Sábado, 24 de marzo de 2012 | Hoy
CULTURA › LA APERTURA DEL FILBA, BELLESSI Y UNA CHARLA PARA EL RECUERDO
Tras la inauguración oficial a cargo de Diana Bellessi, Juan Ignacio “Pepe” Sánchez, Martín Kohan y Luis Sagasti protagonizaron una charla que abundó en momentos para atesorar, con un rico vaivén de alegorías entre la pluma y el deporte.
Por Silvina Friera
Desde Bahía Blanca
Esta desmesura no es del todo inverosímil. “Quién sabe, quién sabe decía el viejo Ezequiel Martínez Estrada. Los límites de la realidad siempre están más allá, como las aguas de los espejismos.” Bahía Blanca –o Brigitte Bardot (BB), como algunos la mencionan para evitar silabear su nombre– hiperboliza su presencia en el mapa de la literatura argentina de la mano del Filba Nacional. El primer festival nacional de literatura ya comenzó y sigue hasta mañana. Por más plomiza que se revele en un primer golpe de vista, tal vez pueda ostentar una belleza agazapada en algún rincón. Habrá que caminar y recorrer, desmalezando prejuicios o alimentando nuevos clichés, esta “gran ciénaga”, como la definió Mauro Libertella en el primer homenaje a Héctor Libertella (ver aparte). La poeta Diana Bellessi subrayó la negación “potente y seductora” de esta ciudad donde vivió Roberto Payró, el mismo lugar donde ahora el sello 17 Grises lo ha publicado, como ha publicado a otros bahienses: Enrique Banchs, Jaime Rest y Vicente Fatone. “El escepticismo y la ironía, o el tremendo tsunami de la parodia, encuentran zonas ricas en el arte de nuestro tiempo. Hasta cansarse, hasta cansar sus procedimientos, corriendo la orilla de un océano que no deja en tierra casi nada, salvo los pequeños momentos íntimos de cada vida que vuelven a alzarse como el último bastión de sentido que tenemos, y que pueden vivir adentro del laberinto donde alzamos, no un país sino nuestra casa”, dijo Bellessi durante la inauguración en el Teatro Municipal bahiense.
El trabajo como mal y el país como cárcel de la que no se puede salir porque no se tiene el mapa: Bellessi subrayó que la literatura siempre opera frente a este malestar que produce la consolidación de un sistema. “Una continua tensión o torsión irresuelta se levanta, o se encarna, en el lenguaje en un desmembramiento que muestra su costado más fragmentario, algo común en la poesía. Y que roza, en las fricciones de la ficción de género, como el terror, el thriller, o el fantástico, la carne abierta de un lenguaje que no se cierra sobre sí mismo.” Después de repasar algunos momentos del poemario Escolástica peronista ilustrada, de Carlos Godoy –“quedarse/ con un perro/ callejero/ es peronista”–, la poeta mencionó otras “piedras alzadas en medio de la nada”, como el coreanito argentino perdido en Los Angeles de un cuento de Oliverio Coelho, o la zombi que devora los brazos de una mujer muerta en la novela Berazachussetts de Leandro Avalos Blacha, o los “bellos cuentos perturbadores” de Samanta Schweblin; textos que parecen configurar aquel mapa imaginario del autor de Radiografía de la Pampa. “Lo podamos usar o no, ya que la utilidad no es parte de la escritura”, aclaró la poeta. “Pero es, al menos, el mapa del intento que trazan los escritores, porque en todo libro que leo con algún interés, siento ese entregarse al mundo de una manera que desmiente aquel escepticismo cerrado, aunque sea bajo el incesante golpe de cuchara contra el plato vacío del que nos hablaba Olga Orozco.”
Bellessi aseguró que entiende por qué se eligió Bahía Blanca para la primera edición de este festival, organizado por la fundación Filba junto con el Instituto Cultural bahiense. “Esta ciudad se alzó contra su mitología negativa y produjo denodadamente en los últimos treinta años. De aquí salió Vox, la revista y la editorial de libros, de aquí salió el grupo Mateo, salieron los pintores y las feministas, como las del grupo Despertando a Lilith, salió el Museo del Puerto, y 17 Grises, sólo por nombrar algunas cosas que conozco de Bahía Blanca, blanquísima y manchada de sangre también”, recordó. “Por el horror de su pasado y la prepotencia de trabajo de su presente, es un buen lugar, una buena idea la de salir de la cabeza de Goliat de Buenos Aires rumbo a un país que desconocemos.” La autora de La rebelión del instante, La edad dorada y Tener lo que se tiene aseguró que con el Filba Nacional se está probando andar “con la banda de gira e incorporar otros instrumentistas y cantantes”. “Ojalá haya otros Filba nacionales que se hagan en la Pampa para celebrar a (Juan Carlos) Bustriazo Ortiz y a Orozco; en San Juan para festejar a (Jorge Leónidas) Escudero; en Jujuy para aplaudir a (Néstor) Groppa; en Catamarca para leer y releer a Luis Franco.”
