meto’ comenzó a manifestarse en ese tiempo, y surgió un vacío político, tras la asunción de Isabel en la presidencia, que se sumó a la existencia de un sindicalismo que había quedado al margen de la lucha de masas. Fueron años duros que marcaron a toda una generación, y por eso es interesante recuperar la memoria porque, más allá de que esta obra es ficcional, en la realidad existieron personajes tan nefastos como los que aparecen en ella. La Triple A significó un piloto de prueba de la dictadura; fue un ensayo”, cuenta Garrido.
Casi sin querer, pero queriendo, Llevo en mis oídos trasciende su propia trama e invita a reflexionar sobre el peronismo como fenómeno social tan complejo como vigente. En este sentido, el autor reconoce que la obra “habla de un peronismo folklórico”, el mismo que encarna el personaje de Beto. Su compañero, Pato, en cambio, aunque se reivindica peronista, no expresa convicciones tan sólidas y su única motivación es el dinero. No obstante, ambos comparten la satisfacción por matar. “La violencia, vinculada con la hermandad que hay entre los dos protagonistas, es lo que hace a la historia más cruenta”, señala Di Cocco.
Los elementos constitutivos de la dramaturgia, que generan sentido histórico, se multiplican conforme avanza el relato. La alusión al crimen del padre Mugica o al acto del 1º de Mayo de 1974, que significó la ruptura definitiva de Perón con las agrupaciones peronistas de izquierda, son algunos ejemplos de ello. Siguiendo esta línea, el título de la pieza es una síntesis clara de la célebre frase que pronunciara Perón en su último discurso, 40 años atrás, el 12 de junio de 1974: “Yo llevo en mis oídos la más maravillosa música que, para mí, es la palabra del pueblo argentino”.
“Este tema tiene muchas oscuridades, y la idea es que este tipo de obras permita iluminar algún camino de reflexión, que vaya más allá de nuestra subjetividad, porque nosotros estamos involucrados generacionalmente”, sugiere el director. No obstante, la cualidad política se hace presente. “Este es un teatro de ideas. Nosotros nos autogestionamos, buscamos salir del circuito, y por eso trabajar con discursos acomodaticios o conservadores sería una contradicción.”
La puesta interpela, se involucra y toma posición. En ella, la violencia se despliega en lo físico y en lo retórico, sin límites, eufemismos ni artilugios, porque su objetivo último es, como sostiene Garrido, “una invitación a recordar”.
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