Miércoles, 30 de noviembre de 2011 | Hoy
LITERATURA › FERNANDO ARAMBURU GANó EL PREMIO TUSQUETS DE NOVELA
El jurado describió así el libro del escritor español residente en Alemania. Años lentos narra la infancia de un niño que asiste al surgimiento de la violencia de la ETA en un barrio pobre de San Sebastián, a fines de los años ’60.
Por Silvina Friera
Desde Guadalajara
Contra la piel de un día frío, el sudor del pasado golpeó en la 25ª edición de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL). El gesto de un hombre casi pelado y canoso se tensó, como si la sombra de una duda rasgara las apariencias. “Nunca he consentido que ETA me marcara los ritmos del trabajo”, aclaró el escritor español Fernando Aramburu, ganador de la séptima edición del Premio Tusquets de Novela con Años lentos, que narra la infancia de un niño que asiste al surgimiento de la violencia de la organización terrorista en un barrio pobre de San Sebastián, a fines de los años ’60. La aclaración neutralizó la sospechosa correspondencia que se cernía sobre el libro premiado y la reciente declaración etarra del “cese definitivo de la lucha armada”. Despejado ese conato de suspicacias, Aramburu, de visita por primera vez en México, confesó que la novela, premiada con 20 mil euros, nació de una “cobardía personal” por su incapacidad de escribir sobre sí mismo. “Yo sé de escritores que se desnudan, que se abren y vuelcan su intimidad. A mí esto me parece legítimo; otros más bien nos vestimos y recurrimos a la ficción, a las novelas, a los cuentos, para atribuir a personajes inventados vivencias que hemos tenido.”
El jurado integrado por Almudena Grandes, Juan Gabriel Vásquez y Rafael Reig ponderó la “narración dickensiana de una infancia en los años ’60 en el País Vasco”. La novela de Aramburu, que alterna las memorias del protagonista con los apuntes del escritor, ofrece una “brillante reflexión sobre cómo la vida se destila en una novela”, a través de “una escritura diáfana que deja ver el fondo turbio de culpa en el marco de la historia reciente”. “¿Se acuerdan de Colombo, que tenía un ojo de cristal? Yo tenía un papelito donde puse ‘es un honor para mí...’, pero no lo encuentro”, bromeó el ganador, que reside en Alemania desde 1985. Años lentos, presentada con el seudónimo de Río Lippe, transcurre en un barrio pobre de San Sebastián. En 1968, cuando la ETA comenzaba a matar, un niño de ocho años se va a vivir a la casa de sus tíos. De repente, el ambiente se enrarece. Empiezan a suceder cosas extrañas. Un primo será adoctrinado por el cura de la parroquia, para acabar enrolado en una incipiente ETA.
“Nací el mismo año que ETA. Yo podría haber caído en esas doctrinas y dogmas, tengo compañeros de colegio que empuñaron las armas”, repasó el escritor el paisaje de su infancia en San Sebastián, donde nació, en 1959. Se debía esta historia, necesitaba contarla, escribirla. “Recuerdo cómo se ideologizaba a los niños; el párroco seleccionaba a aquellos que creía que eran útiles para la causa; niños que caían en el abismo del terror y de la lucha armada.” El título de la novela remeda en un sentimiento que el cuerpo de Aramburu almacena. “La sensación que tengo es que el franquismo fueron años lentos. He vivido 16 años de franquismo; pero tuvimos tiempo de reeducarnos y de que llegaran los libros.” El mundo de Aramburu, del niño que fue, está en Años lentos. El resto –los personajes– es invención. El autor de libros de cuentos como Los peces de la amargura y El vigilante del fiordo subrayó que pretende dejar un testimonio de esa época, una tarea que definió como “cívica”. “En el País Vasco hemos vivido sometidos al silencio y al miedo. La literatura es un arte; tenemos que trabajar con palabras perdurables, no porque sean eternas, sino por las interpretaciones que suscitarán cuando ya no estemos.” Aunque reconoció que dispone de una memoria emocional “fuerte”, hubo datos históricos que no dominaba y tuvo que documentarse un “poco”.
Flota por las páginas de la novela ganadora todo lo que sufrió en los funerales de sus amigos y todo lo que lloró por las víctimas que se cobró el terrorismo de ETA. “Nuestra literatura camina con un pie en el realismo. La literatura española ha tocado la misma música a lo largo de los siglos con muy buenos resultados. Me gusta (Benito Pérez) Galdós porque coloca a figuras de ficción en una zona geográfica determinada; lo contrario del Quijote, que sale de su casa y literaturiza todo lo que ve”, comparó Aramburu. El escritor cuestionó a los autores de su generación que no estuvieron a la altura de los tiempos que les tocó vivir, por miedo o por “el deseo de pasar la página y creer que se puede llegar a un punto cero de la historia”. El autor de la novela Viaje con Clara por Alemania aseguró que es “llamativo” que los escritores en lengua vasca hayan abordado “apenas” el tema de la violencia etarra. “Me dan pena porque no son libres; los que escribimos en castellano tenemos otras posibilidades.” Cuando le preguntaron por Bernardo Atxaga, se despachó a gusto. “Lo peor que le puede pasar a un escritor es ser un símbolo. El no es un hombre con coraje, ha tocado el tema de manera metafórica. Atxaga no es un hombre libre, todavía no se ha liberado. No contenta ni a los unos ni a los otros.”
Los hombres y mujeres del País Vasco comprendieron muy tarde lo que implicaba la ETA. “Fueron momentos de mucha confusión; había una pared de granito que era la dictadura franquista y todo lo que ayudara a derribar esa pared era positivo”, explicó Aramburu. Hubo una ETA, allá lejos y hace tiempo, que no fue percibida automáticamente como sinónimo de muerte y de violencia. Pero Franco murió, llegó la democracia y la organización terrorista –como apuntó el escritor– siguió matando. “La gente quiere borrar todo esto, quiere que no maten más.”
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