Lunes, 16 de octubre de 2006 | Hoy
CHICOS › COMIENZA EL II FESTIVAL NACIONAL E INTERNACIONAL DE TEATRO PARA NIÑOS Y ADOLESCENTES ATINA 2006
Seis salas, doce espectáculos argentinos y cinco extranjeros, charlas y talleres: la segunda edición de la muestra promete una semana ideal para los pequeños aficionados al lenguaje teatral. Juan Garff, director del festival, el creador Hugo Midón y el director Jorge Onofri analizan el estado de las cosas en el género.
Por Sebastián Ackerman
A partir de hoy a las 17, con apertura a cargo de La Pipetuá, y hasta el sábado a las 21, con el cierre de la Compañía Clun, los chicos con temprana afición por el teatro tendrán muchas y muy variadas opciones para disfrutar: en seis salas diferentes (ver aparte), el II Festival Nacional e Internacional de Teatro para Niños y Adolescentes Atina 2006 contará con la presencia de doce espectáculos argentinos (con uno cordobés y otro neuquino) y de cinco extranjeros, con elencos provenientes de Uruguay, Canadá, Suiza, Brasil y Croacia. Además, se llevarán a cabo distintos foros y talleres para estudiantes, dramaturgos, docentes y público en general, en los que se tratarán diversos temas relacionados con el teatro infantil, con especialistas tanto de Argentina como de Canadá, España, Suiza, Suecia y hasta Zambia. En su primera edición, en noviembre de 2003, el festival contó con la presencia de más de 6000 personas en los 17 espectáculos que fueron programados, con elencos de México y España como invitados. Y ahora no sólo esperan superar la cantidad de público en los teatros, sino que redoblan la apuesta: la intención es realizar este festival, de aquí en más, cada dos años, para que coincida con encuentros de teatro infantil que se desarrollan en otros países latinoamericanos (como Perú y Brasil) y así crear, al decir de Carlos de Urquiza, presidente de Atina, una especie de “corredor cultural” del teatro infantil y adolescente en la región.
Para formar parte de la programación del festival, se recibieron más de 200 propuestas de espectáculos, número más que suficiente para que cada una de las obras seleccionadas sea de calidad y una buena muestra de las estéticas que se desarrollan en el rubro, entre las que se encuentran teatro de actores, teatro negro y de sombras, clowns, payasos, títeres y danza. “Yo creo que no hay una tendencia clara y única en este momento en el teatro para chicos. Por eso, la idea fue mostrar en un abanico lo más amplio posible de las distintas opciones que hay sin bajar el piso de calidad”, explica a Página/12 Juan Garff, director artístico del Festival y crítico de teatro infantil. “El espectador de teatro para chicos es bastante fiel a un grupo –continúa–, y el festival es una posibilidad de mostrarles eso, pero también otras cosas que tal vez sean muy distintas.” Incluso con los espectáculos de afuera, “el criterio fue mostrar cosas que no se trabajaran acá, de esa forma. Si tenía que optar entre algo equivalente a lo que podría verse acá de muy buena calidad y una obra simplemente buena pero que no se veía en Argentina, por su estilo o por su corriente, optaba por lo segundo.”
¿Qué es lo que en Argentina “no se trabaja mucho”? Garff sostiene que en los espectáculos extranjeros hay “por un lado, un tratamiento más profundo del texto, de la palabra. En el teatro para chicos tuvieron una continuidad mayor con el teatro para adultos. Aquí se dio una corriente muy fuerte que trabajó lo lúdico de María Elena Walsh para acá. Fue positivo como novedad, pero se dejó un poco de lado el texto”, dice. “Otra cosa que los diferencia es que incursionan un poquito más en los conflictos de la vida o de cómo los afecta a los chicos. Afuera tienen muchos menos temores para trabajarlo, y a nosotros eso nos parece muy crudo, incluso. Se juntan esas dos cosas en la elaboración de la dramaturgia. En Argentina podemos encontrar alguna obra que trabaje al respecto, pero son pocas. Más allá de la crisis y los condicionamientos, me parece que acá no hay dramaturgia para chicos, por lo menos no con la profundidad y la cantidad que existe en algún otro lado”, opina Garff.
Además de los espectáculos programados, también habrá foros y encuentros en los que se debatirá sobre políticas culturales en teatro para niños, los tipos de espectáculos que pueden presentarse en los festivales internacionales y un encuentro con dramaturgos. Hugo Midón, referente en la materia con más de 35 años sobre las tablas creando y dirigiendo y panelista del encuentro, enfatiza que este tipo de festivales “ayuda en la medida en que se puedan ver otras maneras de trabajar, intercambiar opiniones con elencos de los distintos países. Esta cosa de cotejar también significa hacer visible la existencia de un movimiento, de un grupo de gente que hace cosas para los chicos, y le da información a la sociedad de que esto existe. Y así se va desarrollando, en algún punto, un cierto poder para funcionar en la sociedad”. Midón también destaca que “hay que ser un poco autocríticos y criticar con buena leche lo que se ve. Yo creo que están dadas las condiciones para que todo mejore. Los autores, los directores, pueden acercar a los mejores actores, escenográfos, vestuaristas, porque todo lo que sea para chicos debe ser lo más cuidado posible”. Pero critica que se lo tome como un escalón hacia algo más importante, ya que “muchas veces, cuando un actor enumera las obras en las que participó, elude las que son para chicos. En ese sentido, estos festivales pueden estimular la mejora si somos críticos con nosotros mismos y apuntamos a una mayor calidad”, remarca.
