Viernes, 17 de junio de 2016 | Hoy
TEATRO › THELMA BIRAL Y VICTOR LAPLACE PROTAGONIZAN LA HERENCIA DE ESZTER
La puesta es una adaptación de la novela del húngaro Sándor Márai, en la que se plantea una historia de amor y engaños entre ambas Guerras Mundiales. “Las sociedades en crisis siempre provocan miserias humanas”, aseguran los actores.
Eszter ya no espera. Sus días transcurren entre las dalias y los almendros de su jardín, y las conversaciones con su compañera Nunu, pero ya no espera a Lajos, el hombre que la engañó y la despojó de todos sus bienes, y a quien ama a pesar de eso. Veinte años pasaron desde que lo viera por última vez, pero un día Lajos envía un telegrama anunciando su regreso. Fue el escritor húngaro Sándor Márai quien imaginó y escribió esta historia bajo el título La herencia de Eszter, en 1939, la misma que ahora sube a escena en su versión teatral.
El proyecto de adaptación local comenzó hace dos años con el trabajo conjunto de María de las Mercedes Hernando y Thelma Biral, quienes apostaron a sumar a la cartelera una tercera obra del novelista, luego del éxito de las versiones de El último encuentro (2009) y La mujer justa (2012). Protagonizada por Biral y Víctor Laplace, y dirigida por Oscar Barney Finn, la puesta relata la historia de amor entre Eszter y Lajos, un romance frustrado y atravesado por las miserias humanas, en un contexto social y económico en decadencia.
Con un elenco integrado por Susana Lanteri, Luis Campos, Edgardo Moreira y María Viau, la pieza recrea la esencia narrativa de Márai, empeñada en retratar el ocaso de una época y de la clase burguesa. “En un momento así, hacer un proyecto como éste es heroico, porque las cosas ahora se dan de otra manera en los escenarios”, reflexiona Biral, al tiempo que cuenta cómo se gestó la realización de la obra: “Con María de las Mercedes Hernando habíamos trabajado en la adaptación de La amante de Bolzano, también de Márai, pero ese proyecto no se pudo concluir, y un día comenzamos a pensar en adaptar La herencia de Eszter, porque ya se iba a hacer hace tres años, pero no se pudo porque el armado de esta pieza es muy difícil. Empezamos entonces a remar, tratando de presentar este proyecto, y cuando lo presentamos, arrancamos con la convocatoria al director Barney Finn”.
De vasta trayectoria actoral, Biral tuvo su última incursión sobre las tablas hasta ahora como protagonista de Dios mío, junto con Juan Leyrado, en 2013, mientras que Laplace viene de interpretar dos obras de Rafael Bruza: Piensa en mí, un espectáculo de boleros, que protagonizó dos años atrás, y Camarines, con la que salió de gira este año, acompañado por el actor Sergio Surraco. “Me gusta mucho volver al teatro tradicional. Confío mucho en esto y me gustó mucho esta puesta”, confiesa el actor, al mismo tiempo que reconoce, entre risas, que su personaje puede llegar a ganarse el odio del público femenino.
– De todas formas, Lajos es un villano particular. Es un seductor. Hay algo ambiguo en este personaje…
Víctor Laplace: – Sin dudas. Lajos es varias cosas. Es un hombre desesperado, porque siente que el tiempo avanza y ya le queda poco, y es un hombre que ha desaparecido hace veinte años, con su hija Eva, quien lo describe como alguien que ha tenido ausencias pero que cuando aparece es un tipo extraordinario, con una concepción de la vida que es capaz de arrasar con todo.
Thelma Biral: – Creo que las mujeres se van a sentir muy conmovidas frente al personaje de Lajos…
V. L.: – ¿Vos decís?
T. B.: – Sí, creo que sí porque, en definitiva, Lajos es un romántico.
–La herencia de Eszter narra una historia de amor no convencional…
V. L.: – Desde que era adolescente me preguntaba qué es el amor y me lo sigo preguntando. ¿Quién es el que ama? ¿Quién es el amado? ¿Quién es la víctima? ¿Quién es el victimario? En esta historia hay una víctima y un victimario. Lajos va a arrasar con todo, y en Eszter hay una elegancia en el sufrir y una manera de plantarse en la vida que tienen que ver con una resignación pero jamás con una queja. Ella no se queja. Ella soporta con estoicismo y con elegancia, lo que la convierte en la belleza de la mariposa, en una cosa leve, etérea, pero bella a la vez.
–Eszter acepta a Lajos como es…
T. B.: –Lo justifica.
V. L.: – Pero ella también quiere ir hasta el final…
T. B.: – Ella es muy fuerte, porque si no, no hubiera vivido esos veinte años de forma estoica. Acepta lo que le ha tocado y no se victimiza. Y creo que también Lajos es una víctima, por lo que fue su trayectoria de vida, y vuelve como victimario pero de una forma amorosa, y de la forma en la que él ama, porque él ama a Eszter.
V. L.: –Esta es una obra que transcurre entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial, en una Hungría devastada, con una sociedad burguesa en decadencia y en una crisis fuerte. Eszter sobrevive en su casa con Nunu, cultivando almendros y bancando el avance de una sociedad en crisis. Y las sociedades en crisis siempre provocan algunas miserias humanas, que en esta historia aparecen.
– Usted ha mencionado que la adaptación del texto ha sido difícil. ¿En qué radicó esa dificultad?
