Miércoles, 3 de diciembre de 2014 | Hoy
MUSICA › RALY BARRIONUEVO HABLA DE SU DISCO CON VERSIONES DE TEMAS DEL CHANGO RODRíGUEZ
En Chango, el cantautor santiagueño grabó solo con su guitarra, un proyecto que quería concretar. Los otros motivos detrás del álbum tienen que ver con su admiración por el compositor cordobés y con los años que lleva radicado en la provincia mediterránea.
Por Cristian Vitale
De repente apareció un amigo cordobés y le dijo: “Culeao, agarrá esa guitarra y andate al estudio a grabar ese disco, ¡no lo pienses más!”. El amigo era Federico Racca, lúcido escritor de Unquillo, y Raly Barrionuevo actuó en consecuencia. Dejó de dudar. Hacía tiempo lo venía atacando la idea de sellar en soporte sonoro una obra conceptual sobre el Chango Rodríguez, pero no sabía cómo posicionarse. Con qué instrumentos, con qué sonido, con qué impronta, con qué colores homenajear a ese inspirado e inquieto compositor que, de potencial jugador de fútbol –casi un crack del Rioja Juniors–, pasó a convertirse en referente, musa y creador ineludible del folklore argentino. “Sentía principalmente algunos temores, y también mi poca confianza con la guitarra, pero ahora me siento más seguro que años atrás y pensé que hoy sí me bancaría encarar un disco acompañándome solito. Al final, me salió del inconsciente, como tenía que ser”, sentencia Barrionuevo acerca de su nueva criatura, titulada simple y contundentemente Chango.
El disco se sostiene en nueve canciones que el legendario creador de “Vidala de la Copla” generó en diversos mojones de su historia. “Grabé este disco por varias razones. Primero, por mi admiración al Chango, su vida y sus canciones; segundo, porque mis casi veinticinco años en Córdoba me marcaron para siempre y Chango representa, tal vez, el símbolo más fuerte de la cultura cordobesa; y tercero, porque soñaba hacer un disco en solitario, solo yo y mis guitarras”, enmarca el esta vez intérprete, sobre su noveno trabajo, recientemente editado por Disco Trashumante. Se trata de un trabajo austero, sin sobregrabaciones, en el que el hombre de Frías versiona, varía y (a veces) improvisa sobre nueve piezas “que se sabía” del Chango Rodríguez, muchas de ellas parte del núcleo duro del acervo de la música popular argentina. Todas grabadas, mezcladas y masterizadas en el Studio 34 de Villa Allende, Córdoba, enmarcadas bajo la supervisión del ingeniero de grabación Teby Cavoti y ejecutadas por Raly, que toca invariablemente guitarra criolla, requinto y guitarra de doce cuerdas de acero.
“Necesité sentir esa libertad que proviene del salga lo que salga, de una sola toma. Le dije a Teby ‘poné rec y nos vemos luego’, porque con él siempre fluye todo. En el estudio somos como una sola persona. Hace como veinte años que trabajamos juntos, pasamos por todos los estados de ánimo y él siempre fue mi sostén personal y artístico a la hora de grabar eso que se escucha en los parlantes cuando uno pone el disco”, sostiene Barrionuevo, que se radicó en Córdoba a los 18 años y que trabajó con Cavoti en todos sus discos: Principio del final, Población milagro, Circo Criollo, Ey Paisano, Noticias de mi alma, Radio AM y Rodar, el antecesor de Chango. “En este caso, la verdad es que la emoción que sentí al grabar de esta forma se transmite cristalinamente. Lo que hice simplemente fue cantar. Tengo varios recursos melódicos y armónicos que forman parte de mi manera de hacer música y seguramente eso se debe notar en las grabaciones”, cuenta Barrionuevo a Página/12 desde Córdoba donde, dicho está, vive hace veinticinco años, y donde su homenajeado también atravesó casi toda su vida.
En Córdoba, José Ignacio “Chango” Rodríguez se inspiró para componer uno de sus mayores clásicos (“Luna Cautiva”), espejado en su mujer Lidia (La Gringa) y encerrado en un pabellón de la cárcel de San Martín, donde perdió cuatro años de su vida acusado de un crimen nunca esclarecido. Donde tuvo cuatro hijos, y varios –muchos– más en forma de canciones, que Barrionuevo trae al presente, envueltas en un puñado. Entre ellas, la primigenia, maravillosa y mil veces recreada “Vidala de la Copla”, cuya grabación original data de 1963, por el grupo Los Calchakis; la misma “Luna Cautiva”, que el santiagueño ya había grabado en Población Milagro; “Zamba de abril”, “Corazón santiagueño”, “Luna de Tartagal”, “De mi madre”, “La patrulla”, “Coplita de amor” y “Marea del estudiante”, dedicada en su momento al desaparecido del Cordobazo Santiago Pampillón.
Y otra zamba, “De Alberdi”, que Barrionuevo pondera como la más sentida de su trabajo. “No podía faltar, porque pinta la Córdoba universitaria, la del Cordobazo y de tantas luchas, la del amor y la serenata. Y porque también nos emociona a los que tenemos el corazón pirata y celeste”, determina el cantautor santiagueño, que ubica al Chango Rodríguez a la altura de Johnny Cash entre sus referentes personales, claro. “Su obra es conocida y sobre todo sentida por el pueblo, pero no sucede lo mismo con su persona. Todo el tiempo escucho a mucha gente decir ‘Ah, ¿ésa es del Chango?’. Pienso que su obra trascendió y llegó a la gente como un huracán incontenible. Así es el arte cabal. Y lo grabé solo porque quise jugar a ser el Chango, como cuando era niño y jugaba a ser Jorge Cafrune u otros artistas que escuchaba todo el tiempo en los discos”, sostiene Barrionuevo, que dejó grabadas otras piezas del Chango, aún inéditas, pero con aroma a disco futuro. Y a inconsciente, claro, lugar del pueblo donde, según el santiagueño, habita este creador original y popular “en el sentido mas absoluto de la palabra”.
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