Lunes, 3 de agosto de 2015 | Hoy
CULTURA › CULTURA BERENICE CORTI ES AUTORA DEL LIBRO JAZZ ARGENTINO
La investigadora buscó en su trabajo problematizar la idea de la música “negra” del país “blanco”. Y en relación con la “argentinidad” del género, sostiene: “El jazz argentino es más bien una circunstancia, una manera de pensar y ejecutar la música”.
Por Cristian Vitale
La música “negra” del país “blanco”. Nodal las comillas para intentar un esbozo del problemón en que se metió Berenice Corti cuando pensó el tema de su libro: definir si existe o no un jazz argentino. O si se lo puede llamar así. O en todo caso, cómo. “No creo haber resuelto ningún problema en este nivel, más bien problematicé, planteé preguntas sobre un objeto que se ha estudiado muy poco en Argentina y al que se le debe mucho en este sentido, porque muchos músicos de jazz fueron y son parte de la música popular argentina. Esto hay que reconocerlo”, reflexiona ella –investigadora musical y licenciada en comunicación social– acerca del resultado de las casi doscientas páginas que pueblan Jazz Argentino, recientemente publicado por Gourmet Musical, y destinado a profundizar en los desafíos que nacen de otro interrogante clave ¿Cómo se hace una música históricamente construida como “negra” en una nación que se ha caracterizado por negar la influencia africana en su cultura?
“Quise hacer un aporte al hecho de que nos pensemos como argentinos en relación con las culturas negras, con su historia y con su peso cultural, porque en este país no existen muchos estudios sobre temas raciales. Como dice el antropólogo Alejandro Frigerio es un tema ocluido en las narrativas de la argentinidad. Entonces, en principio hay que abrir una discusión sobre estas identidades racializadas”, delinea Corti, que desarrolla tareas afines en el Instituto de Investigación en Etnomusicología de Buenos Aires y en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. “Entonces, preguntarse por la existencia de un jazz argentino necesariamente abre las cuestiones de lo negro, de lo blanco, de las identidades, porque no habría manera de decir que esta música es negra o es blanca por tal o cual razón. No habría una respuesta sencilla que remita a una esencia”, ahonda la investigadora, que además coordina el grupo de trabajo “Jazz en América latina” de la Asociación Internacional de Estudios en Música Popular.
–La cuestión identitaria se problematiza aún más si se considera que la Argentina no es un país blanco ni negro, sino mestizo. Es lo que aparece cuando se saca la lupa de la ciudad de Buenos Aires, y se entiende a la patria como una completud.
–Sí. Y el mestizaje también tiene que ver con esto de pensar identidades racializadas. En lo estrictamente musical, muchas veces se habla de la mezcla, de lo híbrido, y no se termina de indagar entre los elementos de lo híbrido, o de lo mestizo, o de la fusión. ¿Qué es lo que está pasando con esas músicas que se fusionan, cuál es la hegemónica y cuál la subalterna? La música es un artefacto privilegiado de construcción de identidad, por lo tanto discutir estas cuestiones en la música nos habla también de estos fenómenos en la cultura. El jazz me permitió abordar estas cuestiones.
–¿Qué lugar estaría ocupando entonces el género en esta nación que “se narra” musicalmente?
–Lo que pude observar es que durante casi un siglo de jazz en la Argentina, el género ocupó el lugar de una “música otra”, por diferentes razones. La respuesta más automática sería que su origen es adjudicado a Estados Unidos, otro país. Claro, pero qué pasaría con el rock, entonces.
–Hay un “rock argentino” pero no un “jazz argentino”.
–Con muchos menos años de práctica en la Argentina se aceptó la existencia de un rock nacional, y eso no pasó con el jazz. Y yo creo que es porque, además de norteamericano, siempre fue construido como una música de un otro no solamente extranjero, sino negro. Entonces, como la Argentina no se piensa a sí misma con ese componente negro, es difícil aceptar la existencia de un jazz local. Hace falta una suerte de operaciones discursivas, porque el jazz es una música universal que permite esa apropiación. Cuando uno intenta indagar en su historia argentina, éste era un tema recurrente. El Mono Villegas decía que para tocar bien jazz había que imitar a los negros. Y esto aparece también en Oscar Alemán, en las grandes orquestas de los cuarenta, en el free jazz de los sesenta, en fin, todos se expresan como tensiones culturales en lo discursivo y en lo sonoro.
–En el libro también hay un recorte temporal vinculado a lo vivencial, a lo que usted vivió en el ámbito del jazz como organizadora de eventos o como dueña del Jazz Club, por caso.
–Por el impacto que me provocó esta música, sí. Fue algo muy repentino, una inmersión rápida que me cambió completamente la perspectiva para pensar un montón de cosas, no solo el gusto musical. Participar de la escena jazzística me hizo pensar esta nueva generación que hizo eclosión con la crisis del 2001 y se permitió una apertura para trabajar los materiales con un lenguaje jazzístico que abrió una diversidad musical muy interesante.
–¿A esto le llama jazz argentino? Porque una de las preguntas clave del libro es –como se dijo– de qué hablamos cuando hablamos de jazz argentino.
–En realidad, lo que trato es de explicar por qué esta respuesta no me satisface. Por ejemplo, la frase “esto es jazz argentino porque tiene elementos de las músicas argentinas” es lo mismo que decir que yo soy italiana porque tengo la nariz de determinada manera. Creo que el jazz argentino es más bien una circunstancia, una manera de pensar y ejecutar la música, o de posicionarse en el campo artístico. Insisto en que, tras la crisis del 2001, el campo del jazz se permitió posibilidades que antes no. Y también una postura política... decir que en la Argentina se hace un jazz propio es posicionarse en términos de política estética.
–Tal vez un factor de peso para definir una identidad –o al menos intentarlo– sea la letra, la poesía anudada a un determinado género. En este sentido, hay ríos de tinta en el rock que definen una pertenencia vernácula, algo que existe poco en el jazz. El jazz que se canta aquí, en general, es un jazz de standards más que de composiciones propias.
–Sí. La tradición histórica del jazz en la Argentina se vincula más bien a lo musical. O a la imitación, como decía antes. De todas formas, volviendo a otra de las inquietudes del libro, si bien no se puede decir que el jazz es una música popular en el sentido clásico, de consumo masivo, creo que hoy atraviesa un momento interesante en el que está ajustando cuentas con cuestiones relativas a lo popular, desde el punto de vista político y estético.
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