T. B.: –El texto de Márai es complejo, y la complejidad mayor está vinculada a los personajes que aparecen acompañando a Lajos. Eso siempre fue un escollo. Esta obra tiene muchos vericuetos y había que contarla siendo fieles al estilo de Márai en el lenguaje, la época, el romanticismo y la música. Este es un romance de época, y lo importante es que con María de las Mercedes y con Barney Finn estábamos de acuerdo en estar lo más cerca posible de lo que el autor planteaba.
V. L.: –En este mundo en el que vivimos, en esta especie de vértigo de las encuestas y de los medios de comunicación, aparecer con una obra que es distante de eso es algo muy atractivo, porque además hay algo que no aparece en la cartelera hoy, y es algo que a mí me pasa ensayando, y tiene que ver con algo crepuscular. La obra es como un crepúsculo, como un atardecer, y ahí aparece un mundo distante al del vértigo actual. Y eso tiene que ver con esa elegancia que tiene esta historia.
–El estilo de Sándor Márai, de alguna manera, también es así, ¿verdad? Es elegante, cálido, amoroso, pero al mismo tiempo relata cosas oscuras…
V. L.: –Sí. Creo que esta obra va a provocar mucha emoción en la gente porque hay algo central en ella, que es el amor. Hay una situación amorosa que es muy fuerte, con los errores de un lado y del otro.
–¿Qué le interesó de esta propuesta?
V. L.: –No sabía por dónde iba a ir la puesta, pero sí me atrajo mucho la novela. Ya había leído otros libros de este autor y me atrae mucho ese mundo que tiene que ver con la elegancia, con la resignación y con la educación que tienen los personajes. Estos pertenecen a clases medias burguesas que han ido en decadencia en el mundo pero que mantienen un estilo.
–Sus personajes son complejos, contradictorios. ¿Cómo trabajaron sus interpretaciones?
T. B.: –Vivo este personaje todos los días, intensamente. La persona hace al personaje, así que de alguna manera yo amo a Eszter, y la amo desde todo punto de vista, por esa dignidad que tiene, por su moral, y por su lealtad hacia Lajos, a pesar de todo, porque lo ama y lo justifica. Pasaron veinte años, pero cuando lo ve, le pasa lo mismo que le pasaba en aquel momento. Ella tiene esperanzas de empezar algo de nuevo y le da una importancia fundamental a todo lo que él le dice.
V. L.: –Uno tiene partes de los personajes, y las que no se tienen, se construyen. La simpatía que yo tenía cuando era joven me puede remitir a la simpatía de Lajos que ya está envejeciendo, como yo, pero que a pesar de todo tiene una cosa seductora y también tiene conceptos de vida con los que abre fuerte el juego, y que hacen que haya cosas de él que quedan resonando. Pero en el medio, hace un desastre. Lajos es un miserable. Pero yo no me peleo con el personaje, sino que trato de entender por qué el autor lo pone. Y lo hace como muestra de la decadencia de una sociedad. No juzgo al personaje, porque uno se da cuenta que está dentro de un contexto, y en ese contexto político e histórico habrá habido gente que emergió con muchas miserias. Las guerras y las crisis provocan eso. Estos personajes están dentro de una crisis de principios, moral y ética, y ahí se devasta todo. Lo que me gusta es que en la obra hay una poética. Estoy muy conmocionado, y estoy trabajando para no ir tanto a la conmoción del personaje, porque tiene que aparecer lo espantoso que éste tiene bajo esa pátina de seducción.
– Ambos tienen amplias trayectorias en teatro y es de público conocimiento que la actividad del género está atravesando un momento complicado. ¿Qué evaluación hacen de esto?
T. B.: –La realidad económica de los teatros no se escapa de la del país. Estamos atravesando una situación muy dura. Se volvieron a apagar las marquesinas y parecería que eso ha influido bastante en el espectador. En lo que a mí respecta, cuando me planteé hacer este proyecto ya existía este problema. Y pensé: “¿Qué hago? ¿Me quedo en mi casa o apuesto y sigo trabajando?”. Decidí seguir adelante.
V. L.: –Por historia y por memoria, en los momentos de crisis complejas que ha atravesado el país, el teatro pasa a ser un espacio de resistencia. Creo que la gente no necesita salir a buscar la estupidización de la televisión, sino la verdad en las cosas que tienen verdad. Y el teatro siempre ha dado respuestas muy contundentes. Cuando pienso en Teatro Abierto, en un momento complejo en el que no se podían decir las cosas, los autores junto con los actores que hacíamos ese teatro generábamos una propuesta donde por medio de metáforas decíamos cosas que el espectador tomaba. Luego, en 2001, también se empezó muy mal y en ese momento yo hacía en teatro Made in Lanús, con Ana María Picchio, Hugo Arana y Soledad Silveyra, y la obra hablaba de los exilios y de la gente que se iba del país. Estuvimos cuatro años de gira. Y luego hice un documental que se llamó La otra Argentina, donde trataba de mostrar que había otra Argentina que quería resistir. El teatro ahí siempre juega un rol. Si bien es cierto que pasa a ser también, por el momento, algo que podría ser prescindible, la gente necesita salir y espero que venga a ver esta obra.
* La herencia de Eszter se presenta en el Teatro La Comedia (Rodríguez Peña 1062), con funciones los jueves y viernes a las 21, los sábados a las 20 y a las 22, y los domingos a las 19.30.
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