Jueves, 30 de noviembre de 2006 | Hoy
TEATRO › JOSE MARIA MUSCARI Y “KAGARET”
La puesta fue realizada junto al grupo La Cochera, que dirige Paco Giménez.
Por Cecilia Hopkins
A partir de su exitosa Shangay, de su participación en la anteúltima Fiesta Nacional del Teatro, el trabajo de José María Muscari se está haciendo conocer en las provincias. Allí, cada vez con mayor frecuencia, actores y directores lo solicitan como docente en talleres de actuación, aunque sea por unas pocas jornadas. El año pasado, en cambio, de Córdoba capital recibió la propuesta de producir un montaje a lo largo de todo 2006. Los intérpretes serían quince actores de La Cochera, el grupo que desde hace dos décadas dirige el inefable Paco Giménez. Como la idea consistió desde el vamos en montar un espectáculo de cabaret –un género que el actor y director cordobés conoce al detalle–, Muscari no debió partir de cero, ya que su anfitrión había comenzado a producir material por las suyas para que contase con una base previa. Kagaret –pulsión por exhibirse–, la obra resultante de esa experiencia de cruce, se presentará en El Portón de Sánchez (Sánchez de Bustamante 1034), en doble función este sábado y el domingo 3, a las 21 y 23, el primer día, y a las 19 y 21, el siguiente.
–¿Desde qué ideas concretas se inició el trabajo actoral?
–Paco Giménez convocó a actores de su grupo y les dio pautas concretas de trabajo relacionadas con la idea de entretener, de ser divertidos o de presentar alguna particularidad escénica determinada. Me mostraron casi seis horas de material. Sin embargo, a mí lo que menos me interesó fue la zona del humor o el virtuosismo. El trabajo, en cambio, me despertó un universo muy concreto sobre el patetismo que implica la exposición del actor cuando tiene la necesidad de entretener. Entonces, con el grupo fuimos generando ficciones muy contundentes, pero sin componer personajes. Todos jugaron a exponer las propias debilidades, sus zonas oscuras, perversas, relacionadas con lo sexual.
–¿Por qué se pensó en un cabaret?
–Porque siempre me pareció una zona hostil, donde los cuerpos son expuestos para calentar y entretener. Esa relación que se entabla con un público que mira como un voyeur siempre me resultó muy decadente. Entonces jugué con ese vínculo entre el que muestra y el que mira, profundizando en la pulsión por el exhibirse y en todo tipo de fetichismos escénicos. Así, los actores se convirtieron en iconos del sexo patético. Por otro lado, de entrada, lo musical atravesó los trabajos de los actores. La música siempre forma parte neurálgica de mis puestas.
–¿Cuál es el tratamiento del erotismo que propone el espectáculo?
–Divertido, en primer lugar. Siempre que uno tiene la posibilidad, la decisión y la inteligencia de reírse o de tener una mirada un poco distorsionada de la simple representación de la realidad, el humor aparece casi sin proponérselo. Por otro lado hay una intención deliberada de búsqueda entre sexual, erótica, patética y desfachatada del cuerpo y la desnudez de los actores. Durante una hora se mantiene en vilo al espectador, fluctuando entre la decisión de mostrarle todo y no mostrarle nada, sin recurrir a un relato escénico “convencional”. Lo que buscamos fue generar un instante fugaz, mágico, particular y erótico de encuentro con el espectador.
–¿Qué rasgos estéticos o temáticos acercan su trabajo al de Paco Giménez?
–En primer lugar, tengo por él una admiración que comenzó de adolescente, por haber visto al grupo La Noche en Vela (grupo que dirigió Giménez en Buenos Aires, viajando periódicamente desde Córdoba). Desde entonces descubrí una concepción desacartonada del teatro.
–¿Cómo se puede definir esa idea?
–El hecho escénico puede ser un momento único y festivo a la vez. Y el trabajo actoral puede basarse en la arbitrariedad y en lo metafórico. Se puede indagar en un tema, pero sin la necesidad de relatar una historia. Estéticamente, el trabajo de Paco y de La Cochera siempre tuvo que ver con el desmadre, con lo explosivo, lo expansivo y lo poco “clasificable”. Creo que Kagaret revisita esos lugares y tópicos escénicos, pero con una violencia mayor que la que suele manejar el grupo. No en vano fue la violencia escénica que recorre mis propuestas una de las razones por las que Paco decidió convocarme para generar esta cruza.
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