Miércoles, 29 de septiembre de 2010 | Hoy
DANZA › CLAUDE BRUMACHON, BENJAMIN LAMARCHE Y LA PUESTA LOCAL DE EL TESTIGO
Una idea surgida en su visita anterior a la Argentina terminó cristalizando en un espectáculo que propone la participación de los espectadores, que no sólo deben seguir a los bailarines por el espacio, sino también utilizar un vestuario.
Por Alina Mazzaferro
En 2009, el coreógrafo Claude Brumachon y su asistente, entrañable compañero y principal intérprete Benjamin Lamarche, vinieron a dar una master class y mostrar un compendio de dúos extraídos de sus obras. En esa oportunidad, alguien les dijo que los argentinos eran amantes de la literatura kafkiana y les sugirió montar El testigo, pieza creada sobre la obra de Kafka. Enseguida el Centro de Experimentación del Teatro Colón entró en contacto con la dupla francesa a cargo del Centro Coreográfico Nacional de Nantes y aceptó la propuesta. Hace un mes, los coreógrafos regresaron a la ciudad porteña para ensayar con un cuerpo de bailarines argentinos y ya tienen lista la pieza que estrenará hoy a las 20.30 y podrá verse hasta el sábado a la misma hora y el domingo a las 17 en el subsuelo de Viamonte y Cerrito. El testigo se presenta como un “deambulatorio coreográfico”: una obra con un uso inusual del espacio, en el que los espectadores no estarán sentados, sino que deberán seguir a los artistas en un área escénica amplia. “El público deambulará entre la escena y además tendrá un vestuario”, anticipa Lamarche.
–¿Cómo es eso?
B. L.: –Cada cual deberá dejar su abrigo en la entrada y se colocará un guardapolvo gris.
C. B.: –El espectador se sumergirá en el universo kafkiano, un ambiente caracterizado por pilas de papeles y trámites inacabables. Prácticamente no usamos objetos, pero trabajamos sobre los gestos y tuvimos en mente elementos kafkianos, como la máquina de escribir.
Para los coreógrafos, el CETC resultó un lugar perfecto para recrear un submundo sombrío y laberíntico, propio de la poética del escritor checo. Ellos consideran que ese entorno burocrático, agobiante y obsesivo no perdió actualidad: “La escritura de Kafka fue profética, anticipó esa cultura de la administración, ese ambiente paranoico y estresante que podemos sentir en nuestra sociedad actual”, asegura Brumachon.
–¿Ese mundo es tan actual en Argentina como en Francia?
C. B.: –Absolutamente. En todas partes hallamos tal locura, vivimos en un mundo de gente encerrada en sus computadoras. Tenemos esa sensación de estar reprimidos y restringidos en cada uno de los ambientes que transitamos, como si fuéramos vigilados por funcionarios kafkianos. La obra recupera los personajes, la locura y la metamorfosis de Kafka, que es simbólica: cualquier hombre se ha convertido en insecto cuando se encierra tras los muros de su casa, con miedo. La coreografía está construida sobre esas sensaciones.
El testigo nació del encuentro de Brumachon y Lamarche con bailarines checos tras una serie de talleres que éstos fueron a dar a Praga en 2001. “Nuestras creaciones no son programadas, no se trata de llegar a un lugar y montar”, explica el director. “Solemos dar clases en el mundo entero, cuando sentimos que la danza que expresamos resuena en los corazones de los bailarines, que éstos tienen ganas de seguir trabajando, que hay algo especial con ese grupo de gente, entonces surge la necesidad de crear una obra.” Cuando empezaron a darle forma al proyecto, la primera reacción de los checos fue: “¡Otra obra más sobre Kafka!”, cuentan los directores. “Pero enseguida se entusiasmaron con nuestra lectura”, aseguran. Al momento de imaginar un espectáculo, el trabajo de la dupla francesa no comienza en la sala de ensayo, como podría imaginarse. Por el contrario, el proceso de investigación empieza fuera de los muros del teatro o del estudio de danza. Porque transitar la ciudad en la que se encuentran les permite a estos franceses empaparse de la estética y la sensibilidad que quieren imprimir sobre su nueva creación. “Solemos caminar en las ciudades, vamos a pie a todos lados”, asegura Lamarche. “Observamos la arquitectura de Praga y eso nos inspiró. La pieza habla de Kafka el escritor, de su obra y de su ciudad, caracterizada por las sombras, el frío, sus callecitas. Es una ciudad con una enorme cantidad de esculturas; figuras, gárgolas que te observan por todos lados. Están allí hace muchísimos años: son los testigos de los que hablamos; testigos de la época de Kafka, de la Primavera de Praga, de la historia.”
–La pieza es un encuentro de culturas: Francia, la República Checa, Argentina. ¿Cómo trabajaron con los intérpretes acá?
B. L.: –Doscientos cincuenta bailarines respondieron a la convocatoria. Hicimos audiciones en grupos, seleccionamos a unas veinticinco personas para hacer un taller y nos quedamos con diez bailarines. Además, invitamos a cuatro bailarines más a participar de la creación, detrás de la escena.
C. B.: –Los argentinos tienen mucha energía y ganas de trabajar, no se cansan, no quieren interrumpir los ensayos. El grupo es magnífico.
–¿El resultado es diferente de la versión francesa?
B. L.: –Es forzosamente diferente porque hay otro espacio y otra gente. Es como cuando te encontrás con alguien veinte años después: sabés que es la misma persona, le decís que no cambió pero en realidad sí, se casó, tiene hijos, conoció el mundo. Con un espectáculo pasa algo similar, cuando cambia el tiempo y el lugar en que es montado. Es el mismo y a la vez completamente diferente.
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