Uno de los objetivos de Atina es estimular la creación de nuevos elencos y nuevas obras, sobre todo en el interior del país, donde las dificultades son mayores que en Buenos Aires. Es por ello que entre los espectáculos nacionales seleccionados está La niña invisible, de la compañía Atacados por el Arte, de Neuquén, que cuenta la historia de una niña que literalmente desaparece ante el desprecio de sus padres, y va recuperando su materialidad en el transcurso de la obra, luego de ser adoptada por una pareja que la trata como un ser humano realmente merece. Su director, Jorge Onofri, sostiene que la obra le gusta a públicos de diferentes edades. “Tenemos un formato un poco ingenuo desde la puesta en escena adrede; yo busco un formato premeditadamente infantil para llegar también a un público adulto. Busco historias que se puedan narrar en un formato ‘adulto’, pero el hecho de elegir títeres genera una tendencia a que va a ser consumido por un público infantil, porque quiero tocar el aspecto infantil del espectador, a su niño interno, desde su ingenuidad, para que empiece a ver la obra desde ese lugar. Trabajar con esa parte del espectador para después desarrollar el tema con una profundidad que no suele ser lo común en los espectáculos infantiles.” Onofri señala que se adentran “en temas que son un poco espinosos a veces, que el espectáculo para chicos suele evitar. Me parece que esto es mucho más enriquecedor que si siempre todo está maravilloso.”
Onofri también resalta la importancia de este tipo de festivales. “Ayuda al crecimiento en el sentido de que el teatro infantil sufre una mirada que lo minimiza –dice–. Los artistas se han encargado mucho de eso; no es que el público sea gil y lo mire de soslayo. En todo caso, hubo productos que lo merecían porque el mismo artista muchas veces tiene esa mirada sobre los chicos. Me parece que lo interesante es que, al ingresar en sectores que le dan otra consideración al teatro, otra estatura, porque es un festival internacional, de algún modo puede posicionar al espectáculo en una consideración mejor que la que suelen tener las obras para chicos. Pero la realidad es lo que es: el espectáculo es bueno o es malo. No hay muchas alternativas.” Al respecto, Midón sostiene que “hay una subestimación de base, intrínseca en la sociedad con respecto a los niños. Y nosotros, como gente de teatro que se dedica a los niños, arrastramos un poco eso. Hay ideas y frases hechas sobre cómo entretener a los chicos, que no comprenden, que sólo necesitan ‘divertirse’, y que los grandes somos los que sabemos y los chicos no. Pero si se mira la manera de ver la realidad de los chicos, a veces es más interesante que la de los adultos. También se ve en la educación, en lo que gana un maestro, que deberían ser los pilares de la sociedad en cuanto a la formación, al tiempo, a la tranquilidad que necesita un maestro para enseñar”, opinó.
Buenos Aires, más allá del festival organizado por Atina y otros encuentros que también se realizan en nuestra ciudad, es una de las plazas internacionales donde más teatro infantil se produce y presenta. ¿Esto es bueno de por sí? “En cantidad es probable, en calidad no –subraya Midón–. Lamentablemente no veo muchos buenos espectáculos para chicos, no hay un desarrollo de la calidad. Se hacen espectáculos pero poco interesantes en cuanto a la búsqueda, a trabajar con nuevas técnicas y herramientas, a abordar nuevos temas o nuevas formas de tratar los viejos. No hay espectáculos que uno diga que son imperdibles.” Buenos Aires, única en cantidad, “merecería algo más desde los dramaturgos, directores, actores, de lo que hace a un espectáculo.” Por su parte, Garff destaca que hay un buen nivel de calidad en general, y que Buenos Aires es una plaza fuerte a nivel mundial, ya que “hay una cultura de llevar a los chicos al teatro. Pero a partir de ese buen nivel, creo que en los últimos veinte años aparecieron pocas cosas nuevas, no se produjo un desarrollo como quizás uno podría haber esperado en este tiempo. Los referentes siguen siendo los mismos, Hugo Midón, Héctor Presa, Gerardo Hochman últimamente; y no está mal que lo sean, porque son muy buenos, pero no surgen otros que tengan el mismo nivel que ellos. Por eso también es muy positivo este festival: no para barajar de cero, porque estamos lejos de cero, pero sí para pensar de vuelta sobre lo que hacemos y ayudar a que se innove en distintas cuestiones”, concluye.
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