TEATRO › BALANCE DEL FESTIVAL DEL MERCOSUR
Otra fiesta de máscaras en las tablas cordobesas
Los favoritos del público fueron los eslovenos del Teatro Mladinsko, la Compañía francesa Royal de Luxe (con actores chilenos) y el Teatro de los Andes, del argentino César Brie.
Por Cecilia Hopkins
Desde Cordoba
En su V edición, el Festival Internacional de Teatro Mercosur presentó una docena de espectáculos extranjeros repartidos en diez días, además de obras coproducidas entre artistas cordobeses, franceses, australianos, italianos y alemanes. Como también fueron programadas obras de Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires –y aparte había una grilla paralela de espectáculos locales–, la comunidad de espectadores cordobeses (bien nutrida, por cierto) tuvo la oportunidad de asistir a precios accesibles a las más diversas propuestas. Más que en otros años, el público acompañó con su presencia este encuentro teatral inaugurado en 2000, heredero de los ya míticos festivales cordobeses de los años ’80. Aunque, como ocurre en eventos de estas características, en materia de excelencia artística hubo ciertos desniveles.
Durante los primeros días, los favoritos de la concurrencia fueron, por orden de llegada, los eslovenos del Teatro Mladinsko (presentaron ¿Quién le teme a Tennessee Williams?, espectáculo inspirado en la biografía del dramaturgo estadounidense y las claves culturales de los ’60), Roman Photo, atractiva producción de la Compañía francesa Royal de Luxe con actores chilenos, en la que se recrea en tiempo record la realización de una fotonovela, con originales efectos especiales, y Otra vez Marcelo, espectáculo del Teatro de los Andes escrito e interpretado por el argentino César Brie. Junto a la actriz Mía Fabbri, el director del conjunto boliviano entrelazó el pensamiento político de Marcelo Quiroga Santa Cruz (referido muy especialmente a su lucha en favor de la nacionalización del petróleo en Bolivia) y la historia de amor que lo unió a su compañera Cristina. Interesó también (aunque no tanto a los especialistas) Jutro (Mañana), montaje de las tres jóvenes croatas de la Compañía Kufer, sobre textos de la inglesa Sarah Kane. Mucho más polémica fue, en cambio, la presentación de la mexicana Luisa Huertas en La mujer que cayó del cielo, de Víctor Hugo Racón Banda, acaso por asumir un registro narrativo que muchos conectaron con la telenovela, para dar cuenta de la historia de una india tarahumara que viaja a Estados Unidos, es encerrada en un manicomio y saturada de psicofármacos a causa de que nadie comprende sus códigos culturales.
Ya finalizando el festival, apareció una de las figuras más esperadas, el director brasilero Gerald Thomas, con Um Circo de Rins e Figados, espectáculo centrado en la vigorosa personalidad escénica de Marco Nanini, eje de un circo en clave de metáfora, que sorprendió a quienes llegaron con criaturas a ver la función: el actor terminó envuelto en las banderas argentina y brasilera, luego de una serie de escenas humorísticas signadas por la necrofilia, los aprietes policiales y el tráfico de órganos.
Uno de los cambios registrados en el festival fue la ausencia de funciones en las cárceles, un hecho que le aportaba una marca personal respecto de otros encuentros escénicos del país. La razón que decidió el cambio fue la evasión del secuestrador Martín Luzi (en agosto se había escapado del penal de Bouwer en la capital cordobesa y fue recapturado en La Rioja dos días después). De todos modos, fue injusto que este hecho haya motivado también el levantamiento de las funciones en hospitales y neuropsiquiátricos.
Hubo, sí, una experiencia en la que se generó ficción sin actores y fuera de una sala teatral: fue el Audio Tour, con guión y dirección de Ariel Dávila y Christina Ruf, un recorrido por una zona céntrica de la ciudad pensada para un solo participante por vez, guiado a través de una grabación digital, la cual lo involucraba en una entretenida trama retrofuturista. En cambio, dentro de las propuestas alternativas, 57 Beds, la creación de la danesa Signa Sorensen presentada en la modalidad 100 horas non stop, aburrió a muchos, si bien es cierto que divirtió a los que decidieron resistir, ya que la idea consistía en crear una suerte de reality show dentro de un hospital abandonado en el que personajes bizarros proponían juegos a los asistentes durante toda la noche. Finalmente, en los pasillos, salas de disección y jardines del Hospital Nacional de Clínicas, el director alemán Roland Brus concretó en Woyzeck, ¿quieres ser más que polvo, tierra, lodo?, una inquietante adaptación del texto de Georg Buchner aludiendo también a la historia de la institución y a las luchas políticas generadas en su interior.