Jueves, 24 de marzo de 2011 | Hoy
CULTURA › LOS MúSICOS DEL DISCO POR ALGO SERá: MúSICA X DERECHOS HUMANOS
Lisandro Aristimuño, Flopa, Gabo Ferro, Pablo Dacal, Lucio Mantel, Darío Jalfin, la uruguaya Pata Kramer y el chileno Gepe son algunas de las voces participantes del proyecto, que no necesariamente apela a letras de corte político: “Ojalá le pongamos luz al horror”.
“El hueco que dejaron los 30 mil desaparecidos se irá llenando con la juventud que tenemos ahora. Ustedes demuestran que desde muchos lugares se puede hacer memoria”, fueron las palabras que le dedicó Taty Almeida, de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, a los cantautores que participan de Por algo será: Música x Derechos Humanos, un disco que reúne a una “selección” de diecinueve jóvenes músicos. Además de la necesidad de mostrar un fenómeno “que se estaba desaprovechado como movimiento político” –según entiende el coordinador del proyecto, Mariano Ugarte–, el disco apunta principalmente a “convertirse en una herramienta de transmisión de la memoria de los hechos ocurridos durante la última dictadura”, al cumplirse 35 años del golpe de Estado de 1976. Algunos de los artistas que pusieron sus melodías fueron Lisandro Aristimuño, Flopa, Gabo Ferro, Lucio Mantel, Pablo Dacal, Pata Kramer (Uruguay) y Gepe (Chile). Un grupo de ellos estuvo en la presentación de la obra en el Espacio para la Memoria sobre el Terrorismo de Estado (el ex edificio Cuatro Columnas de la ex ESMA), una de las instituciones que produjo el proyecto, junto al Centro Cultural de la Cooperación (CCC) y al Club del Disco. Y otro grupo de ellos tocará gratis este domingo a las 17, frente al ex centro clandestino de detención y tortura Club Atlético (en Paseo Colón y Cochabamba).
En los últimos años, las políticas de Estado pusieron el ojo en el afianzamiento de la recuperación de la memoria y el esclarecimiento de los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura –y un poco antes también–. Bajo el lema “Memoria, Verdad y Justicia”, la sociedad se sometió a una profunda discusión necesaria para la construcción de un futuro más justo. Sin embargo, aún queda mucho por hacer. Y una de esas deudas era traducir ese período a las nuevas generaciones, según se pusieron como meta los creadores de Por algo será. “Empecé a ver en los actos de algunos organismos de derechos humanos cierto desfasaje estético, no ideológico, hasta en las cuestiones visuales. En esos lugares pasaban Víctor Jara y Viglietti, que musicalizaron la vida de esos luchadores, pero no interpelan a los jóvenes hoy”, alerta Ugarte, responsable del área de Música del CCC e integrante del Espacio para la Memoria. “Te pueden gustar Alfredo Zitarrosa, Viglietti o Jara. Pero los que interpelan a esta generación, desde el 2000 a esta parte, son estos cantautores, los del disco. Para mí, son actores políticos vitales”, dice Ugarte, también periodista.
El cambio estético del que habla Ugarte es más profundo aún. Aunque a primera instancia pueda parecer curioso, la obra de los músicos que participan en el disco no está trazada por líricas con un discurso explícitamente político. Las letras han tomado nuevos y renovadores rumbos. “Aunque Lisandro Aristimuño y Gabo Ferro no hablen de política de manera directa ni del socialismo o de una revolución, lo que hacen es revolucionario. Lo es no sólo por lo que expresan musicalmente, sino en relación entre el público y ellos. Algunos como (Pablo) Grinjot me dijeron: ‘Yo no escribo sobre política más allá de que me interesa el tema’. Y yo le respondí: ‘Vos escribís sobre el amor, entonces va’. La idea es iluminar. Hablar del amor significa hablar de lo que fueron los desaparecidos. Me parece que estos artistas son los que más dicen del hoy, en otra época habrán sido los Redondos u otras bandas”, contextualiza Ugarte. Y el cantautor Pablo Dacal suma desde su experiencia: “La visión política va más allá de lo explícito. Ninguno de nosotros hace abiertamente lo que se llamó canción de protesta. Me parece que en todo caso apostamos a una política de la sensibilidad, del pensamiento y del amor. En este sentido, es todo un debate qué se hace con estos espacios. Hay que pensarlos y por lo pronto venir a cantar acá es una forma de hacerlo. Por momentos, tengo la sensación de que estaría bueno tirar todo y armar un gran parque”. La uruguaya Kramer tira una frase que queda rebotando en toda la sala: “Hay dolores que traspasan las fronteras”. Pero parece conocer la medicina que todo lo sana: “Esos dolores sólo pueden ser compensados como muchísimo amor humano. Y los músicos tenemos la responsabilidad de acercar la memoria”.