Como vaticinó la poeta, luego llegó la fiesta con una trasnoche memorable con María Moreno, Pablo Katchadjian, Maximiliano Crespi, Mauro Libertella y Sebastián Hernaiz en un bar del centro, donde Katchadjian y Moreno se sacaron chispas a la hora de pergeñar un plan: un delirante proyecto editorial vanguardista y popular de libros en los kioscos, que emule y perfeccione la maquinaria que montó Boris Spivacow a través del Centro Editor de América Latina (CEAL). Sólo falta el inversor que sostenga y empuje esta atípica empresa con tiradas de 20 mil ejemplares; un catálogo construido a través de los escritores contemporáneos –y algunos clásicos ineludibles–, elegidos bajo los criterios rigurosos de Katchadjian y la colaboración de Moreno. La imaginación es una facultad que se cansa pronto y necesita refrescarse. En la periferia del Filba, entre whiskies, cervezas y tintos, también pasan cosas. Esta desmesura –se podrá repetir a modo de estribillo– no es del todo inverosímil.
Juan Ignacio “Pepe” Sánchez fue el primer argentino en jugar en la NBA. Maestro en el arte de la esgrima verbal, Pepe la rompió en el escenario del Municipal, donde dialogó con Martín Kohan y Luis Sagasti. ¿Nace otra mitología? El tiempo dirá si el entusiasmo augura excesos improbables. Pero en unos años nomás aumentará el número de testigos que evocarán y multiplicarán los efectos de esta charla. “No vamos a cambiar el mundo, pero vamos a darle una vuelta de rosca al básquet”, dijo el base bahiense, posición estratégica como organizador del juego. “¿Es el base como un escritor?”, le preguntó Sagasti, autor de Bellas Artes. “Lo primero que pensé es en la especulación. El fútbol es muy especulativo; podés meter un gol y después quedarte atrás y hacer tiempo. El base no puede especular; es un juego de estados de ánimos cambiantes; por eso nos gusta el fútbol, para especular con lo que hacemos.” Ver el cerebro en acción de Pepe, argumentando y retrucando –preparado para admitir versiones contradictorias de un mismo rostro–, fue uno de esos placeres esperados y sorprendentes a la vez. “En el básquet pasan muchas cosas, tiene mucho del ajedrez. Se lo puede ver como un deporte individual, si se sigue sólo la pelota. Pero los bases estamos viendo todo”, comparó. “Me interesa lo que pasa fuera de la pelota, en el lado débil de la cancha. La conversión en un buen juego de equipo es irrelevante; con la selección llegamos al punto de jugar sin tener en cuenta quién la metió. El base como escritor es una buena metáfora de lo que hacemos los que somos base.”
Cada bocadillo de Sagasti o Kohan tenía como réplica un planteo sagaz de Pepe. El primero observó que en la literatura hay un lugar vacío, todavía débil, que es lo que no se dice. Y puso sobre la mesa a Ernest Hemingway y la teoría del iceberg. “El básquet es ilusionismo; el show de magia de un mago en un teatro que hace que mires hacia algo mientras pasa otra cosa en otro lugar. Una buena jugada es cuando un defensa va por un lado pero quiere jugar por otro. Lo que distingue a un gran jugador es el poder de persuasión. En el juego todo el tiempo nos estamos engañando. Yo miro el lenguaje corporal; practicamos esto desde chicos y desarrollamos una visión periférica. Soy chueco, no salto ni corro rápido, tuve que desarrollar todo”, confesó el basquetbolista. “No sé si en literatura le vas diciendo cosas al libro o el libro te dice cosas a vos”, quiso saber Sánchez. Kohan tomó el guante de esta inquietud. “Hay algo que cobra existencia, pero hasta que no lo escribís no sabés que va a funcionar. El argumento es el momento de la conversión; el que no ve el juego de la literatura va a ver sólo la trama, pero nunca es puramente trama”, explicó el escritor.
