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Martes, 18 de octubre de 2005

CINE › ALEMANIA ANTES, DURANTE Y DESPUES DE HITLER

Premoniciones y síntomas

El 30 de enero de 1933, Hitler llega al poder. El 28 de febrero de 1962 se firma el manifiesto de Oberhausen, que da lugar al nacimiento del llamado Nuevo Cine Alemán. Entre esas dos fechas, el mundo y el cine cambiaron vertiginosamente. Y el cine predijo, en algunos casos adelantando con el juego imaginario de sus representaciones, lo que luego se transformaría en triste realidad. Pero el cine no es sólo el reflejo de la realidad. Al formar parte de ella también la crea, la produce y la modifica. Sobre esta idea trabaja el ciclo Premonición, síntoma y angustia: Hitos del cine alemán antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial, que comenzó ayer y se extenderá hasta el martes 25 de octubre, en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín (Avenida Corrientes 1530). La muestra está integrada por 13 largometrajes que iluminan un período histórico extenso, desde los últimos años de la República de Weimar hasta finales de la década del ’50, con un epílogo dedicado a films contemporáneos que reflexionan sobre ese pasado cinematográfico. Paralelamente al ciclo, se puede cursar un seminario on line organizado por el Goethe Institut (bajo la dirección de Ricardo Parodi e Inge Stache), al que se puede acceder gratuitamente en la página web www.goethe.de/buenosaires/semi nario.
Hoy se verá El trío de la estación de servicio (1930), de Wilhelm Thiele, la primera comedia musical alemana, una suerte de premonición del tipo de cine que Goebbels habría de promover años más tarde. Un cine que contribuía a facilitar el gusto del espectador por la alienación. Mientras tanto, todos repetían las pegadizas canciones. También está programada La Habanera (1937), de Detlef Sierck (Douglas Sirk), con Zarah Leander, la figura elegida por el nazismo para reemplazar a la emigrada Marlene Dietrich, en la que fue su película más popular. Mañana miércoles 19 va el documental Olimpia - La fiesta de la belleza (1938), de Leni Riefenstahl, donde la directora de El triunfo de la voluntad materializa su idea de la organicidad de los cuerpos y del “verdadero arte pangermánico”. Para el jueves está previsto Concierto a pedido (1940), de Eduard von Borsody, uno de los grandes éxitos del cine nazi, un melodrama que propone el auto sacrificio en nombre del Tercer Reich. A partir del viernes el ciclo se interna en los Heimatfilme de la década del ’50, con cuatro ejemplos del cine costumbrista alemán de posguerra: La joven de la selva negra (1950), de Hans Deppe; El perjurio del campesino (1956), de Rudolf Jugert; En la cima de la montaña (1957), de Geza von Bolvary, y La pescadora del lago de Constanza (1956), de Harald Reinl, con Marianne Hold. El ciclo se cierra con Alemania madre pálida (1979), de Helma Sanders-Brahms; El puente (1959), de Bernhard Wicki, y Bellaria (2002), de Douglas Wolfsperger.

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La pescadora del lago Constanza o el kitsch de posguerra.
 
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