Miércoles, 25 de noviembre de 2015 | Hoy
TEATRO › MARCOS ROSENZVAIG Y EL ARTE DEL BUEN MORIR, SU NUEVA OBRA
Para el director, dramaturgo y escritor, su puesta es “un intento más por develar luz en la oscuridad del universo”. La pieza, definida por su autor como “teatro vacío”, incluye música en vivo y está protagonizada por actores de la compañía independiente Circus Renacentista.
Por Paula Sabatés
“Es el relato de alguien que está muriendo continuamente”, dice Marcos Rosenzvaig a Página/12 sobre su nueva obra, El arte del buen morir, y prefiere no adelantar nada más porque, dice, la pieza “no cuenta una historia sino que muestra imágenes”. Centrada en la cuestión de la muerte del hombre, tal como lo indica su título, para el director, dramaturgo y escritor se trata de “un intento más por develar luz en la oscuridad del universo”. Con una puesta novedosa y música en vivo, está protagonizada por los actores de Circus Renacentista, compañía independiente que este año cumple sus primeros veinte.
La idea surgió a partir de un grupo de textos del medioevo que sirvieron de disparador. Unas pinceladas del autor y el trabajo con los actores fueron luego delineando el universo de la obra, en la que se superponen acciones y personajes. Todo en escena es justo: no sobresalen grandes maquinarias ni escenografías. Un teatro “vacío”, como lo llama el autor de más de veinte libros, que lo define como “un signo de interrogación, un intento por develar las distintas capas que ocultan el corazón, capas que se extinguen en el tiempo y la vida, y de donde justamente surge la poesía”.
Para este trabajo, que se verá mañana y el próximo jueves, a las 21, en Teatro Espacio Sísmico (Lavalleja 960), el director convocó a Alejandro Mazza, Alejandro Spangaro, Lina de Simone, Leonardo Nachman, Mario Di Nicola, Susana Falcone, Liliana Marchini, Alfredo Nicolás, Valeria Baranchuk, Berta Parkansky, Ana María García, Sol Díaz Roa y Félix Martín Tornquist. Con ellos, además, planea la segunda parte de esta investigación, a la que llamará Tratado sobre la muerte y que estrenará el año próximo en Ciudad Cultural Konex.
–¿Por qué habla de la muerte?
–Porque de la vida no surge nada metafórico, en cambio la muerte está abierta a todo. Las grandes obras basadas en la muerte, de Dante en adelante, han abierto terrenos desconocidos. El hombre se empecina en explicar lo inexplicable y en ese fracaso perpetuo nace la poesía, que a su vez es lo que hace que la muerte sea inexplicable, justamente.
–¿Cree que la obra sirve para calmar ciertas preguntas?
–No creo. Eso lo hace el teatro lleno, que es un teatro explicado en el que el espectador se siente cómodo y ve todas las pelotudeces que le pasan en la vida. En el teatro vacío, como éste, la obra se va con el espectador, que se la lleva, duerme con ella y luego la sueña. No cualquier espectador, claro, sino uno capaz de entrar en ese torbellino de imágenes que es la obra, en donde está todo en perpetuo movimiento.
–Define al suyo como un “teatro de lenguaje”. ¿Qué características tiene? ¿Cómo sería un teatro que no es de lenguaje?
–Cuando uno se pone a crear, lo que hace es sumergirse en las imágenes que tiene de la literatura, del cine, del teatro, y de todo eso surge un teatro que es propio. Creo que el mío lo es, que tiene un sello. Y digo que es de lenguaje porque los actores han creado uno, que es casi expresionista. Es un teatro de búsqueda, y que a mi entender es revolucionario. No es un teatro tecnológico, como el que comúnmente se ve, que es un teatro lleno. En ése, que no es de lenguaje, hay mucho dinero puesto en maquinaria, lo que permite vender más tickets. Acá no, ésa no es la búsqueda, va por otro lado.
–¿Es un teatro que duele?
–Totalmente. No hay grandes aplausos, finales gloriosos y sombreros al aire. El espectador se enfrenta consigo mismo, con su historia, con su interioridad. Es un teatro de confrontación.
–Usted es un especialista en el teatro del polaco Tadeusz Kantor, sobre quien ha escrito varios libros. ¿Cuánto de él hay en esta obra?
–Se ve de él el concepto de pobreza en el sentido de los efectos, porque la obra puede comenzar y terminar con la misma luz. Los objetos que hay están ahí para ser investigados. Eso aprendí de él, la forma de potenciar lo que cada actor es en esencia. Sólo así aparece el personaje.
–¿Aplica eso también a su literatura?
–Me cuesta pensar mi propia obra literaria, pero de lo que estoy seguro es de que es otra cosa, otra forma de narrar. De todos modos hay algo que siempre evito, tanto cuando escribo teatro como literatura, y es profesionalizarme. Porque si lo hacés, después ya sabés lo que va a venir. Y si lo sabés no corrés el riesgo.
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