La esencia del disco surgió a partir de una experiencia para nada liviana: los músicos recorrieron los pasillos escondidos de la ex ESMA, aquellos que alguna vez conocieron el horror. “Los laberintos del terror”, los definió Ugarte. El guía fue Víctor Basterra, ex detenido desaparecido en ese ex centro clandestino durante los años oscuros. Esa dura travesía disparó la composición de la mayoría de las canciones, como “El murmullo”, de Tomi Lebrero, quien se puso a escribir apenas unas horas después de visitar el lugar. “Este pasillo va a la huevera”, se oye la voz de Basterra en el documental de Florencia Dádamo, que retrata el encuentro entre los músicos y el pasado. El militante se refiere a la famosa sala de torturas y partos. De fondo, Pata Kramer canta: “Luz, no te vayas”. “Ojalá a través de las canciones le pongamos luz al horror”, se entusiasma el músico Darío Jalfin, y se apresura a contar: “De alguna manera nos comprometemos con ese horror, porque lo sentimos cuando vinimos a visitarlo con Víctor. Lo que más me impactó fue que lo que a mí me parecía una cosa estancada o quieta cobró mucha vida en el relato de él”.
Una de las ambiciones del proyecto es que las canciones iluminen las ideas de quienes las escuchen, las llenen de sentido. De hecho, para los músicos que participan también fue una experiencia reveladora: “Somos una generación que está bastante invadida por la idea de la apolítica y es una cosa con la que hay que combatir. Incluso, cada uno consigo mismo. El disco hizo que me suene esa alarma”, confesó Mantel. “Asumir la responsabilidad y el compromiso de formar parte de este proyecto –cuenta Jalfin– nos conectó inmediatamente con lo que sucedió en la historia. Y también nos permitió aportar nuestro punto de vista, que necesariamente es diferente. El traspaso generacional es una forma de hacernos cargo de que tenemos un testimonio para dar.” Y Dacal trae el pasado al presente: “Yo creo que la historia a veces es circular: el eterno retorno de la historia. Teniendo un gobierno en la ciudad como el de Macri, hay que estar atentos”.
“El recambio generacional maravilloso que estamos viendo las Madres, Abuelas y Familiares nos deja tranquilas”, resumió Almeida en el cierre de la conferencia. Pero antes de eso, la luchadora social no se olvidó de recordar a los que ya no están: “No los detuvieron por perejiles ni por estúpidos, ellos asumieron un compromiso político-social. Los desaparecidos no dieron la vida por un mundo mejor, se las arrancaron. Ellos querían vivir, tenían mucho por hacer y no se lo permitieron”.
Lo curioso es que muchos de los músicos que participan en el disco tienen la edad de los hijos de desaparecidos nacidos en la clandestinidad, los mismos que aún no conocen su verdadera identidad. Como si fueran sus nietos, les dijo: “Es una emoción para nosotras cada vez que vemos estos rostros. Aquí, donde antes hubo muerte, ahora hay vida”. Basterra, parado en la misma vereda que Almeida, sostuvo: “Un veterano como es uno puede tener la predisposición de mirar livianamente a los jóvenes. Pero quienes no miraban livianamente eran los militares y sus socios civiles: establecieron un corte cultural muy grande en la sociedad. Y ahora uno empieza a mirar con alegría y esperanza porque estos jóvenes desde la música están presentando batalla de nuevo. Y eso es maravilloso”.
