Miércoles, 3 de diciembre de 2014 | Hoy
CULTURA › LA FERIA DEL LIBRO DE GUADALAJARA SE SUMó A LA MARCHA POR LOS 43 ESTUDIANTES
La jornada de ayer no tuvo por escenario los pabellones de la FIL sino las calles, donde las multitudinarias marchas por los estudiantes de Ayotzinapa sumaron a escritores de todas las nacionalidades... a pesar de una amenazante ley del siglo pasado.
Por Silvina Friera
Página/12 En México
Desde Guadalajara
“Quisieron cerrarnos la boca y nos abrieron los ojos.” Los jóvenes que están reunidos en la puerta de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) muestran sus pancartas escritas a mano con el pulso de la urgencia y la rabia afilando la cuchilla de frases que se clavan en la retina de la memoria. “No temo la represión del Estado como le temo al silencio de mi pueblo.” A dos años de la asunción del presidente Enrique Peña Nieto y en la tercera jornada de la 28a edición de esta feria que tiene a Argentina como país invitado de honor, se convocaron marchas en todo México para reclamar por los 43 estudiantes desaparecidos el 26 de septiembre pasado en el estado de Guerrero. Un crimen que ha marcado “un antes y un después”; el punto de quiebre de una situación de violencia e incertidumbre que crece día a día.
En las paredes de la feria hay carteles con la leyenda “¡Ayotzinapa, no están solos!”, traducida al inglés, alemán, francés y portugués. Juan Villoro se une a la concentración en la “mera” esquina de Mariano Otero y avenida de las Rosas, donde está la Expo Guadalajara. “Es muy importante que en el marco de la cultura se exprese el descontento de manera pacífica y cívica”, dice. Muchos narradores mexicanos se van sumando a la marcha, entre otros Paco Ignacio Taibo II, Benito Taibo, Elena Poniatowska, Sanjuana Martínez y Pedro Angel Palou. Varios escritores argentinos también: Juan Sasturain, Claudia Piñeiro, Tamara Kamenszain, Martín Caparrós, Carlos Busqued, María Negroni, Hernán Vanoli y Federico Bianchini. Poniendo el cuerpo, la voz, el entusiasmo de siempre, Taibo II afirma: “No podemos dejar que la FIL sea un espacio de silencio cuando tienes un país en grito”.
En esta FIL faltan 43 estudiantes; es una feria distinta con la conciencia social más despierta y escritores como Enrique Krauze o Fernando del Paso que exigen justicia. Los manifestantes empiezan a caminar por Mariano Otero hasta la Glorieta de los Niños Héroes, adonde confluirá la otra columna que ahora mismo está saliendo del Parque Revolución. “Nos dicen que mejor no. Que nos saquemos la ‘gafeta’, la tarjeta identificatoria de la delegación argentina. Que no hablemos para que no se note que somos extranjeros, porque por una ley del siglo pasado aún vigente un extranjero no puede emitir opinión sobre asuntos políticos internos, y hubo quienes terminaron presos o deportados. ¿Es un asunto interno o universal la desaparición de 43 personas?”, se pregunta Piñeiro, mirando de costado, tentada de entrar pero sin hacerlo, acompañando como se puede. “Uno... dos... tres... cuatro...” Las gargantas cuentan hasta el número 43 y cuando llegan a la última víctima gritan “¡Justicia!” con el brazo alzado y el puño cerrado. “¡Vivos se los llevaron!”, grita alguien. “¡Vivos los queremos!”, contestan todos. Ya no es posible quedarse en silencio y vacilar. “Si te callas, eres cómplice”, se lee en otra pancarta. Donde la mirada se posa, encuentra el embate de la palabra abriéndose paso al temor y la indiferencia. Los pies de esta cronista se mueven como impulsados por el envión de la multitud. A Piñeiro le pasa algo parecido. “¡Ahí está Sasturain!”, dice Claudia. “Nada malo nos puede pasar al lado de Juan.” Entonces aparecen Caparrós, Busqued, Negroni, Vanoli y Bianchini. Casi sin darse cuenta están avanzando en la caravana. “Todos queremos estar”, subraya Claudia con la voz quebrada por la emoción.
“Vivimos en un estado fallido y todos los días amanecemos con una nueva vergüenza. Imposible no avergonzarnos de Ayotzinapa después de saber que los quemaron en un basurero que recuerda la solución final de los nazis. Así como se hizo una lista de crímenes de lesa humanidad también podría hacerse otra mexicana. Las múltiples fosas sustituyen a las barracas y los basureros a los hornos crematorios”, plantea Poniatowska, Premio Cervantes 2013. Saltan los jóvenes y cantan “el que no brinca es Peña Nieto”. Cantan y saltan Benito y Taibo II con sus familias y amigos hasta que de pronto lo ven a Sasturain y a Piñeiro y se acercan y se abrazan. Estos hermanos, “una institución literaria” como los define Piñeiro, custodian y protegen a los escritores argentinos. El descontento es generalizado. Los cantitos están dirigidos a un único responsable: el Estado, su actual presidente y el PRI (Partido Revolucionario Institucional). “Estos son los que chingan la nación”, cantan los jóvenes que exigen que el presidente renuncie, como se lee en muchos carteles: “¡Fuera Peña Nieto!” Taibo II advierte que desde el primer día en que desaparecieron los 43 estudiantes –perseguidos por órdenes del alcalde del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y entregados por policías al grupo criminal Guerreros Unidos en la ciudad de Iguala– siente que es necesario que el mandatario deje la presidencia.
“Cuando alguien se queja de una manifestación debería quejarse del problema que la origina”, dice Paco. “No salimos a la calle por placer de bloquear una avenida, salimos a la calle porque este país no se puede soportar más.” La Glorieta de los Niños Héroes está cada vez más cerca. Sasturain, Piñeiro, Busqued, Kamenszain y Bianchini cuentan hasta 43 por última vez. La piel se eriza ante una sociedad conmocionada que alza su voz con los ojos bien abiertos.
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