–La victoria no está en la ejecución final, sino en cómo armaste la escena –agregó Pepe.
Desde la butaca, la escena era inmejorable: tres viejos amigos filosofando sobre la ficción, el juego, la vida y la muerte. Kohan, autor de la novela Bahía Blanca, trajo a colación una idea “equivocada” implícita en el título de un libro de Peter Handke, El temor del arquero ante el tiro penal. “El temor es del delantero: sos vos y tu puntería”. Sánchez reconoció que es una situación límite, aunque advirtió que “nadie se muere”. Kohan introdujo una objeción pertinente: “Pero es lo más parecido que hay a la muerte no habiendo muerte; es una ficción de muerte. Como en una novela: sabés que no es verdad, pero lo vivís de verdad”. Pepe comentó que entre 85 y 95 de cien tiros al aro se convierten; las probabilidades de fallar son pocas. “Sin embargo, se transforma en una lucha entre la alegría y la decepción; el peso de lo que representás se te pone acá arriba”, señaló sus hombros. “El método que encontré, no sé si llamarlo ‘estado de niñez’, es volver a cero: sólo vos, la pelota y el aro. Lo que te salva es soltar amarras y tener el carácter para decir: ‘es un tiro libre’”. Gran estratega, Sánchez administraba los tiempos, hacía pausas, apuraba con su curiosidad a sus interlocutores. “¿Qué pasa cuando matás a un personaje? ¿Te vas a dormir tranquilo?”, lo increpó a Kohan.
–Yo nunca duermo tranquilo –respondió el escritor.
–Hay momentos en el básquet en los que para que la trama y el argumento funcionen hay que “matar” al compañero; decirle al entrenador: “Este no sirve”. Si tengo que “matar” lo voy a matar, porque lo que quiero es ganar. Y si la cosa no fluye, no ganás –reflexionó Pepe.
Kohan completó su respuesta, interferida por el entusiasmo del basquetbolista. “Me tocó escribir cosas un poco terribles, una novela sobre una posible tortura a un bebé durante la dictadura, con un bebé en mi casa. Mi relación de apego y afecto con la escritura tiene que ver con el lenguaje, no con la trama ni el personaje.” Sánchez admitió que tuvo un “momento Gaudio” en un período de su vida en el que mezcló filosofía zen, misticismo cristiano y neurociencia. “Terminé al borde del nihilismo con la pelota en la mano. Miraba la pelota y el aro y tenía ganas de decir: ‘muchachos, estamos perdiendo el tiempo, nos están engañando’. Estaba en España. Dejé de jugar porque extrañaba acá. Cuando me alejé de todo, había perdido la ilusión de hacer lo que más me gustaba. Cuando la recuperé, hace unos años, pude terminar mi carrera volviendo a mi niñez. Hoy juego al básquet por pura pasión, voy a entrenar con alegría; entendí que es un arte.”
La edad es lo de menos para un escritor. Pero un deportista tiene plazos, la barrera de los treinta y pico. “Nuestra vida está al revés y es muy difícil lo que viene después de jubilarte”, reconoció Sánchez. “Me retiré antes para ver qué se siente, cómo iba a reaccionar. Y reaccioné volviendo a jugar. La vida del deportista es complicada en los últimos años de carrera. Nos desplazamos con el ego altísimo, con el instinto de superación; y de repente te quedás huérfano y desamparado. Por eso tendría que haber sido escritor.” Sagasti, maravillado, lanzó el último tiro. Le preguntó qué escritor es para Pepe un base. Kohan, otra cabeza con un funcionamiento apabullante, intervino antes de la respuesta. “(Juan Román) Riquelme tiene noción del tiempo, del ritmo de la narratividad, tiene noción de la intensidad y unos momentos a lo (Samuel) Beckett, que es la suspensión de la nada. No sólo ve todo el campo, sino todo el resto del juego, como el día en que retó a un plateísta. Riquelme es un narrador omnisciente.” Ahora sí, la elección de Pepe: “Un buen base, un escritor con el que me identifico por su forma de escribir, es Sándor Márai. Cuando leí su primer libro, dije: ‘si yo escribiera, me identificaría con esta forma’. El último encuentro y cada libro que leí de él lo sentí muy cercano, y creo que sería un buen base”.
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