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Domingo, 14 de junio de 2015

TEATRO › EL GRUPO TEATRAL EL BACHIN FESTEJA SUS QUINCE AÑOS CON UN NUEVO ESPECTACULO

“Apelamos a la razón y a la emoción”

En Fidel-Fidel. Conflicto en la prensa, el grupo utiliza como “peripecia poética” la figura del revolucionario cubano para abordar un tema “tan actual como histórico”: los medios de comunicación y la disputa por la verdad.

 Por María Daniela Yaccar

Los integrantes de El Bachín apelan a un teatro “épico”, con ideología política, belleza y poesía.
Imagen: Rafael Yohai.

El Bachín está cumpliendo quince años. En este marco, el grupo estrenó un espectáculo que mantiene características de sus predecesores y que hacen a un combo muy propio: belleza y poesía, ideología y política, comedia y tragedia. “Nuestro lenguaje tiene que ver con el teatro épico, latinoamericano y nacional, y tiene elementos del teatro de Brecht, que resignificamos”, sintetiza a Página/12 Manuel Santos Iñurrieta, y así deja entrever la marca registrada de un grupo hijo de la crisis que atravesó el país en los albores de este siglo. El es el autor y director de Fidel-Fidel. Conflicto en la prensa (sábados a las 20 en el Centro Cultural de la Cooperación, Av. Corrientes 1543), que utiliza como “peripecia poética” la figura del revolucionario cubano para adentrarse en un tema “tan actual como histórico”, según entienden los integrantes de El Bachín: los medios de comunicación y la disputa por la Verdad.

“¡Estamos chochos de contentos!”, celebra otra integrante del grupo, Julieta Grinspan, que lo integra desde sus inicios. De la charla en el CCC participan, además, Carolina Guevara y Marcos Peruyero. Los cuatro actúan en Fidel-Fidel, junto a Jerónimo García y Alfredo Aguirre. “Hemos crecido mucho, tenemos más canas. En la vida de alguien no es lo mismo tener 20 que 35... lo bueno es que no nos hemos quedado solos. Hemos encontrado ámbitos en la militancia y colegas con los que nos vamos complementando”, dice Grinspan. “El Bachín es un grupo amplio. Nosotros fuimos los creadores de la cosa, pero a lo largo de estos años se sumó gente maravillosa que nos nutrió personal y artísticamente. La vida grupal tiene que ver con aportes afectivos y artísticos”, completa Santos Iñurrieta, el dramaturgo del grupo.

Se conocieron cuando el país se derrumbaba. Desde entonces han estrenado diez obras. Entre las últimas se encuentran Mientras cuido de Carmela, La gracia de tener, Mariano Moreno y un teatro de operaciones, Teruel y la continuidad del sueño y Crónicas de un comediante. Tienen un fuerte vínculo con el CCC y también fundaron un teatro en Parque Patricios (Zavaleta 74). Integran organizaciones que promueven el teatro independiente. En cuanto a lo artístico, Santos Iñurrieta resume los intereses de un grupo preocupado por plantear en el escenario la pregunta por el ser nacional. “Tenemos la formación stanislavskiana de las escuelas y nuestro trabajo fue estudiar otra línea, la del teatro épico. Vamos hacia la razón y hacia el distanciamiento. Transitamos orgánicamente una situación, la cortamos para ir a un poema, vamos a una canción, volvemos al enunciado... Las formas actorales se cruzan con lo nacional, con el payaso rioplatense, el grotesco y los capocómicos.”

Con un vestuario destacado y muy gracioso y, al igual que la escenografía, en una paleta de grises, la última historia de El Bachín se ubica en la víspera del año nuevo de 1959. Un grupo de redactores de un diario porteño se entusiasma por las noticias que llegan desde Cuba y pretende hacer una revolución social. La obra es un torbellino. Rápida, dinámica. Y, como ellos dicen, va de una cosa a la otra: del poema al público a los diálogos absurdos, de la metáfora a audios conocidos por todos, del humor a la seriedad. Cada acción y cada palabra parecen formar parte de una gran partitura. La obra tiene música, ritmo. “No para ni un minuto. No descansa. Todos los personajes están al palo. Tenemos muy armadas nuestras máscaras, sabemos lo que tenemos que hacer y decir, en qué momento darle seriedad y profundidad al texto, y en qué momento meterle palo y palo para generar distanciamiento”, describe Peruyero, quien interpreta a un astrólogo que condensa el sentido común de las clases dominantes.

“Decidimos grupalmente la temática a tratar y empezamos a trabajar”, cuenta Santos Iñurrieta. “Nos interesaban la discusión sobre la construcción de la subjetividad y el rol de los medios. Son discusiones que se dan en la coyuntura, pero que remiten a otras históricas, filosóficas, de fondo. Y aparecía algo más: Fidel. El y la revolución cubana parten la historia en dos. El está vivo y sigue siendo una figura trascendental a nivel mundial. El Bachín es ‘fidelista’”, define el autor. De su brazo izquierdo se asoma, entre dos estrellas rojas, ese nombre, tatuado. Grande, en imprenta. Fidel.

–¿Por qué quisieron hablar de los medios?

Carolina Guevara: –Cuando se disputan modelos de país se disputan, además, modelos de teatro y de artista. Los medios juegan un papel preponderante en este tema: disputan qué se consume en todos los ámbitos. Es difícil no hablar de los medios hoy y hay algo de fondo que se está dirimiendo en la historia hace mucho tiempo. Nos interesó conectar situaciones que tienen que ver con lo ideológico, con formar opinión, con instalar verdades.

Julieta Grinspan: –En el juego dramático la obra sienta una postura que es un poco extremista. Los personajes defienden la frase “periodista que miente que se quite la vida”, que llama a generar un diálogo con el público. Desde nuestro cuento planteamos qué es la verdad, qué es la mentira, y jugamos en términos teatrales. Se produce un diálogo que no es tanto desde preguntas sino desde afirmaciones que tienen que ver con el cuento, con un hilo que le tiramos al espectador para que haya tensión.

–Y está permanentemente ese aviso, de que lo que el público está viendo es un cuento. Cuando hay una metáfora la vuelven explícita, por ejemplo.

Marcos Peruyero: –Es importante cómo se construye el sentido común. El sentido común dominante de una época es el de la clase dominante. Todos sabemos que hay un sentido común instalado por los medios, que a ciertos partidos políticos les conviene. Pero hay otro por abajo, disputando dialécticamente, llevando la pelea cultural, para construir un sentido que sea más común a todo el pueblo.

–¿Es complicado llegar a nuevos públicos o a personas que piensen distinto cuando el componente ideológico en lo teatral es tan notorio?

M. P. : –Hemos recorrido todo el país y tuvimos muy buena recepción. No es soberbia, pero el público ve espectáculos de calidad. Además no somos panfletarios, intentamos generar discusión y debate para crecer. Decir “esta es la verdad cerrada” sería hacer lo mismo que hace el enemigo.

Manuel Santos Iñurrieta: –En Capital hay un público en Corrientes 1543 y otro en Parque Patricios. El acceso a la cultura sigue siendo limitado, somos conscientes de eso. Hay un público que consume teatro y vota a Macri. Nuestra posición política, ideológica y estética discute muchas veces con ese público. Pero con ellos también dialogamos, no hacemos un teatro para convencidos. Nuestros espectáculos apelan tanto a la razón como a la emoción, entonces se logra empatía. Le hablamos a un ser humano que vive, siente y piensa. No hay mediación intelectual, sino humanidad absoluta. Porque el espectáculo cobra dimensión afectiva.

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