Jueves, 30 de noviembre de 2006 | Hoy
CINE › “ESTAN ENTRE NOSOTROS”
Los impronunciables directores del film –Banjong Pisanthanakun y Parkpoom Wongpoom– le sacan buen jugo a la típica historia de fantasmas que viene haciendo furor en Oriente... y Occidente.
Por Horacio Bernades
Desde el mes pasado se mantiene en cartel, en el auditorio del Malba, Tropical Malady, del realizador tailandés Apichatpong Weerasethakul, toda una celebridad en el circuito de festivales y cine de arte, conocido desde un tiempo atrás en la Argentina gracias al Bafici. Ahora se estrena, con el título de Están entre nosotros (Shutter), uno de los grandes éxitos del cine de terror producido en ese país, producto de una cinematografía que parece querer reproducir (en menor escala y con unos años de delay) el fenómeno representado por el cine coreano, desde mediados de los ’90, en la región y el mundo entero. Las tres películas thai estrenadas en la Argentina (a las nombradas hay que añadirles otro batacazo de terror, The Eye, estrenada el año pasado) hablan de una versatilidad idéntica a la que siempre marcó a fuego la producción de Corea del Sur, capaz de mejorar a sus pares de Occidente en lo que se conoce como cine de arte, y de paso también en el de género.
Como sucedía también con The Eye, Están entre nosotros se suma sin pudor a la variante genérica más exitosa del cine asiático contemporáneo: la del cine de fantasmas, encabezado por los vecinos nipones con películas como The Ring, Ju-On y Dark Water, todas ellas origen de remakes anglohablantes. Los fantasmas del llamado j-terror (y, por lo visto, también del t-terror) son siempre mujeres pálidas, de pelo largo, negro y muy lacio. Suelen presentarse vía VHS (como en The Ring), en el monitor de la compu (en Kairo, de Kiyoshi Kurosawa) o, como aquí, en fotos. Todo comienza la noche en que la pareja integrada por Tun y Jane atropella por distracción a una desconocida. Que, vaya a saber cómo y por qué, apareció cruzando una ruta oscura y alejada, en medio de un bosque. Jane quiere recoger a la desconocida, Tun se niega y huye. Quien esté avisado de la obsesión de venganza que caracteriza a los fantasmas asiáticos –o quien haya visto Sé lo que hicieron el verano pasado, cuyo punto de partida es prácticamente el mismo– intuye seguramente que Tun pagará tarde o temprano su culpa, y con creces. Acierta.
Con una eficaz sencillez (sin duda reminiscente de The Ring), climas bien construidos y shocks en los que el sonido tiene tanto o más peso que la imagen, la ópera prima de Banjong Pisanthanakun y Parkpoom Wongpoom (los nombres tailandeses ponen en riesgo toda ortografía) va develando, sin cederle terreno al vértigo ni al departamento de efectos especiales, qué relación tiene la mujer atropellada con Tun y con su grupo de amigos del secundario. Una relación marcada por el abuso, la culpa y la complicidad criminal. Ya se sabe que los fantasmas no perdonan y es así como una cadena de suicidios se irá desparramando entre los amigos del protagonista, que tienden a tirarse al vacío desde cualquier terraza. Que Tun sea fotógrafo aficionado justifica que todas las apariciones fantasmales se produzcan en el laboratorio (una muy buena escena, de clásica construcción, con Jane como protagonista), durante el proceso de revelado o en copias de polaroid. Y, en la que es seguramente la mejor escena de sustos de la película, en un estudio súbitamente oscurecido, entre aterradores flashes.
Los metalingüistas le prestarán atención a cierta teoría de la imagen, desbrozada por el editor de una revista de apariciones truchas (o no tan truchas, que de esa duda pende el género mismo). Y hasta una teoría del espectador de género, que el mismo personaje silabea. A diferencia de otras películas cuyos méritos parecerían desprenderse de una lectura en clave (el caso de Los infiltrados y las posibles autorreferencias de Scorsese a su situación de infiltrado en Hollywood), lo bueno de Están entre nosotros es que la película funciona con o sin ella. Eso sí, tal vez a Shutter debieron haberle puesto Están sobre nosotros, teniendo en cuenta el castigo que el protagonista terminará sufriendo. Una imagen final lo revela con gran fuerza visual, evocando cierta iconografía occidental en la que el demonio subyuga a su víctima, literalmente.
7-ESTAN ENTRE NOSOTROS
(Shutter) Tailandia, 2004.
Dirección: Banjong Pisanthanakun y Parkpoom Wongpoom.
Guión: B. Pisanthanakun, P. Wongpoom y Sophon Sukdapisit.
Intérpretes: Ananda Everingham, Natthaweeranuch Thongmee, Achita Sikamana y Unnop Chanpaibool.
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