Por algo será es un verdadero “dream team” de la escena de cantautores independientes del país. Gabo Ferro abre el disco con la acústica y reflexiva “Por qué no llorás un poco” (“Te va a servir lo amarrado y lo que anda a la deriva / abrí los ojos y seguí bailando”) y Seba Ibarra entrega una nostálgica y bella canción con aires rioplatenses (entre el tango y el candombe), “Un silencio de acá”. En la línea más introspectiva, Mantel pone su voz más sentida en “Mi memoria” y Aristimuño cede la oscura “Green Lover” (de su disco, Las crónicas del viento). Luego, Pablo Dacal sube un poco el volumen con “Desorientado” y Darío Jalfin, con tono irónico, hace lo mismo en “Sobre todo” (“Ante todo, seré un tipo derecho”). En otro pasaje del disco, Valle de Muñecas hace recordar a Palo Pandolfo, con su tema “Dos”. El disco también tiene dos invitados de países vecinos: la uruguaya Pata Kramer y el chileno Gepe, quienes aportaron “Luz” y “Estado de vista”, respectivamente. Pablo Grinjot, Juanito el Cantor, Gastón Nakazato (Misiones), Páramo (Viedma, Río Negro), Juan Ravioli, Julieta Rimoldi, Andrés Ruiz y Cecilia Zabala completan la lista.
“Con mis colegas contemporáneos con los que me suelo juntar siempre busco unión y separación”, cuenta Mantel. “No somos todos iguales. No está bueno que nos relacionen sin un espacio de diferencia. Tenemos búsquedas y conceptos muy diferentes y hay muchas cosas que hace uno que el otro no haría. Pero también hay puntos de coincidencia y uno tiene que ver con lo acústico dentro de la música.” Jalfin coincide con esa hermandad, que le da un condimento especial al proyecto: “Somos una generación que tiene una tendencia a compartir escenarios, shows; cosas que son muy habituales en Brasil pero aquí no. Tomando esa referencia, el proyecto tiene una trascendencia muchísimo más grande que lo que puede representar la canción de cada uno. Estamos al servicio de algo superador a lo que uno pueda hacer individualmente”.
Como toda selección, siempre queda alguien afuera. De lo que no caben dudas es de que el disco es representativo. “Me interesa que si agarrás el disco dentro de diez años digas ‘en este tiempo, estos tipos decían esto’”, defiende Ugarte. “Al ser un elemento de transmisión de la memoria –continúa el periodista–, es necesario que circule. Estaría bueno que los que escuchen las canciones empiecen a preguntarse qué pasó. Es otra herramienta más, que no es sola, sola no hace nada: tendrá que ser complementada con bibliografía, programas de televisión o lo que fuere. La música es algo importante a poner en juego. Hasta este momento no estaba puesto a este nivel. Sí estaba puesta la espectacularidad, es decir, un artista que lleva a Plaza de Mayo a miles de personas. Pero acá hay algo discursivo, una discusión de los más chiquitos.”
Para el principal responsable del proyecto, “la gran particularidad que tienen los artistas seleccionados es la decisión de ser independientes, más allá de que alguno lleve más gente que otro. Es una decisión política”. Y esa decisión implica una particular forma de organización, que es compartida por todos los referentes de la escena: “Tener un sistema cooperativo, funcionar de manera solidaria y organizarse habla de sujetos políticos. Un tipo que hace un disco solo, que lo gestiona, que está abierto a hablar de muchos temas sin ponerse bajo ninguna bandera, es un sujeto político increíble”, considera Ugarte, sin perder de vista que se trata de un conjunto de individualidades y no habla de individualismo. Un ejemplo de ello es que unos a otros se invitan a tocar. “Cuando se realizaron las marchas de los autoconvocados (por la ley de régimen para la concertación de la actividad musical), los primeros que estaban tocando eran Mantel y Dacal. Para mí se estaban desaprovechando como colectivo político”, considera.
Informe y entrevistas: Sergio Sánchez.
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