Viernes, 28 de marzo de 2014 | Hoy
DANZA › IÑAKI URLEZAGA, ANTE EL DESAFIO DE DANZA POR LA INCLUSION
Las seis presentaciones gratuitas que arrancan hoy en el Teatro Coliseo son el comienzo de un ambicioso plan que busca integrar a bailarines sin mayores oportunidades y públicos que usualmente no tienen acceso a los espectáculos de danza.
Por María Daniela Yaccar
Tres años tenía, nada más, cuando empezó a bailar. Si se le pregunta cuándo se le ocurrió hacerlo de modo profesional, contesta que no se acuerda. Todo, en él, fue muy “natural e innato”. Cuesta imaginar a un niñito pensando en hacer pasos clásicos en vez de reclamando juguetes, pero ése fue Iñaki Urlezaga. A los cinco, cuando todos los infantes están en la última sala del jardín, a punto de poner el pie en el mundo escolar, Urlezaga ya asistía a un lugar específico para aprender a danzar. Después, entró al Colón. Diez de promedio. Mamá y papá lo bancaron, siempre. Entendieron que no era un capricho, que ahí había una real, apasionada, irrefrenable vocación. En toda nota que da Urlezaga les agradece de algún modo. Su madre, una modelo que después fue ama de casa, lo llevaba al Colón todos los días. Dos horas de ida y dos de vuelta, desde La Plata hasta la ciudad de Buenos Aires, porque todavía no existía la autopista. Urlezaga nació con un talento excepcional. Y tuvo una familia que lo acompañó en la (tan) sacrificada vida del bailarín y, también, los medios económicos para encararla con todo.
Pero no siempre es así. Debe haber mucha, muchísima gente talentosa que no cuenta con los otros factores (psicológicos, sociológicos, económicos): con los recursos, con el apoyo familiar o con instituciones cercanas, gratuitas, en las que volcar eso que se tiene, eso con lo que –posiblemente– se nació. Por eso Iñaki Urlezaga está tan contento. Porque en esta etapa de su vida le llegó una oportunidad inédita, que no tiene antecedentes en el país y que, por ende, tiene el carácter de hecho histórico: el Ministerio de Desarrollo Social lo convocó para que dirigiera una compañía nacional de ballet, que lleva el elocuente nombre de Danza por la Inclusión. El miércoles, la ministra Alicia Kirchner presentó este proyecto junto al bailarín y coreógrafo (ver recuadro). Esta iniciativa es doblemente importante, ya que miembros de la compañía, que se presenta hoy por primera vez, recorrerán villas y barrios dando talleres.
Durante 2013, Urlezaga se paseó por distintas provincias del país haciendo audiciones y clínicas, poniendo el ojo en los jovencitos y las jovencitas que conformarían el primer cuerpo de ballet estatal en la Argentina. Ellos, los examinados, aseguraban para las cámaras que la posibilidad de ser dirigidos por tamaña figura les representaba un sueño. Salvando las obvias distancias, hablaban con la emoción del que va a Popstars. “Necesitás cinco minutos para darte cuenta de si alguien es bueno o malo”, sentencia Urlezaga, contundente. “Pero, después... con un bailarín se trabaja toda la vida.” El, de hecho, sigue trabajando. Y no se cansa.
Los afortunados son 46. Surgieron de treinta audiciones y los eligió el mismo Iñaki. El número podría ascender a 60 en los próximos meses. “Les miro el físico, la musicalidad, la forma de bailar, el contacto académico, el raciocinio. Porque la danza involucra todo: es una visión muy holística”, enumera a Página/12. Y también dice algo muy poético: que les observa el corazón. ¿Cómo se mirará eso? Imposible saberlo. Pero lo cierto es que cuando el bailarín avanza por la calle camina distinto del resto. Camina perfectamente erguido, sus pies van prolijos, hay una limpieza que recubre todos sus movimientos, una elegancia, poesía en su porte. ¿Será eso el corazón? “El bailarín es un deportista con alma”, define; sobrio y seco en el vestir, y en el hablar.
El cuerpo de bailarines con dirección general y artística de Urlezaga ya está conformado y esta noche se mostrará por primera vez al público porteño. La cartelera negra del Teatro Coliseo, con las letras blancas del ministerio que conduce Kirchner y con una foto de Urlezaga, anuncian las funciones de Danza por la Inclusión, siempre gratuitas: serán hoy (a las 21), mañana (a las 20), el domingo (a las 20.30), el 1º, 2 y 3 de abril (a las 20.30). El ministerio llegó a un acuerdo con el Coliseo (Marcelo T. de Alvear 1125) para hacer funciones en la ciudad de Buenos Aires todo el año. También habrá espectáculos en las provincias y una semana de danza en Tecnópolis. Se realizarán sesenta funciones en la temporada artística 2014, con cuatro programas, dos mixtos y dos completos. El equipo lo integran cuatro maestros y ensayistas, una asesora artística, dos kinesiólogos y cuatro pianistas. Y para cada uno de los programas se convoca a distintos coreógrafos.
