Miércoles, 25 de noviembre de 2015 | Hoy
DISCOS › LA ESPERADA EDICIóN DE LOS AMIGO, EL DISCO INéDITO DE LUIS ALBERTO SPINETTA
El material registrado de manera relajada por Spinetta, Rodolfo García y Daniel Ferrón al fin llega al disco: con un sonido jazzero que recuerda a Invisible y Banda Spinetta, Los Amigo presenta canciones que masajean el oído, el alma y el corazón.
Por Eduardo Fabregat
De pronto la voz, esa voz, aparece en los parlantes, y pone la piel de gallina: “Oye, pídele al viento que cante la canción del lugar / Con la esperanza de tu amor así / Descálzate en la luz, ya / Ya es el único día / Y ayúdame a volar de aquí / Que un ala se partió / Y debe repararse el daño / Y habrá promesas de fe / Y has de olvidar el quebranto”. Es el reencuentro con la voz y la guitarra de Luis Alberto Spinetta, y no hay muralla emocional que pueda frenar la catarata de sensaciones. Ayer, en el teatro Sony, se presentó Los Amigo, el disco con canciones registradas en La Diosa Salvaje por Luis, Rodolfo García en batería y Daniel Ferrón en bajo, grabado en sólo dos sesiones en marzo de 2011 y atesorado hasta mañana, cuando vea la luz en la Noche de las Disquerías. Un álbum que no fue pensado como tal, pero que tiene una cohesión y un sentido interno que convierten al proceso de producción en un mero detalle.
“Canción del lugar” es, entonces, una de las ocho estaciones del viaje al último Spinetta, en un proyecto relajado y sin compromiso que nació, según contaron García y Ferrón, de la simple búsqueda de tocar sin objetivos a la vista, juntarse a tocar por el placer nomás. Dante, Catarina, Valentino y Vera Spinetta participaron activamente del proyecto, al cual se sumaron los teclados del Mono Fontana y Claudio Cardone y un par de participaciones de la Orquesta Kashmir, con arreglos del mismo Cardone. La magia de Mariano López en la consola hizo el resto: Los Amigo (nombre sugerido por Aníbal “La Vieja” Barrios, histórico asistente y stage manager de Luis, cuando el original Los Titos quedó descartado por la existencia de otro grupo con ese nombre) vienen a reclamar su justo lugar en la discografía del Flaco.
La asociación es inevitable: desde el mismo comienzo de “Apenas floto”, el track de apertura del disco, la oreja viaja a las tonalidades y el ambiente sonoro de Invisible y la Banda Spinetta, con Luis al comando de una guitarra limpia y de impronta jazzera (una Gibson Les Paul 1962 suministrada por Ricardo Mollo), bien sostenida por un soberbio trabajo de base de García y Ferrón. “Ya no pretendo que me digas adiós / Ya que es muy tarde / y es así como la vida viene y va”, cierra el Flaco, y se lo escucha comentar “Bastante feliz, ¿eh?”, y no hay tiempo de procesar semejantes palabras porque ya suena “Iris”, el tema dedicado a Ana Spinetta que oficiará como single de difusión, y cuenta con una versión de grupo y otra de Spinetta solo con guitarra y orquesta. Una canción deliciosa, que se instala de inmediato en la conciencia, donde queda resonando la frase “Te pido, Iris, ten piedad de mí”, con una cadencia de alto contagio: una excelente carta de presentación para masajear corazones spinetteanos.
Lo que sigue es el primer instrumental, y otro de los picos altos del disco cuya portada fue dibujada de manera digital por el propio Luis. En la conferencia de prensa de ayer, García habló de los fotógrafos que se ofrecían puerta a puerta para sacar esas típicas fotos de bebés de los años idos, que ponían en una sola serie varias poses del rostro del niño. Con esa imagen nació “El cabecitero”, que combina los relajados tempos de Invisible con arranques a lo Santana, y que sirve como enésima demostración de las cualidades de Luis como guitarrista. Algo similar se percibe en otro instrumental, “El gaitero”, con un indescifrable ritmo irregular que deja flotando un relajado leitmotiv circular: en esos sonidos puede percibirse lo que los músicos y familiares de Luis pusieron en palabras, la simple felicidad de un tipo tocando entre amigos, sin más objetivo –y nada menos– que honrar el acto de conjurar a la música.
Los arranques más rockeros, en tanto, llegan en dos temas cantados: “Bagualerita”, originalmente compuesto en honor a Leda Valladares, presenta el sonido de viola más distorsionado de todo el álbum, mientras Spinetta canta sobre el “árbol, cruz sin brazos de hombre” y las murallas que se van quebrando “roca por roca”. “Canción del lugar” es, si se quiere, el apunte más cercano a discos como Pan y Un mañana. Con Cardone en los teclados, la canción recorre esa reconocible y personalísima armonía spinetteana, antes de caer en una coda puntuada por un riff alla Socios del Desierto que pone otra cumbre en el paquete de canciones. Lo último que se escucha es un track oculto, “Río como loco” con espíritu de zapada y el aporte de Valentino en piano Rhodes, y con una historia que ayuda a entender también el espíritu de este disco: según contaron en la charla que siguió a la escucha del disco, a la hora de cerrar el track los Spinetta estaban pensando en una melodía posible para una guitarra... y de pronto descubrieron una pista de voz con Luis tarareando las mismas notas. En esa charla hubo algunas otras referencias a esa suerte de guía que brindó el Flaco desde las mismas cintas de ese marzo 2011. Dante habló de su asombrada satisfacción al abrir pistas perfectamente terminadas en una sola toma; Ferrón y García aludieron a un tema en el que, una vez terminada la toma, se escuchaba a Luis decir “listo, esto queda así, incluido”. Los compañeros del Flaco en la aventura destacaron una y otra vez que la misma ausencia de objetivos formales contribuyó a la frescura del proyecto, con canciones terminadas en una toma y sin sobregrabaciones. Ante la pregunta de cuán difícil –o no– había sido para la familia internarse en este material, Catarina abundó: “Tuvimos que esperar un tiempo lógico, un tiempo interno de cada uno. Para nosotros es un momento fuerte de unión, y teníamos que hacerlo... por ahí nos costó pero llegó un momento en el que dijimos ‘tenemos que meternos en el estudio a escuchar la música de papá’, y fue fuerte encontrarse con todo esto. Pero lo hicimos en el momento en que tenía que ser. Por supuesto que sentimos que nos acompaña, que nos guía, y la manera en que fluyó el trabajo fue porque él ha estado acompañándonos. Sin dudas”.
De eso se trata: aunque la ausencia física siga siendo una espina en el alma, la sorpresa de un disco nuevo se realza con la comprobación de que no se trata de un rejunte de descartes o un capricho traído de los pelos. “Tal vez en la distancia atroz ya no pueda regresar”, canta él mismo en “Iris”. Pero estas canciones seguirán generando el milagro de que Luis Alberto Spinetta, autor de tantas páginas gloriosas del rock argentino, siga siendo puro presente.
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