Sábado, 15 de agosto de 2015 | Hoy
CHICOS › MARTIN BLASCO PUBLICO LA OSCURIDAD DE LOS COLORES
Es 1910 en Buenos Aires y la ciudad se prepara para los grandes festejos por el primer centenario. En medio de este clima celebratorio, Alejandro, un joven periodista, recibe un encargo perturbador: investigar la desaparición de cinco niños, ocurrida veinticinco años atrás. Es la punta de un ovillo que se irá desenrollando con diversas texturas, entre lo enigmático, lo policial, lo siniestro, lo inesperado. Martín Blasco es quien va tirando con pluma justa de ese hilo, que tiene un ritmo atrapante y una potencia muy visual en el relato, en su reciente libro La oscuridad de los colores. Publicada dentro de la colección Zona Libre de Editorial Norma, dirigida a ese segundo segmento de la llamada Literatura Infantil y Juvenil –el de un lector “joven”–, con solidez literaria La oscuridad... abarca seguramente un público destinatario más amplio, por fuera de barreras etarias.
Estructurado en dos relatos paralelos, este thriller va ganando giros y suspenso a medida que avanzan los días de un diario personal –Diario de J. F. Andrew, es uno de esos relatos– y la historia de Alejandro, quien, ya en el inicio de la novela, recibe en la redacción del diario La Prensa, donde trabaja, un encargo que debe aceptar: un padre va a contarle que acaba de aparecer su hija, quien fue robada de su casa cuando tenía un año. Pasaron desde entonces veinticinco años más. La joven no recuerda absolutamente nada: averiguar qué ocurrió en esas más de dos décadas, cómo desapareció y cómo regresó esa joven será el trabajo que Alejandro deberá encarar con más de un reparo.
Pronto se sabrá que fueron cinco los niños robados y que quien los robó es quien escribe el diario que se reproduce en el otro relato, con el fin de llevar a cabo un extraño experimento. “¿Qué es lo que pretendo? ¿Cuál es el objetivo que persigo con este experimento? Lo que todo hombre que se precie de tal desea, el único objetivo sensato que alguien puede ponerse en la vida: cambiar el mundo. Entre estas paredes crecerá la humanidad del mañana. El siglo XX se aproxima y de mis manos saldrán sus hombres”, se lee en las primeras páginas de este extraño diario.
La oscuridad de los colores remite al suspenso y el policial más clásico, pero argento: todo ocurre en una Buenos Aires cosmopolita, confiada en el futuro y en expansión, y al mismo tiempo desigual, que en el muy visual relato de Blasco (que reclama su versión cinematográfica) casi se puede ir viendo en colores ocres, a medida que avanzan las páginas, el suspenso y la intriga. Ese emplazamiento espacial y temporal es uno de los elementos que hacen distinta a esta historia: Buenos Aires, 1910. “Es una época muy interesante, principios del siglo XX es cuando aparecen todas las vanguardias, en pintura, en literatura, en música”, señala Blasco en diálogo con Página/12, sobre el escenario elegido para empezar a narrar. “Hay un corte con lo que venía de antes, todo se vuelve ‘experimental’, y lo mismo sucede con la ciencia e incluso con la política, aparecen formas de gobierno nunca antes vistas. En esta novela esa idea de lo experimental, de la búsqueda de un mundo nuevo, se da de la forma más terrible, con un experimento psicológico con chicos”, sintetiza.
Junto a su oficio de escritor, Blasco ha cultivado otros que –lógicamente– se cruzan en el hacer: estudió la carrera de dirección de cine, trabajó en los últimos veinte años en televisión, como productor y como guionista. Fue el responsable de la adaptación de Los siete locos y Los lanzallamas para la Televisión Pública –“fue una experiencia genial”, destaca–, antes estuvo con Jorge Guinzburg en sus últimos años en Mañanas informales y en La Biblia y el calefón. Y hay otro mundo particular que ha transitado, además de los de la literatura y la televisión: el de la cumbia. “Me tocó vivir cosas muy fuertes, tener que perseguir todo el día a Rodrigo cuando tenía unos 23 años, o ver el nacimiento de la cumbia villera”, recuerda.
–En La oscuridad de los colores hay mucha información histórica en los detalles cotidianos: el modo de vestir, el paisaje urbano del centro de Buenos Aires, las relaciones familiares. ¿Se documentó de algún modo en especial para trabajar este aspecto?
–Viví toda mi vida en San Telmo, supongo que tengo siempre presente el Buenos Aires antiguo. Pero sí, leí mucho, sobre todo los autores que en ese momento eran importantes, también me la pasé escuchando música de esa época mientras escribía y paseando por los lugares emblemáticos de la Buenos Aires de 1910. De cualquier manera la novela es un thriller, no una novela histórica; aparece la calle, las costumbres, la forma de pensar, pero sólo como un marco para la trama que quiero contar.
–El relato es además muy visual, es como si la novela reclamara su película. ¿Cuánto de su oficio de guionista pone en juego como escritor, y viceversa?
–Estudié la carrera de dirección de cine y supongo que se nota. Luego, las vueltas de la vida me llevaron a la literatura. Amo las dos cosas. Esta novela es también una película que a mí me gustaría ver en el cine. Y la ventaja de escribir es que no hay límites de presupuesto.
–La novela está publicada dentro de una colección juvenil. ¿La escribió pensando puntualmente en ese público o simplemente escribió y luego es la editorial la que marca esa categoría?
–Dejo esa cuestión en manos de los editores, en este caso Laura Leibiker. Yo me limito a escribir lo mejor que puedo, no pienso en edades. La literatura es literatura a secas. Me interesa que un texto mío, incluso si está publicado para chicos, también tenga cosas que las pueda disfrutar un adolescente o un adulto. Lo mejor de la literatura infantil y juvenil tiene esta característica, Alicia en el País de las Maravillas o La historia interminable no son historias para una edad determinada. En humor hay una larga tradición, que va desde Asterix a Los Simpson, de lograr que un mismo chiste sea apreciado por diferentes razones. Los chicos se ríen porque Homero se cayó, los grandes sabemos que es una referencia a una película. La oscuridad de los colores es una novela de suspenso. Sería mejor usar la lógica del cine y decir que es para lectores de quince años en adelante, sin límite.
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