La orquesta que acompaña en el primer programa es la sinfónica de San Juan, dirigida por Gustavo Plis Steremberg, integrada por músicos experimentados y jóvenes estudiantes. El primer programa incluye Sylphides, con coreografía de M. Fokine y música de Chopin; Sylvia, con coreografía de Urlezaga y música de Delibes; Combate, con coreografía de W. Dollar y música de R. Banfield; Gâité Parisienne, con coreografía de Cecilia Millan y música de J. Offenbach y arreglos orquestales de Oscar Pérez.
“Sos un grande. ¡Te felicito! Te vi cuando tenías doce años, acá, en el Coliseo, en un concurso. No sé si te acordás: me firmaste tu primer autógrafo. Estábamos yo y un amigo.” No. Urlezaga tampoco se acuerda de eso. Hace un gesto de estar procesando el dato, pero no le responde más que con una sonrisa a ese anciano admirador que pasea un caniche –gracioso, como todos los caniches– frente al Coliseo. Urlezaga se sienta en un banco en la Plaza Libertad, entre palomas, árboles, enamorados y gente que lo mira con curiosidad. Llovizna, pero dice que no le molesta, que prefiere charlar al aire libre. Hace unos minutos se devoró un sandwich de pan árabe.
“No me acuerdo. ¿Cómo me voy a acordar de lo del autógrafo, si tenía doce años?”, dice Urlezaga. Pareciera sentirse obligado a mirar para adelante. Su vida siempre tuvo vértigo. Vivió una década en Londres –donde brilló como primer bailarín del Royal Ballet– y otros años en Holanda –en 2005 se unió como principal guest dancer del Dutch National Ballet–, siempre viaja, pero ahora está pendiente de este proyecto y por eso está asentado en La Plata. En realidad, está más que pendiente. Este es Iñaki Urlezaga –bailarín clásico por antonomasia, hombre de trascendencia internacional, que bailó frente a Khadafi, Lady Di y Máxima Zorreguieta– en versión nac & pop: “Me crié en las cercanías de la Ciudad, tenía al Colón para estudiar, un lugar público y de calidad. Podía aprender realmente. Es importante el apoyo del Estado para los chicos que quieren estudiar para ser bailarines. No todos tienen padres, y no todos tienen padres con plata. No debería ser así, porque ésta no debería ser una carrera para ricos. Debería ser una carrera para todos los argentinos”.
“Llevo este proyecto con orgullo, con fortaleza y ganas, y con mucha responsabilidad. Abruma”, expresa. Aunque es uno de los tres grandes, dice que se preguntó si podría responder a tanto trabajo y responsabilidad. Por ahora, pudo. Sus bailarines danzarán hoy por primera vez, y otra cosa buena es que él también. Aparecerá dos veces en el escenario, para hacer lo que mejor sabe hacer. Bailará Sylvia y Gâité Parisienne. “Que yo baile es una manera de mostrar el ballet a la ciudadanía”, apunta. Dice que está cansado, “pero bien, muy contento”. “Siempre un estreno se vive con nervios. Se suma un estrés natural, que uno generalmente no tiene todos los días. Empezamos a ensayar el 29 de enero. Todos los días, menos los sábados, seis horas. Da mucha felicidad ayudar a la gente a que crezca. Es muy reconfortante”, se entusiasma el maestro.
Va a bailar esta noche y va a hacerlo hasta que el cuerpo se lo permita. La suya es una carrera corta, como la que eligió su madre. Como la de un futbolista. “El límite de un bailarín son los cuarenta. Lo veo con naturalidad. Está bien así. No sé qué haré cuando cumpla los cuarenta. Me cuesta poner fechas por calendario. La carrera corta forma parte de esto: cuando empezás a estudiar danza, ya sabés que va a ser así. No es que te lo dicen después”, sostiene. Vive el presente. ¿Puede hacer otra cosa? Iñaki Urlezaga nació el 10 de diciembre de 1975, el Día de la Democracia. Está cerca del límite. Pero no piensa en eso, mejor bailar y no pensar. Y, en todo caso, pensar en positivo. Pensar cosas como: “Nunca hubo un ballet nacional”.
–Usted y algunos de sus colegas, como Julio Bocca, siempre han resaltado que en el exterior tenían resguardos para su trabajo profesional y que aquí no.
