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Viernes, 17 de abril de 2009

CULTURA › MAÑANA COMIENZA EL FESTIVAL MULTIDISCIPLINARIO TSAVO ARTS

Africa calienta sus tambores porteños

Habrá música, relatos, pinturas, fotografías y un taller para aprender a armar instrumentos: un abanico de vías para tender lazos con una parte de la humanidad que ha sido sistemáticamente aislada por los imperios de turno.

Africa tendrá su gran noche con Tsavo Arts, un festival multidisciplinario que abrirá sus puertas mañana a partir de las 21. Habrá música, relatos, pinturas, fotografías y un taller para aprender a armar instrumentos: un abanico de vías para tender lazos con una parte de la humanidad que ha sido sistemáticamente aislada por los imperios de turno. El encuentro será en el Centro Cultural Arcoyrà (Humberto Primo 2758) y, a la luz de lo que pronostican los participantes, pondrá la noche al rojo vivo hasta que el último cuerpo se canse de bailar.

Ya el nombre del evento porta un aire intenso. Se inspira en el Tsavo National Park, una reserva natural de Kenia. En lengua kamba tsavo significa “lugar de matanza”. Y es que en ese predio, en 1898, los leones se comieron a 130 hindúes que habían ido para trabajar en la construcción del ferrocarril. Desde luego, en la fiesta no habrá violencia ni depredadores, pero sí historias tan impresionantes como aquélla. Al menos eso es lo que anticipa la voz de Pedro Parcet entre la algarabía del grupo, que ya alterna mate y chipás en un acto de militancia gastronómico-multicultural, que dejaría pasmado al antropólogo más ducho. “Contar cuentos africanos es muy especial: te conectás con un territorio en el que lo sorpresivo puede venir en el próximo pestañeo. Son pueblos que no abusan de las palabras, porque conocen la profundidad de lo que se está diciendo”, dice Parcet.

Parcet compartirá leyendas de toda la región, incluyendo algunas de la cultura islámica y del Africa negra. A medida que se sucedan, los relatos se irán mechando con música. Ahí es donde entran a tallar los sonidos de Cheikh Gueye, un senegalés que toca los tambores, canta y enseña danza. Su set incluye a cinco intérpretes y cuatro bailarinas. Una tanda de cincuenta minutos cuya intensidad se comprende mejor si se conoce lo que tiene detrás: Gueye –un hombre alto, silencioso y sonriente– nació en Dakar en 1968. A los siete años le pidió a su familia que lo dejara unirse a los griots que vivían frente a su casa, del otro lado de un río. En un área donde las vías de comunicación escasean, los griots son una suerte de prestigiosos trovadores, que comentan las novedades e interpretan las tristezas y alegrías del pueblo como si fueran murgueros teñidos con corcho quemado. Así, el pequeño Cheikh dio los primeros pasos de una carrera que le permitió conocer Europa y Sudamérica. Su sueño de ver cómo era Argentina se cumplió en 2006, cuando se estableció en la Capital y fundó “Duaradji Dgainde”.

Cheikh es tímido. Tanto, que sus colegas lo cargan y él solamente atina a levantar un poquito el mentón. El guineano Papis Sylla, uno de sus ex alumnos, no duda en reivindicarlo: “El nos enseñó que la música no es competencia, sino un camino para que la gente pueda unirse aun después de haberse peleado. Esa es la cultura del pueblo africano, que sabe que si agarrás una moneda, la moneda no te saluda, no te da consejos, no te dice nada. En cambio si ganás un amigo, te acompaña y juntos pueden producir mucho más. Por eso allá no se le ‘paga’ a un maestro, sino que el maestro es quien te cuida, casi como un hijo”.

Papis tiene 26 y si bien hace pocos meses que llegó al país, ya armó Afrika Sembé (La fuerza de Africa) y se presenta varias veces por semana. Lo acompañan bailarinas tan bonitas como Mafila Kouyate, una morocha que viene de una familia de artistas similar a la que apadrinó a Cheikh. “En nuestro país, bailás antes de empezar a crecer. En especial las mujeres, que tienen que aprender a usar cada recurso, inclusive la mirada. El tema es que acá están muy preocupados por la plata. Se apuran. No comprenden que a moverse una aprende durante toda la vida”, señala ella, y tiene una cadencia tan lejana como hechizante.

Habrá, por otro lado, fotografías y pinturas. Expondrá Iván Garribia, que amén de oficiar como director del ciclo seleccionó entre las obras que han ido saliéndole del alma desde que en 1995 viajó y obtuvo de la cultura afro “las lecciones más fuertes” de las que tenga memoria. “Yo experimenté en primera persona la profundidad de lo que ellos tienen para compartir”, coincide el artista, que residió varios años en Sudáfrica. Diego Rodríguez, otro viajero apasionado, asiente. “Lo que te vuela la cabeza de allá es la onda que le ponen. ¿No hay luz? Enseguida se escucha a un vecino que te avisa que está haciendo un fueguito. Te invita a cocinar con él y se pasan la tarde charlando.”

Rodríguez posee un inmenso muestrario de máscaras de diferentes etnias y muchos objetos más que estarán a la vista en la sala. Como condimento adicional aportará lo suyo Impatum, una agrupación que se dedica a dar talleres sin fines de lucro y autogestivos para aprender a construir instrumentos de percusión. “Se van a exhibir los tambores que venimos haciendo todos los sábados de 14 a 18 en La Estación de los Deseos, en Bacacay al 1600”, especifica Guillermo, uno de los coordinadores. Ritmo no va a faltar. Danzas tampoco. Parece que este otoño quiere seguir siendo caliente. Más información en www.tsavoarts.com

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El encuentro será en el Centro Cultural Arcoyrà (Humberto Primo 2758).
Imagen: Pablo Piovano
 
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