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Miércoles, 30 de noviembre de 2011

CULTURA › PRESENTACIóN DE LA FLECHA Y LA LUCIéRNAGA, SOBRE GRISELDA GAMBARO

Ensayo pleno de luminosidad

El libro escrito por Alberto Catena aborda la totalidad de la obra de la notable dramaturga y narradora. El ensayo muestra a una escritora que, rebelde ante las injusticias, sabe cómo construir a través del propio trabajo y de la relación con los otros.

 Por Hilda Cabrera

Qué mejor halago que el expresado mediante la palabra justa. Griselda Gambaro –dramaturga, novelista y autora de cuentos y ensayos– eligió las palabras justas para referirse a La flecha y la luciérnaga, un ensayo sobre la totalidad de su obra, escrito por el periodista, abogado y crítico teatral Alberto Catena, editado por Capital Intelectual y presentado en el Centro Cultural de la Cooperación. Gambaro acompañó al autor, junto a la periodista Olga Cosentino y la actriz Stella Matute, quien leyó la carta enviada por la dramaturga Patricia Zangaro, convocada pero ausente por un imprevisto. “Es un honor traer la palabra de Patricia, una amiga muy querida”, apuntó Matute antes de iniciar la lectura de un texto que resumía el pedido del autor a Zangaro de una mirada crítica anterior a la publicación. Su calificación disipó dudas. Lo consideró “ameno y gozoso”, y más todavía, un trabajo que “recorre toda la obra de Griselda desde una perspectiva que permite reconstruir no sólo su devenir biográfico y literario sino el devenir histórico y social de más de cinco décadas”. En síntesis: “Una cita obligada para los estudiosos y un convite imperdible para todos sus lectores”. En otro testimonio, éste ya inserto en el libro, destacaba el poder transformador de la palabra en una autora, cuyo discurso despojado “condensa intensidad y belleza”.

Otros redescubrieron, en la presentación y en el libro, una producción que no tolera ningún gesto demagógico y ha incorporado heroínas al teatro argentino. Esto último lo ejemplificó en La flecha... la directora Laura Yusem. Puestista de numerosas obras de Gambaro, Yusem recordó allí que “los personajes de teatro eran casi todos hombres, héroes o antihéroes, y las mujeres, salvo en títulos muy contados –cuando estaban–, eran putas o tontas, y se les dedicaba papeles chicos, sin desarrollo”. A su vez, el dramaturgo y director Mauricio Kartun valoró, también en el texto, la actitud de no perseguir “esa originalidad burguesa que a veces ha consumido las energías de la vanguardia, sino que, como sucede con los grandes artistas, ella es carne con su propia poética”.

El escultor Juan Carlos Distéfano, esposo de Gambaro, el director Oscar Barney Finn, la investigadora Beatriz Seibel, la periodista Ana Seoane (cuyo testimonio figura en el libro); la actriz y cantante Cecilia Rossetto, el director y maestro Francisco Javier y el director Kado Kostzer, entre muchos más, conformaron un auditorio atento a los dichos sobre la coherencia y compromiso de Gambaro y el autor de La flecha... A su turno, Cosentino rescató un encuentro con la dramaturga, enlazándolo con fragmentos “reveladores”. Entre otros, un diálogo sobre la creencia o no en la reencarnación. Una picardía de Catena a la que Gambaro respondió, también en el texto, como una posibilidad que se concede a la manera de un ejercicio de la imaginación, y siempre que, “apenas se apague la luz”, pueda retornar a lo que siente propio: “Ser escritora desde el principio”. “No es que la luz dure mucho más, es por inclinación y fidelidad a lo que he sido en esta vida”, respondía en el libro.

La “condición discreta y rotunda” de la obra y biografía de Griselda fue aprobada por todos, y el autor, feliz por haber conocido a Gambaro y completar su investigación sobre una producción que abarca artículos que en otro tiempo generaron controversia. La lectura de sus textos –escribió Catena en el prólogo– “me produce una sensación reconfortante: la de estar menos solo en este mundo sombrío e inhóspito, colmado de utopías rotas y tan resistente, aunque no impermeable, a la esperanza”.

Disfrutando el momento, Gambaro evitó mencionar en esta presentación su natural desconfianza ante los halagos. Por el contrario, agradeció sin alharacas, pero con sentimiento el titánico trabajo del autor, su búsqueda en los archivos y la solidez de sus preguntas: “Se podrá decir de este libro –en mi opinión imprescindible para quienes quieran conocer mi obra y hasta mi vida– que fue escrito tal vez con excesiva admiración, aunque, naturalmente, eso no me molesta. Esa admiración habla de un ánimo generoso. Agradezco a Alberto y a todos los que opinaron sobre mi obra, a directores, dramaturgos, escritores y periodistas, a Olga, aquí presente, a Patricia, por su carta, y a ustedes por habernos escuchado”. Memoró luego los encuentros con Catena, desde los iniciales hasta los concretados por La flecha...: “En el transcurso de la escritura de este libro –precisó– se ha transformado para mí en una persona querida, en el mejor de los amigos... He descubierto en él a una persona íntegra, de mucho saber y grandeza”.

El libro, expresión dialéctica del conocimiento del autor respecto del material, muestra a una escritora que, rebelde ante las injusticias, sabe cómo construir a través del propio trabajo y de la relación con los otros. La evaluación de su narrativa y dramaturgia, hecha por las distintas voces aquí recogidas, propician un campo de reflexión sobre una autora que no se ubica por encima de la diversidad, sino que acciona en ella. El texto, compartimentado en Trayectos, Conversaciones y Miradas suma valores a la reciente edición de la obra teatral reunida (desde 1963 hasta 2007), imponiéndose con un título de fábula: “... flecha es uno de los significados del nombre de Griselda”, aclara el autor en el prólogo. El otro sustantivo, luciérnaga, se refiere al insecto en el que le daría placer reencarnarse. Una ocurrencia celebrada en la presentación y desplegada en el prólogo, donde Catena escribe: “Si la flecha es penetrante, la luciérnaga irradia una luminosidad indispensable en la oscuridad, dos virtudes que el arte de Griselda nos procura en abundancia”.

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Junto a Gambaro, la periodista Olga Cosentino, Alberto Catena y la actriz Stella Matute.
Imagen: Sandra Cartasso
 
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