–Es que con los vaivenes económicos y sociopolíticos la cultura siempre es el área más castigada en la Argentina. Siempre primero están las gasas para el hospital, después la educación para que los chicos piensen y por último la cultura. Por eso digo que se abre una nueva etapa. Me tomó totalmente por sorpresa. No estaba en mis planes. Estaba bailando más que nada. Ahora se inicia una etapa federal, grande e importante.
–¿Y en qué momento de su carrera le llega esta ofrecimiento?
–En un momento en el que estoy muy agradecido a la vida que tuve, a lo que pude explorar y transitar. Fundamentalmente siento agradecimiento hacia los maestros que me acompañaron y que me guiaron, a los escenarios que pisé. Estoy muy en paz.
–Si no hubiera sido bailarín, ¿qué hubiera elegido?
–No sé, me hubiera gustado tener más tiempo para mí, que no sea tan arduo el día laboral. Pero es parte de la exigencia con la que uno realiza lo que hace. De otro modo no lo hubiera hecho tan excelentemente y tendría una cuenta pendiente. No tengo cuentas pendientes. Cuando me retire voy a estar muy en paz. Trato de cumplir a fondo con lo que quiero. La danza es un mundo fabuloso porque estás rodeado de artistas que te cambian la visión del mundo. Lo peor es que es esclavizante, no podés hacer muchas cosas más. Es muy limitante. Hubiera estado bueno estar más con la familia, no estar pendiente de la profesión las veinticuatro horas del día, de todos los cuidados necesarios que van más allá de la jornada laboral. Pero no es un sacrificio, es una religiosidad.
–¿No es como se ve en El cisne negro?
–Nooo. Locos y esquizofrénicos hay en toda actividad. Me parece que la felicidad no vende. Por eso no nos muestran bailarines felices. Este es un mundo de mucha competencia, pero puede haber competencia sana, no desleal ni masoquista.
–Usted atraviesa tres aristas de la danza: es bailarín, coreógrafo y maestro. ¿Hay algo que disfrute más?
–Están relacionadas: bailo desde muy chico, me gusta coreografiar desde siempre y me gusta la docencia. Están interrelacionadas, toda la vida confluí de esta forma. Las tres prevalecen en mí, me es complejo armarlas, necesito tiempo y dedicación. Es un todo la profesión. No soy ni bailarín ni coreógrafo ni director. Soy artista.
–¿Cómo fueron las audiciones?
–Hacíamos un programa físico, una audición artística y evaluábamos a través de un puntaje. Iban pasando a una selección final y después pasaban a integrar el ballet. Se presentó muchísima gente, había necesidad de algo así.
–¿Y cómo encarará la dirección de la compañía?
–Es una compañía que está formándose, que está formando su identidad, su cuerpo artístico, su repertorio. Va a tener un lenguaje propio, propicio para este grupo humano de bailarines, y que nos represente como sociedad. Y que nos represente, también, afuera: cuando la calidad trasciende lo nacional, llega el reconocimiento internacional.
–¿Se veía cerca de un organismo político? ¿Le gusta la política?
–Creo que la política sirve, no sé si me gusta. Estuve tanto tiempo metido en la danza que solamente miré eso. Le soy sincero. Estuve muy abocado a esto. Pero cuando la política usa estas armas para darle a la gente un futuro, la tarea de los gobernantes está cumplida. Soy argentino y me da mucho orgullo.
–Hace unos años habló de Hernán Piquín y su participación en Bailando por un sueño. ¿Este proyecto es un modo de mostrar otro costado popular posible de la danza?
–Hay miles de maneras de hacer el camino. Creo que cada cual tiene que atreverse a hacer el que más quiere. La danza es popular: cuando a la gente le das calidad, la danza se vuelve para todos. El Estado nunca estuvo presente, alentándola. No hubo decisión política de sacarla a la calle: si uno la deja dentro de un teatro, bueno, van a ir quinientas personas. Si la sacamos a la calle va a haber cinco mil. Pero para eso se necesitan ideas políticas o recursos.
–¿Ve danza actualmente? ¿Le gusta lo que ve?
–Voy al San Martín o a ver grupos independientes, cuando tengo tiempo. Veo de todo un poco. Es una opinión no imparcial la de un bailarín, es bastante tendenciosa. La verdad es que a nivel nacional es escaso lo que hay.
–¿Qué le pasa con el cariño de las personas?
–Es raro que te quiera la gente que no conocés, pero ¿a quién no le gusta? Cuando uno atraviesa muchos años con el público, la gente de diferentes generaciones responde.
* Las entradas se pueden reservar a través de la web de Desarrollo Social (www.desarrollosocial.gov.ar). Las localidades se retiran el día de la función desde las 10 y hasta una hora antes del inicio de cada presentación. El primer espectáculo será transmitido en vivo a través de la página. Para las primeras funciones ya está casi colmada la capacidad del teatro.
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